(NCRegister/InfoCatólica) En 1987, John O’Leary era un niño de nueve años que vivía con su familia católica en un barrio residencial de San Luis, Estados Unidos. Como tantos otros niños, cometía travesuras propias de la edad, hasta que una de ellas tuvo consecuencias devastadoras: al jugar con cerillas y gasolina en el garaje, provocó una explosión que destruyó su casa y le dejó quemaduras de tercer grado en el 85 % de su cuerpo. Su probabilidad de supervivencia era mínima.
La historia de su recuperación y del camino espiritual que emprendió posteriormente es el argumento central de la película Soul on Fire, dirigida por Sean McNamara y basada en el libro superventas On Fire: 7 Choices to Ignite a Radically Inspired Life, escrito por el propio O’Leary. La cinta se estrena el 10 de octubre en Estados Unidos bajo el sello AFFIRM Films.
Desde su accidente, O’Leary ha dedicado su vida a motivar a otros, convirtiéndose en autor y conferenciante. Su mensaje gira en torno a la gratitud, el valor de la vida y la dignidad que Dios otorga a cada persona.
Sin embargo, su camino no fue sencillo. Tras salir del hospital, O’Leary ocultó su historia durante años. Luchó con sentimientos de vergüenza y dependencia del alcohol, intentando llevar una vida «normal». En la universidad adoptó una actitud despreocupada y decidió trabajar en el sector de la construcción, a pesar de haber perdido los dedos durante las operaciones.
A sus 48 años, O’Leary explica que la película no solo relata la lucha física de un niño que sobrevivió contra todo pronóstico, sino también su proceso interior de aceptación, reconciliación y entrega a la voluntad de Dios. La cinta muestra cómo fue rodeado desde el primer momento por una red de apoyo: su familia, vecinos, personal sanitario, amigos y la mujer que más tarde sería su esposa. Todos ellos reconocieron su dignidad, incluso cuando él mismo la había olvidado.
«De todo lo que he hecho, esta película es, con diferencia, lo más vulnerable», afirma O’Leary. «Es curioso hablar de mí en tercera persona, pero yo, o en la película, John, comienza a reconocer la belleza en lo roto y cómo Dios ha redimido la situación. Él es el último en darse cuenta».
La historia comienza en 2008, cuando un O’Leary adulto (interpretado por Joel Courtney) es invitado a dar testimonio ante un grupo de niñas scouts en un colegio católico. Al compartir su experiencia, una de ellas le pregunta: si pudiera volver atrás y evitar el accidente, ¿lo haría?
La película retrocede entonces a los años 80, cuando el joven John (interpretado por James McCracken) se ve influenciado por compañeros aficionados al fuego y termina provocando la tragedia. La escena de la explosión está rodada desde su perspectiva, mostrando su huida envuelto en llamas por la casa familiar (en la película, la auténtica casa donde ocurrió), mientras sus hermanos intentan apagar el fuego.
Tendido en el jardín, cubierto de quemaduras, el pequeño susurra: «Quiero morir. Por favor, matadme». Pero nadie se rinde. Mientras es llevado al quirófano, su madre, Susan (Stephanie Szostak), le dice entre lágrimas: «Toma la mano de Dios y camina con Él».
Este gesto inicia el verdadero camino de fe de O’Leary, quien entrega su vida a Dios en medio del sufrimiento.
Durante sus cinco meses de hospitalización, recibió el apoyo de toda la comunidad de San Luis, incluyendo al locutor de los Cardinals, Jack Buck (William H. Macy), quien lo visitó y le motivó a seguir adelante. Su recuperación fue posible gracias a las oraciones constantes de su madre, los cuidados del doctor Vatche Ayvazian y del enfermero Roy Whitehorn, así como a la entrega generosa de muchas personas.
Al salir del hospital, fue homenajeado públicamente: pudo recorrer las bases de un estadio empujado por su padre y compartir cabina con Buck en un partido dedicado a él. Pero el proceso de adaptación a una vida con cicatrices visibles y sin dedos fue difícil, unido al peso de la culpa por el sufrimiento causado a su familia.
Lejos del reproche, su padre, Denny O’Leary (John Corbett), le dijo: «Te quiero, hijo, y no puedes hacer nada para evitarlo».
San Luis, ciudad con profundo arraigo católico, está muy presente en la película. Se muestran lugares significativos como el hospital católico St. John’s Mercy, la Universidad Saint Louis, dirigida por los jesuitas, y el Santuario de San José, donde O’Leary contrajo matrimonio. La actriz Masey McLain, que interpreta a su esposa Beth, lleva el vestido de boda original de esta.
Aunque Soul on Fire puede ser considerada por algunos como una película religiosa más, su mensaje está impregnado de valores cristianos fundamentales: el amor incondicional, la aceptación del sufrimiento redentor y la confianza plena en la providencia de Dios.
El largometraje muestra distintos tipos de amor: el amor paterno, reflejo del amor de Dios Padre; el amor exigente del personal médico; el amor fiel de su esposa; y la caridad activa de personas como Jack Buck. Como dice el personaje de O’Leary: «Todos importaban».
En una escena conmovedora, O’Leary adulto, ante la tumba de Buck (fallecido en 2002), le dice: «Nunca entenderé del todo por qué fuiste tan bueno conmigo. Te quiero».
Hoy, John O’Leary vive con gratitud una vida que brotó, literalmente, de las cenizas. Su padre Denny, que padeció párkinson durante años, falleció en mayo, pero pudo ver el estreno del filme.
La fe de O’Leary se fundamenta en pilares profundamente católicos: aceptar el sufrimiento unido a Cristo, confiar en el poder de la oración y vivir con esperanza según la voluntad de Dios.
«Mi deseo es que quienes vean esta película descubran que Dios sigue actuando en sus vidas, incluso en medio de las heridas, y que lo mejor aún está por llegar», declaró al Register.
«Nuestro objetivo fue que las personas reconozcan que Dios obra en todo, en todos y en cualquier circunstancia, pero hay que estar abiertos a ello».







