(Fides) El Arzobispo describe la situación en la capital siria: «Por las calles de Damasco se ven personas que huyen, que, desesperados, cruzan la ciudad en busca de refugio. La falta de estructuras de caridad, el embargo y los limitados recursos disponibles no ayudan a hacer frente a esta emergencia y ayudan a alimentar la ansiedad».
En el testimonio enviado a la Agencia Fides, el Arzobispo dice: «En esta etapa de violencia ciega, nuestras voces son ahogadas por el largo calvario de la nación y por una complejidad que está bloqueando cualquier solución diplomática. El país se hunde en el dolor y la violencia gratuita y aún no se vislumbra el final, vivimos desde hace más de dieciséis meses en un conflicto prolongado».
Mons. Nassar hace hincapié en la práctica grave de los secuestros extorsionistas: «Más allá de las divisiones políticas, del desempleo y de la inseguridad han favorecido el fenómeno terrible de los secuestrados para pedir rescates. A menudo son secuestrados en la escuela o la fábrica, y son hijos o padres de familia. Deberíais ver el pánico y la ansiedad de las familias que luchan para reunir entre los familiares, vecinos, amigos y la parroquia una cantidad de dinero suficiente para salvar a un hijo, un hermano o un padre secuestrado. Esta horrible práctica paraliza la vida social. La práctica de la religión se ha debilitado, los niños ya no vienen al catecismo y languidecen las actividades pastorales. Muchas familias cristianas, aterradas, sólo piensan en cómo salir del país».
«La comunidad cristiana, agotada - concluye el Arzobispo - se dirige, en silencio y oración, hacia sus mártires, que el pasado 10 de julio hemos recordado solemnemente: los tres hermanos, Francisco, Abdel-Mooti y Raffaele Massabki, laicos católicos maronitas, beatos y martirizados durante la persecución desencadenada por los turcos en 1860 contra la Iglesia. Ellos nos recuerdan lo que Jesús dijo a los suyos: No temáis»