(Diari de Girona/InfoCatólica) Sin apelar a que se trata de un empleo fijo, estable y remunerado -aunque poco-, los obispos catalanes apuntan este año más a motivos espirituales y a la «alegría de anunciar el Evangelio» para hacer sus llamadas a los jóvenes.
En Cataluña hay actualmente alrededor de 1.500 curas y apenas un centenar de seminaristas, insuficientes para garantizar el relevo de aquellos que se jubilan.
El obispo de Gerona, Francesc Pardo, reconoce que «nos encontramos con que algunos curas deben ser rectores de tres, cuatro, diez y hasta doce parroquias, que la media de edad de nuestros curas de Gerona es de 72,3 años y que cuando nos piden que envíen un cura les tengo que decir que no tengo a nadie».
El obispo de Vic, Romà Casanova, reconoce que «la necesidad de vocaciones sacerdotales en nuestra diócesis es una urgencia imperiosa ante la que no podemos quedarnos impasibles». Ante la escasez de vocaciones religiosas, Casanova pide que los jóvenes se animen a ser «callejeros de la fe».
«Hoy tenemos una gran necesidad de vivir esta alegría cristiana», argumenta el cardenal arzobispo de Barcelona, Luis Martínez Sistach, que aprovecha para pedir «a sacerdotes, educadores cristianos, catequistas, comunidades parroquiales y movimientos apostólicos que se ocupen y preocupen de suscitar vocaciones».
El arzobispo de Urgell y copríncipe de Andorra, Joan Enric Vives, recuerda que actualmente su diócesis sólo tiene seis seminaristas para rejuvenecer su veterana plantilla de curas y se queja de que «actualmente vivimos inmersos en una cultura que exalta el individualismo, el amor a uno mismo y la provisionalidad». «Todo el mundo tiene mucho miedo de decir "para siempre"», aduce Vives para explicar que «por eso cuestan, hoy, las vocaciones a la entrega sacerdotal, a la vida consagrada, al matrimonio fiel y para siempre».
El obispo de Lérida, Joan Piris, asegura que algunos jóvenes le han dicho sentirse atraídos por el sacerdocio, pero que les cuesta dar el paso por «la indecisión e inseguridad que acompaña a tantas personas» que las hace «huir de compromisos». Piris anima a entrar en los seminarios porque, subraya, se recibe una formación «equilibrada, humana, espiritual, intelectual y pastoral o apostólica» y pide «a aquellos que sientan la llamada que tengan el coraje necesario para decir sí» .
El obispo de Terrassa, Josep Ángel Saiz, que cuenta con un seminario propio en su diócesis, reconoce que los laicos «pueden hacer un gran trabajo en la misión de la Iglesia diocesana, pero el servicio ministerial del sacerdote sigue siendo absolutamente necesario». Para animar el fervor sacerdotal, Saiz ve a los curas como «mensajeros de alegría» en una sociedad en la que viven «personas tristes, angustiadas, hastiadas; personas que materialmente lo pueden tener todo, pero que han perdido el sentido de la vida y la alegría de vivir». «Los éxitos materiales, los avances científicos y tecnológicos, las posibilidades de placer, no acaban de saciar su sed de felicidad» y por ello, según el prelado egarense, son necesarios «los transmisores de alegría».