(ACIPrensa/InfoCatólica) El pasado 25 de septiembre, miles de peregrinos se congregaron en el santuario de San Nicolás, en Argentina, para conmemorar el 42.º aniversario de las apariciones de la Virgen del Rosario, una de las advocaciones marianas más veneradas del país. Bajo el lema «María, vos sos nuestra esperanza», y en el marco del año jubilar, las celebraciones comenzaron a medianoche con una Misa de bienvenida presidida por el obispo diocesano, monseñor Hugo Santiago.
A las 16:00 horas se celebró la Misa central, también presidida por Mons. Santiago, quien en su homilía citó una reflexión del Papa León XIV. Recordó que Jesús «no muere en silencio, no se apaga como una luz que se consume, sino que deja la vida con un grito», un grito que encierra «dolor, abandono, fe, ofrenda» y es, a la vez, «un grito de esperanza».
«El llanto y el grito son un signo de esperanza, porque lo hacemos ante quien nos puede ayudar», afirmó el obispo. Subrayó que la Resurrección es la respuesta de Dios, quien «nos sorprenderá a todos con lo impredecible, con lo inimaginable».
En ese sentido, explicó que el mensaje central es «esperar contra toda esperanza, porque Dios siempre puede intervenir». Añadió: «Quien grita con esperanza, quien llora con esperanza, piensa que todavía hay algo que se puede hacer o Dios puede hacer algo». Estas palabras las aplicó también a situaciones actuales como el desempleo masivo, una enfermedad terminal, la ruptura de un vínculo afectivo o la esclavitud de las adicciones.
Mons. Santiago lamentó que «en todos estos casos sucumbimos a la impotencia», y animó a seguir el ejemplo de Cristo: «Tenemos que gritar llorando, Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? No como un grito de impotencia, sino como un llanto de esperanza».
Invitó a los fieles a «llorar ante la Virgen», pidiéndole sabiduría para encontrar caminos de humildad, diálogo y reconciliación. «La Virgen, como en Caná, intercederá ante Jesús y Dios te puede sorprender con la fiesta del reencuentro, de la reconciliación», aseguró.
También exhortó a no permanecer indiferentes ante los sufrimientos del mundo, y a escuchar «los gritos silenciosos de tantos niños que fueron ultimados en el seno de sus madres por una ley insensata de quien no tuvo conciencia de que, si la ley que dictó hubiese estado vigente cuando él estaba en el seno de su madre, hoy probablemente no existiría».
Advirtió sobre el avance de una cultura que descarta a los más débiles, y alertó sobre los intentos de legalizar la eutanasia: «Tenemos que escuchar los gritos como quien se queja ante quien lo puede ayudar porque en esta cultura de muerte pragmática e insensible, donde se descarta lo que no produce, se intenta legalizar la eutanasia con la excusa de evitar el sufrimiento».
«La vida es un regalo de Dios y nosotros, que somos simples criaturas, no tenemos la autoridad de ponerle fin por nuestros propios medios», recordó el prelado. Invitó a recurrir a la Virgen Dolorosa, quien, «como Jesús, también lloró como un gesto de esperanza, como una queja ante el Padre, confiando y creyendo en lo inaudito, en lo impredecible. Y lo impredecible se produjo».
«Hoy, con el nombre de María del Rosario de San Nicolás, la Virgen nos invita a gritar ante los desafíos dolorosos de nuestro peregrinar con un grito pacífico y de esperanza que confían en Dios Padre capaz de lo inaudito», concluyó.
«¡Viva María del Rosario, en la que podemos esperar!», exclamó el obispo, pidiendo un aplauso fervoroso para la Virgen.
Durante toda la jornada continuaron llegando peregrinos, quienes participaron en la tradicional procesión por las calles de la ciudad con la imagen de la Virgen. La marcha concluyó en la explanada del santuario con una emotiva despedida, en la que los fieles lanzaron una lluvia de pétalos.
Las autoridades locales ofrecieron una ofrenda floral a la imagen de Nuestra Señora del Rosario, considerada emblema de la fe en San Nicolás. La celebración concluyó con la entonación del Himno Nacional Argentino.






