Misionero, músico, escritor, indigenista, abad, fundador, obispo

Se cumple el bicentenario del nacimiento de Fray Rosendo Salvado, obispo y misionero en Australia

Misionero, músico, escritor, indigenista, abad, fundador, obispo, aventurero. La figura del benedictino Rosendo Salvado (Tui, Galicia) trasciende la anécdota por la que habitualmente se le conoce -fue quien trajo a España la semilla del eucalipto- y se agranda al considerar su labor evangelizadora y de promoción social con los aborígenes de Australia. El Faro de Vigo ha publicado un reportaje sobre su persona.

(J.A. Otero Ricart/Faro de Vigo) Como señala Avelino Bouzón, canónigo archivero de la Catedral de Tui y gran conocedor del misionero tudense, el padre Rosendo Salvado, «o bispo das barbas», como le llamaban algunos, «tiene una personalidad poliédrica. Estudiando sus escritos, sobre todo su epistolario, se pueden considerar múltiples facetas: el hombre de gran temple humano y sobrenatural, el fundador, el colonizador, el abad, el obispo, el diplomático, el descubridor, el artista, el escritor... Pero, sobre todo, estaba marcado por su vocación sacerdotal y misionera, pues por servir a Jesucristo, a Santa María y a las almas, lo mismo manejaba los aperos de labranza, que cortaba el pelo o peinaba a los salvajes, como estudiaba libros científicos y teológicos y fundaba bibliotecas». También era capaz de dar un concierto para ganar el pan de los indígenas o para alegrar una velada, como hizo en Montserrat con los monjes y postulantes el 25 de septiembre de 1900, pocos meses antes de morir.

Lucas Josef Rosendo Salvado y Rotea nació el 1 de marzo de 1814 en el barrio tudense de Riomolinos. Una placa de mármol blanco en el número 7 de la calle del Obispo Salvado recuerda hoy el lugar donde vino al mundo en el seno de una familia acomodada y culta. Sus padres, Pedro Bernardo Salvado y María Francisca Rotea Núñez, tuvieron otros siete hijos. Su progenitor ejercía de salmista en la catedral y durante un tiempo actuó también de sochantre provisional. La afición a la música marcó toda la vida de fray Rosendo.

Tras los primeros estudios en el convento de los franciscanos de Tui, con quince años ingresa en el monasterio benedictino de San Martín Pinario de Santiago de Compostela, donde ya era novicio desde 1825 su hermano Santos. Al año de noviciado, el Día del Apóstol, tomó el hábito e hizo sus primeros votos.

Al comprobar el abad de San Martín sus extraordinarias dotes musicales, dispuso que estudiase la Filosofía en San Juan de Corias (Asturias) y allí cultivase su talento artístico con el padre Juan Copas, uno de los mejores organistas de España. Dos años más tarde, sin haber cumplido aún los veinte, regresó al monasterio compostelano, donde destacó como responsable de la música en la comunidad. Como apunta Avelino Bouzón, todos sus biógrafos aseguran que hubiera sido un gran músico de Iglesia y también autor de notables composiciones de no haber cambiado el rumbo de su vida, como el de muchos religiosos de su tiempo, la desamortización de Mendizábal en 1835.

Exilio en Italia

Con el Decreto de la exclaustración y expulsión del 1 de septiembre de 1835, Santos, ya sacerdote, y su hermano Rosendo se refugiaron en el hogar familiar de Tui. Santos se las arregló para ocupar un puesto bien retribuido en la Capilla Real de Madrid, mientras que Rosendo, fiel a su vocación, optó por exiliarse. Escribió al abad del monasterio benedictino de la Cava dei Tirreni, cerca de Nápoles, y el 11 de noviembre de 1838 embarcó en Vigo para dirigirse a Italia. En la abadía de Cava fue recibido con los brazos abiertos y a los pocos días le nombraron profesor de música. Allí fue ordenado presbítero el 23 de febrero de 1839 después de haber terminado sus estudios teológicos en el Colegio de San Anselmo de Roma.

Celebró su primera misa en Cava el 1 de marzo de 1839 y unos meses más tarde le nombraron mayordomo y "organista oficial" del monasterio. El abad y los monjes de Cava, reconociendo su talento musical, encargaron la construcción de un órgano monumental de ochenta y cuatro registros. Para su inauguración se organizó un gran concierto en el que Salvado se lució como nunca. Fue su consagración como organista, pues "aquel recital fue un importante acontecimiento cultural que hizo época", afirma Eladio Ros.

