(Agencias/Rel) Las calles de la vieja ciudadela de Jerusalén están repletas de religiosos de distintas órdenes y de peregrinos recorren la ciudad amurallada guiados por sacerdotes que les explican paso a paso los lugares en los que según transcurrió la pasión y muerte de Jesucristo. Miles de peregrinos cristianos venidos de todo el mundo asistieron a los actos litúrgicos y conmemorativos del Jueves Santo en Jerusalén, uno de los dos días del año en que se puede orar en el Cenáculo, donde Jesucristo celebró la Ultima Cena con sus discípulos.
Las ceremonias de Jueves Santo se iniciaron a las siete de la mañana con una misa pontifical en el Santo Sepulcro dirigida por el patriarca Latino, Fouad Twal, que ensalzó en su sermón el "regalo de la Eucaristía" y el "fiel servicio de numerosos ministros de Cristo, personas consagradas que a lo largo de los siglos han trabajado como generosos constructores de la civilización del amor y el servicio".
"Jesús en el Cenáculo, tan cerca de donde ahora nos encontramos, confirió a sus obispos y sacerdotes la tarea específica de actuar en su nombre cada vez que el sacrificio de su cuerpo y su sangre es celebrado", recordó Twal, y pidió a los religiosos allí congregados agradecer a Dios "el regalo del sacerdocio y la Eucaristía".
El oficio se prolongó durante cuatro horas, en las que se leyeron salmos en varios idiomas, se entonaron cantos gregorianos y los asistentes rodearon dos veces el Santo Sepulcro. "Celebrar la Semana Santa en Jerusalén supone un renacer de la fe. Poder seguir los pasos de Jesús es una experiencia espiritual muy importante", dijo a Efe, emocionado tras asistir a misa, José González, portorriqueño y miembro de la Orden de los Caballeros del Santo Sepulcro que ha venido a Tierra Santa en peregrinación.
A las tres de la tarde una procesión franciscana partió del Monasterio de San Salvador, en el barrio cristiano de la ciudad amurallada, y se dirigió al Cenáculo, el lugar donde Jesús celebró con sus apóstoles la Ultima Cena.
El custodio de Tierra Santa, fray Pierbattista Pizzaballa, dirigió allí la ceremonia del "lavatorio de pies", en la que participaron doce niños que representaban a los apóstoles, en una muestra del amor fraterno que, recordó, debe empezar siempre por los más necesitados. "Ha sido muy, muy emotivo. Estábamos todos unidos, como si de verdad estuviera Jesús entre nosotros", dijo a Efe a la salida del Cenáculo la peregrina sevillana Elisa Márquez.
La ceremonia, en la que se entonó el "Ubi Caritas" y decenas de peregrinos rezaron el Padre Nuestro en distintos idiomas, "ha sido junto con la procesión del Domingo de Ramos y el paseo por Tiberíades" lo que más ha impresionado hasta ahora a su compañera, la también peregrina asturiana María Antonia Guerra.
Jueves Santo y Pentecostés son los dos únicos días del año en que los cristianos pueden orar en el Cenáculo, un lugar disputado, que reclama el Vaticano pero que está en manos del Estado de Israel desde que lo ocupó en 1948 y que los judíos veneran como la Tumba del Rey David.
La Basílica del Santo Sepulcro, donde mañana Viernes Santo culminará la procesión del Vía Crucis, cerró sus puertas a mediodía y durante unas horas, siguiendo una tradición que conmemora la víspera de la Crucifixión de Cristo.
Las celebraciones de hoy concluirán esta noche con la plegaria llamada de la "Hora Santa" u "Oración del Huerto", en la Basílica de la Agonía, junto al huerto de Getsemaní, donde Jesús se retiró a orar antes de ser entregado por su discípulo Judas y prendido por los guardias. Durante los oficios, celebrados por monjes franciscanos, se rociará con pétalos de rosas, símbolos de las lágrimas de Cristo, la piedra sobre la que se cree que Jesús rezó en su última noche, momento que muchos peregrinos conmemorarán retirándose a orar en soledad y silencio.