(VIS) El Santo Padre ha comenzado explicando el significado de esa palabra, central para la fe cristiana, partiendo de los Padres de la Iglesia, sobre todo de San Ignacio de Antioquía, y San Ireneo que la han utilizado «reflexionando sobre el prólogo del Evangelio de San Juan, en particular sobre la expresión «El Verbo se hizo carne». «Aquí la palabra 'carne' - ha subrayado el pontífice- (...) se refiere a la persona en su integridad, incluyendo el aspecto de su caducidad y temporalidad, de su pobreza y contingencia. Todo ello, para decirnos que la salvación aportada por Dios, hecho carne en Jesús de Nazaret, atañe al hombre en su realidad concreta y en cualquier situación en la que se encuentre. Dios ha asumido la condición humana para sanarla de todo lo que la separa de Él, para que podamos llamarlo, en su Hijo unigénito, con el nombre de 'Abba, Padre' y ser verdaderamente hijos de Dios».
Después, el Papa ha recordado la costumbre navideña de intercambiar regalos con las personas más cercanas, que aunque a veces pueda ser una convención, por regla general «expresa afecto, es un signo de amor y de estima». Esa misma idea de dar, está en el corazón de la liturgia de estas fiestas y «nos recuerda cual es el don originario de la Navidad: en aquella noche santa, Dios haciéndose carne,quiso ser un regalo para los hombres; (..) tomó nuestra humanidad para darnos su divinidad. Este es el gran don (...) Podemos encontrar aquí nuestro modelo de dar, para que nuestras relaciones, sobre todo las más importantes, estén guiadas por la gratuidad y el amor».
El hecho de la Encarnación, de Dios que se hace hombre como nosotros, nos muestra «el realismo sin precedentes del amor divino. La acción de Dios, de hecho, no se limita a las palabras (...) sino que está inmersa en nuestra historia y asume la fatiga y el peso de la vida humana. (...) Este modo de actuar de Dios es un poderoso estímulo para interrogarnos sobre el realismo de nuestra fe, que no debe limitarse a la esfera de los sentimientos y emociones, sino que debe entrar en nuestra existencia concreta, debe tocar nuestra vida diaria y orientarla de manera práctica (...) La fe tiene un aspecto fundamental que afecta no sólo a la mente y al corazón, sino a toda nuestra vida».
Citando de nuevo a los Padres de la Iglesia, el Papa ha observado que en numerosas ocasiones han comparado a Jesús con Adán, hasta llegar a llamarlo «'el segundo Adán» o el Adán definitivo, la imagen perfecta de Dios». De ahí que «con la Encarnación del Hijo de Dios se produzca una nueva creación, que da la respuesta completa a la pregunta «¿Quién es el hombre?». Sólo en Jesús se revela plenamente el proyecto de Dios sobre el ser humano: Él es el hombre definitivo según quiso Dios».
«Es importante, por eso, recuperar el estupor ante ese misterio, dejarnos envolver por la grandeza de ese acontecimiento: Dios ha recorrido como hombre nuestros caminos, entrando en el tiempo del hombre, para comunicarnos su misma vida. Y no lo ha hecho con el esplendor de un soberano, que somete con su poder al mundo, sino con la humildad de un niño».
«En ese niño, en el Hijo de Dios contemplado en Navidad -ha concluido Benedicto XVI- podemos reconocer el verdadero rostro, no sólo de Dios, sino también del ser humano; y sólo abriéndonos a la acción de su gracia y tratando de seguirlo día tras día, realizaremos el proyecto de Dios para nosotros».