En Cava descubre Rosendo en diciembre de 1844 su vocación misionera y, junto con otro monje benedictino español -José Benito Serra-, consigue el permiso del abad para viajar a Roma. Allí se presentaron como voluntarios en la Congregación de Propaganda Fide, ahora Congregación para la Evangelización de los Pueblos. Su destino: Australia. Tras viajar primero a Inglaterra, el 17 de septiembre de 1845 la expedición misionera se embarca en la fragata "Isabella" en el puerto de Gravesand rumbo a las antípodas. Salvado y Serra viajan con el recién nombrado obispo de Perth, Juan Brady.

Al cabo de 113 días de penoso viaje, el 7 de enero de 1846, al anochecer, arribaron a Fremantle, antepuerto de Perth. «Deseosos de entrar en relaciones con los salvajes que veíamos por la calle de Fremantle -relataba el propio Salvado-, dirigimos la palabra a los dos primeros que nos presentaron. Pero, ¿quién de nosotros era capaz de entenderlos? La primera palabra que oímos fue maraña (comida)».

El obispo Brady formó varios grupos de misioneros y a cada uno le asignó un campo de acción; Rosendo Salvado y José Serra fueron destinados en febrero a la zona central. Escogieron un lugar a orillas del río Moore, que bautizaron como Nueva Nursia (New Norcia en inglés), en honor del santo fundador de su orden, Benito de Nursia.

Pero un mes más tarde las provisiones se agotaron y el obispo les aconsejó que regresaran a Perth. El padre Salvado, que no estaba dispuesto a abandonar la misión, se puso a pedir limosna incluso entre los protestantes. «La recaudación fue un completo fracaso -relata Avelino Bouzón- y entonces se le ocurrió el famoso concierto de piano para la noche del 21 de mayo. Mons. Brady aprobó la idea e inmediatamente solicitó al gobernador un local, la sala del tribunal; preparó unos programas que un impresor protestante hizo gratis, mientras que un ministro anglicano se encargó del alumbrado, llevando los candelabros del templo, y hasta un judío se encargó de despachar las entradas e influir para que asistieran familias adineradas. El piano lo pusieron las monjas benedictinas de la Misericordia. Todo Perth supo del gran acontecimiento».

Llegado el momento de actuar, el artista tudense se presentó ante el respetable con su hábito de monje, pero hecho jirones y recortado, «los calzones negros -narra él- estaban remendados con piezas de hilo de distintos colores; las medias, gracias a mis cuidados, aún estaban algo decentes; pero, en cambio, lo zapatos, buenos y nuevos cuando salí de Italia, habían dejado las suelas en los bosques de Australia, de suerte que mis pies besaban el suelo. Añádase a esto una barba de tres meses y más que medianamente desaliñada, y un color de cara y de manos tan cobrizo casi como el de los salvajes... Mi figura era tan rara, que movía a risa y compasión al mismo tiempo».

Tocó durante cuatro horas, y la recaudación fue tan importante, que no sólo pudo adquirir abundantes provisiones, sino también un par de bueyes para un carro que le regaló un protestante. El problema del calzado se lo resolvió una señora irlandesa, que, situada muy cerca del piano, había observado el extraño pedalear del artista; conmovida al ver sus pies lastimados, se quitó allí mismo sus botas que inmediatamente pasaron a los pies del padre Salvado.

El padre Salvado consiguió establecer buenas relaciones con la población indígena y con las autoridades, que le cedieron una extensa dotación de tierras. El 1 de marzo de 1847 abrieron en Nueva Nursia lo que más tarde sería un monasterio.

Después vinieron varios viajes a Europa para buscar recursos y nuevas manos para su misión. En uno de ellos trajo por primera vez a España semillas de eucalipto, especie que pronto se extendió por Galicia.

Consagrado obispo

El 15 de agosto de 1849 fue consagrado obispo de Puerto Victoria. En 1852 regresó a su ciudad natal, donde el 4 de septiembre le ofrecieron un grandioso recibimiento, interpretando la banda de música el «Maquieló», pieza de baile de los nómadas australianos. En la mañana del 9 de septiembre, antes de embarcarse en el puerto de Vigo rumbo a Londres, celebró la misa en el altar privilegiado del glorioso San Telmo, especial patrono de los navegantes, y se le concedió un fragmento de la reliquia.

