(InfoCatólica) El decreto emitido por el Dicasterio para las Causas de los Santos otorga al sacerdote coreano la condición de «Siervo de Dios» y marca el comienzo de la fase diocesana de investigación sobre sus virtudes heroicas y su legado espiritual.
El nihil obstat supone un hito significativo en la causa de canonización del padre Bang, quien dedicó su vida a inculturar el catolicismo en el contexto cultural y lingüístico coreano. Nacido en 1900 durante la dinastía Joseon, en un período de intensa persecución contra los cristianos, creció en un ambiente marcado por la clandestinidad de la fe. Ordenado sacerdote en 1930, bajo el dominio japonés, afrontó desafíos que forjaron su vocación: la supresión de la lengua coreana en la liturgia y la imposición de modelos religiosos extranjeros. En respuesta, promovió una expresión «netamente coreana» del catolicismo, integrando elementos de la espiritualidad oriental y el uso del hangul (alfabeto coreano) en las oraciones y celebraciones.
Primera comunidad religiosa femenina en Corea
Su mayor contribución fue la fundación, en 1946, de la Congregación de las Hermanas de los Mártires Coreanos (también conocida como la Familia de los Beatos Mártires Coreanos), la primera comunidad religiosa femenina establecida por un sacerdote coreano. Inspirado en los 103 mártires que posteriormente han sido canonizados en 1984 por san Juan Pablo II, Bang creó un modelo monástico adaptado a la realidad asiática, con énfasis en la contemplación, la poesía la mística y la conexión con la naturaleza coreana. Durante más de 27 años ejerció como guía espiritual de la congregación, componiendo más de un centenar de poemas y textos místicos que reflejaban sus experiencias de oración y su devoción a la Eucaristía. A pesar de las dificultades de la posguerra y la división de Corea, su obra floreció y se extendió a comunidades masculinas y laicales que hoy reúnen a cientos de miembros.
El proceso de beatificación, promovido formalmente por la archidiócesis de Seúl desde mayo de 2025, se enmarca en un esfuerzo más amplio por reconocer a figuras clave de la Iglesia coreana. Paralelamente, la diócesis avanza en las causas del obispo Barthélemy Bruguière (1792-1835), primer vicario apostólico de Corea y mártir, y del cardenal Stephen Kim Sou-hwan (1922-2009), arzobispo emérito de Seúl y símbolo de la reconciliación nacional. Para documentar la «fama de santidad» del padre Bang, se ha constituido un comité histórico diocesano que recopilará testimonios, documentos y evidencias sobre sus virtudes teologales y cardinales. Este equipo, integrado por teólogos, historiadores y miembros de la congregación, investigará su vida hasta su muerte el 24 de enero de 1986, en medio de una epidemia que afectó a su comunidad.
El legado del padre Bang trasciende las fronteras coreanas. Su enfoque en la adaptación cultural ha inspirado movimientos de renovación litúrgica en Asia, promoviendo una fe que dialoga con las tradiciones locales sin perder su esencia universal. Testimonios de sus contemporáneos lo describen como un hombre de profunda humildad y oración incesante, capaz de transformar el sufrimiento en poesía espiritual. «El padre Bang nos enseñó a encontrar a Dios en el silencio de nuestras montañas y en el ritmo de nuestra lengua», relata una hermana de la congregación. Su causa no solo honra su memoria, sino que invita a la Iglesia universal a reflexionar sobre la inculturación en contextos no occidentales.
La aprobación vaticana llega en un momento de revitalización para la Iglesia en Corea del Sur, donde los católicos representan en torno al 11 % de la población. El proceso, que podría culminar en una beatificación en los próximos años si se confirma un milagro atribuible a su intercesión, subraya el dinamismo de esta comunidad eclesial, nacida de la sangre de los mártires.







