(InfoCatólica) Durante su discurso a los participantes, León XIV expresó su cercanía a la familia agustiniana y afirmó: «Puedo decir que me siento en casa y participo interiormente, en espíritu de comunión espiritual, de cuanto estáis viviendo en estos días». Agradeció al prior general saliente y saludó al nuevo superior de la Orden, recordando que el cargo requiere el acompañamiento de la oración de toda la comunidad.
El Papa subrayó que el capítulo general es una ocasión privilegiada para la oración, la reflexión sobre el carisma de la Orden y el discernimiento ante los desafíos contemporáneos. En este contexto, evocó las palabras de san Agustín sobre la importancia de la interioridad en el camino de la fe: «No salgas fuera de ti, vuelve a ti mismo: la verdad habita en el hombre interior» (De vera religione, 39, 72).
Recalcó que esta interioridad no supone una evasión, sino una renovación del impulso misionero y pastoral: «Se retorna a la fuente de la vida consagrada para ofrecer luz a quienes el Señor pone en nuestro camino».
Entre los temas abordados por el capítulo, el Pontífice destacó la cuestión de las vocaciones y la formación inicial. Citando a san Agustín —«Amad lo que seréis» (Sermón 216, 8)—, advirtió contra la visión de la formación como un conjunto de normas o roles predefinidos, y afirmó que la vocación cristiana nace del atractivo de un amor que sacia el corazón.
Asimismo, insistió en que el amor debe ser el criterio central también en el estudio teológico: «No se llega a Dios solo con la razón o con datos teóricos, sino dejándose sorprender por su grandeza». Invitó a los estudiantes a cultivar la generosidad y la humildad, compartiendo sus búsquedas para fortalecer la fe de los demás y evitando la vanagloria intelectual.
En relación con la vida comunitaria y la misión apostólica, el Papa recordó el valor de la caridad y de la pobreza evangélica como principios que deben guiar la puesta en común de bienes materiales, humanos y espirituales. Citó la Regla agustiniana: «Así como os alimentáis de una sola despensa, vestíos también de un solo ropero» (Regla, 30), y alentó a que los medios y estructuras estén siempre al servicio de la misión.
Por último, exhortó a los agustinos a mantener vivo el espíritu misionero que ha caracterizado a la Orden desde su primera misión en 1533. Recordó su labor en la evangelización, la educación, el cuidado de los pobres y la promoción de obras sociales y caritativas. «Este espíritu misionero no debe apagarse», afirmó, y añadió que la evangelización exige hoy «el testimonio de una alegría humilde y sencilla, la disponibilidad al servicio y la participación en la vida del pueblo al que somos enviados».
El papa León XIV concluyó su alocución animando a los religiosos a continuar los trabajos del capítulo «en la alegría fraterna y con el corazón abierto a las sugerencias del Espíritu», y les impartió su bendición apostólica, invocando la intercesión de la Virgen María y de san Agustín.






