(DivineBox/InfoCatólica) En el corazón de la región francesa de Gers, la preciosa abadía de Boulaur, construida en el siglo XII, alberga a 24 monjas cistercienses. El bello nombre de Boulaur proviene de las palabras en latín “Bonus Locus”, que significa el “Buen Lugar”. Las hermanas, llenas de energía, siguen viviendo dedicadas a la oración y el trabajo manual, fieles a la Regla de San Benito, escrita en 529.
La abadía fue fundada en 1142 por la venerable Petronila de Chemillé, abadesa de Fontevraud. Colaboraron en su fundación un arzobispo y un conde y la primera abadesa del nuevo monasterio fue escogida de entre la nobleza. La Revolución Francesa provocó la confiscación de la abadía y la disolución de la comunidad. En el siglo XIX, las monjas intentaron restaurarlo, pero fueron expulsadas en 1904 por leyes anticlericales.
Una milagrosa recuperación
En 1949, las cistercienses finalmente se establecieron en Boulaur y revitalizaron la vida monástica, pero no lograban atraer nuevas vocaciones. A principios de los ochenta, solo quedaban cinco monjas y, por consejo del superior cisterciense, la comunidad rezó por intercesión de Clara de Castelbajac, una joven del lugar que está en proceso de beatificación y que había fallecido pocos años antes. La chica, que irradiaba por donde iba la alegría de ser cristiana, había visitado varias veces la abadía y, en la actualidad, está enterrada en ella.
La petición de las monjas era muy audaz: que Dios les mandara cinco vocaciones ese mismo año, después de tanto tiempo sin ninguna vocación. Contra todo pronóstico, cinco jóvenes se presentaron unos meses después, una de las cuales se llamaba, por supuesto, Clara. Desde entonces, la abadía siguió creciendo e incluso pudo refundar otro monasterio clásico que llevaba desocupado desde el siglo XVIII: la abadía de Santa María de Rieunette.
Hoy en día, las hermanas de la Abadía de Santa María de Boulaur dividen sus días entre la oración (siete celebraciones litúrgicas diarias, con vigilias que comienzan a las 5:15 de la mañana) y el trabajo. Además de las tareas domésticas (limpieza, cocina, recepción, etc.), están muy orgullosas de su granja, en la que cultivan forrajes y cereales, crían vacas lecheras y tienen frutales, con los que elaboran harinas, cervezas, quesos, yogures, patés y galantinas, sin olvidar las mermeladas caseras del huerto.
Un proyecto agrícola valiente
Para cultivar eficientemente sus 130 hectáreas de tierra, necesitan un rotocultivador, también conocido como fresadora, es decir, una máquina agrícola que desmenuza y airea el suelo mediante cuchillas que giran. Se utiliza para preparar la tierra antes de la siembra y mezclar residuos orgánicos o fertilizantes, dejando el terreno listo y uniforme para el cultivo. Las hermanas, que no se arredran por nada, se han propuesto financiarlo ellas mismas vendiendo sus productos: cervezas, mermeladas y patés en línea. Su objetivo es vender 3.000 productos antes del 20 de octubre.
Para participar en la campaña, se puede hacer un pedido en línea de alguno de los productos de la abadía o también correr la voz, especialmente usando este enlace de WhatsApp (editable antes de enviar).
Estos son los seis productos que las monjas ofrecen para esta campaña especial:
- Tres nuevas cervezas elaboradas con sus propios granos: una cerveza blanca de espelta afrutada, una cerveza rubia de trigo sarraceno fresca y una potente cerveza triple de triticale.
- Dos patés: uno con pimiento de Espelette y el otro con hígado de pollo. Elaboradas con carne local, las hermanas Boulaur las preparan en su taller con las especias más locales posibles, ¡para añadir un toque del suroeste a sus aperitivos!
- Mermelada de cornejo: ¡La especialidad de la abadía! Similar a una aceituna roja pequeña, el cornejo es un fruto rojo ácido con un sabor similar al de la frambuesa, la grosella y la cereza.






