La fuerza de los débiles

Los contrarios a Educación para la ciudadanía mantienen su pulso al Estado

«Y verás cómo David vuelve a vencer a Goliat. Ni un paso atrás». El estribillo de la canción Ni un paso atrás se ha convertido ya en toda una declaración de intenciones por parte de los padres objetores a Educación para la ciudadanía. Unos padres que comenzaron una batalla legal y administrativa contra la deriva totalitaria del Estado y que protagonizan, desde hace tres años, la mayor batalla de la sociedad civil de toda Europa. Su éxito está en la cohesión de las plataformas, en su defensa de los derechos de sus hijos y en no identificarse con ninguna sigla política. Es la fuerza de los débiles

(José Antonio Méndez/AyO) Nadie, ni siquiera ellos mismos, podían imaginar, hace tres años, que iban a conseguir poner en jaque al Gobierno, a las instituciones educativas, a las Administraciones autonómicas y al propio Poder Judicial. En España, no había precedentes de un movimiento cívico semejante. Ni en toda Europa. Y, sin embargo, el secreto de su fuerza no está en el respaldo de partidos políticos -de hecho, el desamparo institucional ha sido el mayor estigma que han padecido en este tiempo-, ni en apoyarse en estructuras burocráticas y legales. No. Su éxito se esconde en la defensa de sus derechos, en su amor por sus hijos y en la fuerza que les proporciona la unidad. Son los objetores a Educación para la ciudadanía, un ecléctico grupo de más de 52.200 hombres y mujeres de toda España que levantan tantos apoyos como críticas, y cuya «resistencia activa está escribiendo una de las páginas más bellas de la historia de la lucha por el bien de los hijos, frente a la tiranía de los Estados», tal como la definió, hace meses, monseñor José Ignacio Munilla, obispo de Palencia.

Héroes sin nombre

De entre ellos, cerca de un millar se dieron cita, el pasado fin de semana, en Madrid, en el II Encuentro Nacional de Objetores de Conciencia a EpC. Allí estaban, cómo no, los rostros más conocidos de la batalla frente a Educación para la ciudadanía: don Benigno Blanco, Presidente del Foro de la Familia; don Jaime Urcelay, Presidente de Profesionales por la Ética; don Luis Carbonel, Presidente de Concapa; doña Isabel Bazo, Presidenta de la CECE; el cabeza de la Asociación Católica de Propagandistas, don Alfredo Dagnino; la Hermana María Rosa de la Cierva, miembro del Consejo Escolar del Estado; don Ignacio Arsuaga, Presidente de Hazteoír... Sin embargo, aunque todos participaron, hablaron y alentaron a los padres que están haciendo Historia (Luis Carbonel dixit), los verdaderos protagonistas estaban en el patio de butacas. Son los héroes anónimos, «padres y madres de familia que, con esfuerzo, dedicación y constancia hemos aprendido de leyes, a hablar en los medios, a conocer los resortes burocráticos de la Administración y hasta a entender el Derecho constitucional», en palabras de doña María Jesús Aranda, madre objetora y voz de la plataforma de objetores Talavera Xq te callas?, una de las más activas de toda España.

Desde que, el 13 de marzo de 2007, la familia Campoy presentara la primera objeción de conciencia a EpC, muchos les han ido haciendo la misma pregunta: ¿Cómo y por qué ha surgido este movimiento? La respuesta que dan Jerónimo y Marta, dos de los tres padres asturianos afectados por la Sentencia del Tribunal Supremo, es contundente: «Nos metimos en esto porque es una cuestión de libertad. Los hijos no son del Estado, son de los padres, y ningún Gobierno puede educarlos en valores, lo diga quien lo diga. Defender la libertad de educación y que la enseñanza sea neutra no es de derechas o de izquierdas, es de sentido común. ¿O es que el PSOE no se da cuenta de que en unos años puede haber una EpC que se vuelva contra ellos?» Y Marta añade: «Es una lucha preciosa, pero hay momentos duros: presiones políticas, incomprensión de los centros..., y, sobre todo, ver que afecta a tus hijos. Si no fuera porque ellos son casi siempre más valientes que nosotros, no sé si podríamos seguir con esto».