Relata Álvaro Cunqueiro en un artículo que a Rosendo Salvado «no le faltó nunca el humor y que pasó todos los años de su vida sin perder el acento galaico. Siendo ya obispo de Puerto Victoria, visitó su ciudad natal. Su pectoral era un sencillo crucifijo de madera y plata y en la mano llevaba todos sus bienes temporales: un maletín con el breviario y unas ropas. "Dejad paso a mi Obispado", dicen que decía, burla burlando, a la gente que se apretujaba a su paso. En las torres de la catedral tudense, según dice el acta del Cabildo, "se le tocó el relox y demás campanas de costumbre». No eran vanidad para él. Le gustaría oír aquella música, porque las campanas alegran el corazón del cristiano. Se llevó de Tuy para Nueva Nursia dos pequeños huesos de la cabeza de San Telmo, patrón de navegantes, y pienso que quizás por esta reliquia y devoción sus viajes fueron siempre felices».

A finales de 1865, después del fallecimiento de su madre, su hermano Santos le fue a ver a Roma donde permaneció diez meses. Como capellán de la Real Capilla tenía un sueldo de 30.000 reales, que según él, le sobraba para vivir como un duque, pero se ofreció para trabajar en la misión de fray Rosendo. Éste aceptó, pero le advirtió que desde ese momento se pusiera a estudiar fotografía. A él se debe en parte el precioso álbum de fotos y el extraordinario archivo gráfico de la increíble epopeya civilizadora de Nueva Nursia.

El 12 de marzo de 1867 obtuvo la declaración de Nueva Nursia como prefectura apostólica y abadia nullius, con lo que la misión pasaba a depender directamente de Roma, al tiempo que fray Rosendo era nombrado su abad. Ese mismo año visitó de nuevo su ciudad natal del Tui.

Como señala Avelino Bouzón, si fray Rosendo Salvado se singularizaba por sus barbas, también sobresalía por la alegría y la piedad. Totalmente desprendido, decía: «un maletín y un breviario es todo mi equipaje». Destaca el archivero de la Catedral «su tierna y filial devoción a la Virgen. Cuando veía que sus más acariciados planes se desbarataban o que surgían dificultades humanamente insuperables... entonaba su canción favorita (la Salve), y su alma recobraba la tranquilidad y su corazón se llenaba de entusiasmo». Dicen sus biógrafos que, dos días después de recibir el Viático y la Santa Unción, murió el 29 de diciembre de 1900 cantando con su voz sonora la Salve y el Magníficat. Tenía 86 años.

Una calle y una estatua recuerdan su figura en su ciudad natal de Tui.

 

2 comentarios

Gonzalo Mª Mazarrasa Martín-Artajo
Yo he estado cuatro años largos en Perth (Australia) como formador en el seminario misionero Redemptoris Mater y muchas veces íbamos a Nueva Nursia -a 130 kms- a visitar la abadía benedictina donde está enterrado Dom Rosendo Salvado con más de 120 benedictinos y benedictinas españoles que dejaron sus vidas evangelizando Australia occidental en estos 160 años últimos. Conocí a los tres últimos monjes españoles: el Padre Mauro Enjuanes,oscense, el P. Serafín, navarro y hermano de un mártir del Pueyo de Barbastro, y el hermano Paulino, de un pueblo del norte de Burgos, muerto el último de todos, hace cuatro años -2010- cuando le faltaban meses para cumplir los 100. Había sido durante más de 50 años el panadero del monasterio, al que llegó en 1928 con 18 años. Cuando le conocí todavía tenía acento burgalés-santanderino ( mi padre era de Santander) a pesar de haber vivido más de 80 años en Australia y de haber vuelto en sólo dos ocasiones a España unos pocos meses en todo ese tiempo. Dios bendiga a estos héroes de la misión entre los aborígenes y colonos de Australia occidental. Se podrían escribir libros enteros con sus aventuras misioneras. Ahora esperan la resurrección en aquellas tierras que regaron antes con sus sudores apostólicos. Descansen en paz junto a su Padre fundador, dom Rosendo Salvado, y al obispo Serra, que fueron los pioneros de esa misión española en el fin del mundo. Hasta los años 70 del siglo pasado se hablaba sólo español en el monasterio y misión aborigen.
15/01/14 11:42 AM
pedro de madrid
Tuve la suerte de comprar en un rastro una biografía del Padre benedictino Salvado, "Un Gallego Civilizador de Australia", escrito por su paisano maestro de Malvas-Tuy Santiago Rodríguez en el año 1.944 y me dejó maravillado. Lo leí varias veces y lo volveré a hacer. Los ingleses perseguían a muerte a los nativos y el padre Salvado vivió con ellos su vida hasta que llegaron a respetarlo como a un verdadero padre. Cuando un nativo acompañaba al fraile, empezó a comer un gusano y como era su carne exquisita (según él), después de medio masticado se lo ofreció a Salvado y éste suiguió comiéndolo. En Australia lo respetan mucho
15/01/14 12:59 PM

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