(Cope/InfoCatólica) Cuando estamos en ese momento de la vida en el que estamos a punto de perder a un ser querido, intentamos buscar consuelo en la idea de que «la muerte no es el final». Muchas veces vivimos como si no existiera… pero está ahí, a menudo más cerca de lo que imaginamos. Perder a alguien a quien queremos forma parte de nuestra historia y de nuestra vida, y eso, a largo plazo, acaba transformando nuestra manera de ser.
Esto resulta especialmente duro en el caso de los niños, cuando la muerte llama a la puerta mucho antes de que hayan podido disfrutar lo mismo que nosotros. Y requiere de grandes profesionales que acompañen no solo al pequeño en sus últimos días, sino también a sus padres, que han tenido que afrontar el nacimiento y la muerte de su hijo.
Ricardo Martino es jefe de la Unidad de Cuidados Paliativos Pediátricos del Hospital Niño Jesús de Madrid y vicepresidente de la Asociación Por qué Viven. Ha atendido a más de 800 niños antes de su muerte y este miércoles, en «Herrera en COPE», ha subrayado que la muerte, aunque llegue al final de la vida, «es tan importante como el nacimiento». En este sentido, ha puesto en valor la dignidad de la persona, por lo que «cualquier muerte natural es una muerte digna».
¿Cómo se le dice a un niño que va a morir?
Martino ha explicado a Alberto Herrera que las preguntas de los más pequeños «son más recortadas que las de los adultos y suelen ser muy concretas, dependiendo de su edad». Los adolescentes, en muchos casos, preguntan «¿cuánto me queda de vida?» o «¿me voy a quedar solo?». Los más pequeños, en cambio, pueden preguntar «si eso le va a doler, si su papá se va a quedar solito o si va a estar con él».
En cualquier caso, lo fundamental es «adaptarse a la persona que tenemos delante». Son preguntas difíciles de responder, por lo que lo importante es contestar «con tranquilidad, respirando despacio; si uno es creyente, a veces rezando antes para dar la respuesta que uno necesita y sin tener prisa». El doctor ha señalado que estas cuestiones «se pueden responder en un momento o en varios», porque «cada respuesta genera otra pregunta».
Más allá del tiempo que los niños hayan padecido la enfermedad, de si están preparados o no y de si saben lo que les espera, Martino sostiene que lo único que desean es «ser queridos, estar acompañados, despedirse, reconciliarse, perdonar y ser perdonados».
Dios y su papel en las despedidas
Para el doctor, lo importante no es haber acompañado a 800 niños en el momento de la muerte, «sino a muchos más durante su vida». Cuando un niño llega a paliativos y el final parece inevitable, «una de las cosas que decimos a las familias es que no nos importa cómo vaya a morir, sino cómo va a vivir».
Mientras llega la despedida, «queda tiempo por delante» y por eso es fundamental que los profesionales y las familias se adapten a las necesidades del pequeño.
Un trabajo que nunca resulta sencillo. Según Martino, «no se puede hacer solo». Es esencial contar con «un equipo interdisciplinar de profesionales comprometidos» que atiendan tanto al niño como a la familia y que sepan «repartir las cargas». Sin embargo, lo que más le sostiene «está fuera del trabajo», y ha hecho referencia a Teresa, su mujer, «su centro de gravedad». Además, se apoya en otros pilares como el deporte, el descanso y la oración.
Para concluir, ha dejado claro que cree «en una vida eterna».
«Para mí, saber que esto no es el final y que no todo depende de nuestras fuerzas, que hay un Dios que nos cuida, que nos guía y nos da fuerzas, lo hace más sostenible. Tengo la tranquilidad de que no todo depende de mis propias fuerzas», ha afirmado.