Acoso político made in Chaves

El acoso político que comenta Marta no es patrimonio exclusivo de Asturias. En la otra punta del mapa ibérico, los objetores andaluces han padecido un calvario político made in Chaves, como denuncia don José Ignacio Martínez, Presidente del Foro de Laicos Asidonia. A pesar de tener medidas cautelares o de que el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía ha ido fallando sistemáticamente a favor de la objeción, la Junta ha suspendido a los objetores que no entraban en clase (en lugar de no calificarlos), muchos inspectores han ridiculizado a los alumnos, la Administración ha puesto mil y una trabas... Incluso, los padres han tenido que ver cómo los nombres y apellidos de sus hijos, menores de edad, eran publicados en el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía, «como si fueran delincuentes, y sin que ni Chaves, ni la Consejera de Educación hayan dimitido ni pedido perdón». Así se entiende que a este padre objetor no le tiemble la voz al decir que «nos enfrentamos a políticos que no se avergüenzan de prostituir la palabra ciudadanía y, a la vez, acosan, amenazan, amedrentan e insultan a padres e hijos objetores». Sin embargo, ellos han conseguido sobreponerse, porque, como remarca don José Ignacio, «albergamos una voluntad indomable y no tenemos hipotecas con partidos políticos o instituciones. Somos libres de verdad. No hemos insultado, hemos respetado las leyes, a las instituciones y a los políticos... Lo que no hemos dejado es que nuestra conciencia esté por debajo de cualquier norma que dicte el político de turno. Aplicamos la máxima de Gandhi: Tal vez tengamos que sentarnos frente a nuestros hijos y decirles que fuimos derrotados, pero no podremos mirarles a los ojos y decirles que viven así porque no nos atrevimos a pelear».

Y ahora, tras la sentencia del Supremo -que veta la objeción a la asignatura, si bien abre la puerta a objetar a libros, proyectos educativos y profesores-, ¿qué va a pasar? Don José Luis Bazán, abogado y miembro de Profesionales por la Ética, responde: «Seguiremos con los casos más significativos, iremos al Constitucional y ayudaremos a los padres a denunciar los libros que vulneren sus derechos, empezando por los materiales recomendados en la web del Ministerio. Los padres no van a retirarse de la lucha». Ante este escenario, sigue resonando la continuación de las palabras de monseñor Munilla con que empezaba este reportaje: «Cuando llegue la victoria -¡que llegará!-, quienes nos hayamos quedado en segunda fila, tal vez hayamos de sentir admiración y agradecimiento; y quizá, un poco de rubor y vergüenza».

La Generación Objeción

«Muchos jóvenes no saben lo que es EpC. No entienden por qué no entramos en clase, aunque lo respetan. Creen que es lo que sustituye a Religión, pero no tienen ni idea de lo que intentan hacer con ellos. El Gobierno está metiendo política en los institutos y eso es muy grave, y a muchos los van a convencer, por culpa del pasotismo de los jóvenes». Esto no lo dice el Presidente de ninguna plataforma de padres, ni un profesor, ni tampoco un líder político. Lo dice Javier, un estudiante de 19 años que encabeza el grupo de Jóvenes por la Objeción, desde el Encuentro de Objetores de 2008. A su lado, José Manuel asiente con la mirada perdida en sus pensamientos. A sus 16 años, es uno de los dos únicos alumnos objetores de su colegio, en Santander. Y eso que, por estar ya en primero de Bachillerato, se está jugando la nota media para acceder a una carrera. «Yo no entro en clase porque va contra lo que pienso, contra lo que me han enseñado en casa y lo que me parece elemental. No me asusta que no me dé la nota para la carrera. Si no lo consigo, ya encontraré una solución, pero lo que no quiero es que nadie intente adoctrinarme», dice con tranquilidad. A escasos metros, un par de chicas adolescentes llevan en sus manos un cartel contra EpC. «Somos jóvenes, pero no tontas. Y no nos gusta que el Gobierno nos diga lo que tenemos que pensar y cómo tenemos que enfrentarnos a la vida. Para eso ya están mis padres, que además respetan mi libertad más que nadie», comenta una de ellas. De fondo, se escuchan los gritos de los más pequeños, que participan en el Miniencuentro de Objetores: chavales que no levantan dos palmos del suelo y que, aunque algunos no tienen que cursar EpC, ya han presentado su objeción. Ellos, los alumnos, los hijos de padres objetores, son los auténticos protagonistas de la Generación Objeción. Esos que Jaime Urcelay, Presidente de Profesionales por la Ética, siempre dice que «son los que van a salvar España de los malos políticos». Y sólo hace falta escucharlos para darse cuenta de que es verdad: «No me gusta que me digan lo que tengo que pensar. Mis padres me proponen las cosas, pero no me hacen un examen para ver si pienso como ellos. Voy con ellos a misa porque me gusta, no porque me lo impongan; y me gustan las chicas porque me gustan, no porque me digan que tienen que gustarme. Yo no sé quién ha puesto EpC en mi colegio, pero no pienso entrar hasta que la cambien y dejen de examinarme por lo que pienso, en vez de por lo que sé». Lo dice Pablo. Tiene 13 años.

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