(CNA/InfoCatólica) El milagro de la licuefacción de la sangre de San Jenaro fue anunciado en Nápoles el pasado 19 de septiembre. Una vez más, la reliquia custodiada en la catedral ofreció lo que monseñor Vincenzo De Gregorio, abad de la Capilla del Tesoro, describió como «una invitación a jugárselo todo confiando en Dios».
«Nos alegra anunciar que la reliquia se ha encontrado completamente líquida», declaró De Gregorio al comunicar la noticia.
Siguiendo la tradición, el anuncio estuvo acompañado por el ondeo de un pañuelo blanco realizado por un miembro de la Diputación del Tesoro de San Jenaro.
La misa fue presidida por el cardenal Domenico Battaglia, arzobispo de Nápoles, quien mostró la ampolla con la sangre del patrono a todos los presentes. Desde el altar mayor, después de enseñarla a los concelebrantes, descendió entre los fieles mientras sonaban cantos litúrgicos.
El cardenal se mostró visiblemente emocionado al inicio de la celebración. En sus palabras se refirió a los conflictos que sacuden al mundo y, en particular, a la situación de Gaza.
Durante la misa también se transmitió un mensaje en vídeo del padre Gabriel Romanelli, párroco de la Sagrada Familia en Gaza, agradeciendo al cardenal y al pueblo de Nápoles por su apoyo espiritual y material.
En la homilía, el arzobispo Battaglia evocó el sufrimiento de los inocentes en Medio Oriente: «Es la sangre de cada niño de Gaza la que se muestra en esta catedral». Y añadió: «Hoy Nápoles se detiene como el mar cuando cesa el viento. Es una calma interior, el sentimiento de un día de fiesta, de fe, de identidad».
«Las calles se convierten en naves, los balcones en coros, la ciudad entera en catedral», afirmó. «En el centro no hay un objeto, sino un signo: una ampolla, una sangre, un nombre: Jenaro. Aquí no celebramos un trofeo, sino una memoria viva: la de los mártires a quienes el Amor no ha abandonado».
Citando el Evangelio de san Marcos —«El que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará»—, el arzobispo comentó: «No es un lema para un cartel, es un puente entre dos orillas. Jenaro lo cruzó por entero: entregó su carne, venció su miedo, devolvió su libertad a su Autor».
«Él no eligió salvarse: eligió entregarse», subrayó. «Y la sangre, que los violentos creyeron sello del olvido, se transformó en voz: una voz que sigue predicando a la ciudad y la llama a confiar en el Evangelio más que en cualquier cálculo, más que en cualquier prudencia».
«Miremos ese signo no con superstición, sino como una invitación a ponerlo todo en manos de la confianza», exhortó el arzobispo.
La sangre seca de San Jenaro, mártir fallecido hacia el año 305, se conserva en dos ampollas de cristal —una mayor y otra menor— en la Capilla del Tesoro de la catedral de Nápoles.
Según la tradición, el prodigio de la licuefacción ocurre tres veces al año: en la conmemoración del traslado de sus reliquias a Nápoles (el sábado anterior al primer domingo de mayo), en su fiesta litúrgica (19 de septiembre) y el 16 de diciembre, aniversario de la erupción del Vesubio en 1631, cuando se invocó su intercesión y la ciudad se libró de la catástrofe.







