(Portaluz/InfoCatólica) La ermita Nuestra Señora de Luján de la Sierra, ubicada en Saavedra, al sur de la provincia de Buenos Aires, es el santuario más antiguo de la arquidiócesis de Bahía Blanca. Desde hace 88 años, cada 12 de octubre se celebra allí la peregrinación arquidiocesana, una manifestación de fe que congrega a comunidades de toda la región.
El origen de esta devoción se remonta a 1934, año en que se celebró en Argentina el Congreso Eucarístico Internacional, al que asistió el cardenal Eugenio Pacelli, futuro papa Pío XII. Como fruto de aquel encuentro, se crearon nuevas diócesis en la provincia de Buenos Aires, entre ellas la de Bahía Blanca.
El primer obispo, monseñor Leandro Astelarra, gran devoto de la Virgen de Luján, deseaba acercar la imagen de la Madre de los argentinos a su nueva diócesis. Así, en 1938, tras adquirir un terreno entre las sierras de Saavedra y en medio de una grave sequía que afectaba la zona, se celebró la primera peregrinación al nuevo santuario. La jornada concluyó con una lluvia abundante, que los fieles interpretaron como una clara respuesta de la Virgen María.
Este año, la peregrinación se celebró finalmente el fin de semana del 18 y 19 de octubre, después de haberse suspendido la primera fecha debido a una alerta meteorológica. El lema elegido fue «Madre, danos amor para caminar con esperanza», y la cita tuvo lugar en un entorno natural de gran belleza, al pie de las sierras.
La ermita cuenta, además, con la gracia de haber sido designada como uno de los templos jubilares del Año Santo 2025, lo que dio a la jornada un profundo sentido espiritual y penitencial.
Como es tradición, la imagen de la Virgen fue acompañada a pie por los peregrinos, mientras recorría el camino en una carreta restaurada por los vecinos del lugar tras varios años sin poder utilizarse. Escoltada por paisanos a caballo, fue recibida en la ermita por la Banda Militar y por fieles que agitaban banderas argentinas y papales en señal de saludo.
El arzobispo de Bahía Blanca, monseñor fray Carlos Azpiroz Costa, O.P., presidió la misa principal el sábado por la tarde, además de otras dos el domingo: una a las 7:30, destinada a los servidores del santuario y a los primeros peregrinos, y la misa central a las 11:00.
Durante su homilía, el prelado recordó que «peregrinar no es huir» y explicó que Dios «aprovecha una vagancia para hablar en el corazón». Añadió que «a veces nos olvidamos de la misericordia de Dios y de la Madre que nos espera».
En el contexto del Domingo Mundial de las Misiones, monseñor Azpiroz destacó la labor de religiosos, catequistas y laicos comprometidos, y mencionó las recientes canonizaciones proclamadas por el papa León XIV. Dirigiéndose a los misioneros, recordó las palabras del arcángel Gabriel a María: «No tengas miedo».
Asimismo, el arzobispo reflexionó sobre las virtudes teologales y subrayó que el amor «se ancla siempre en el presente»: «La fe es la memoria del cristiano; la esperanza mira al futuro; y el amor no se refiere ni al pasado ni al futuro, sino que se manifiesta necesariamente en el hoy».
El prelado concluyó su homilía con tres vivas: a la Virgen de Luján, a la Sagrada Familia y a los peregrinos.
Tras la misa, una agrupación folclórica local ofreció danzas en honor a la Virgen. Luego se realizó la tradicional procesión alrededor del cerro, durante la cual la imagen fue escoltada por los caballos del Centro Criollo Las Sierras y acompañada por numerosos fieles que rezaban el Santo Rosario.
El presbítero Guillermo Fanelli, párroco del templo local, presidió la misa vespertina. La jornada concluyó con el canto del «Akathistos», entonado por los padres bizantinos, mientras los peregrinos podían acercarse al sacramento de la reconciliación o visitar la santería del lugar.







