(Avvenire/InfoCatólica) El cardenal Robert Sarah afirma haber tenido «el privilegio de conocer y colaborar con algunos santos: pienso en la madre Teresa de Calcuta o en san Juan Pablo II. Luego con los últimos Papas: Benedicto XVI y Francisco. Y hoy contemplo con gran confianza a León XIV».
El purpurado guineano comparte nombre con el actual Pontífice. Diez años separan a ambos: el primer Papa de origen estadounidense cumple este domingo 70 años, mientras que Sarah, prefecto emérito del Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, alcanzó los 80 años a mediados de junio, justo a tiempo para participar en el cónclave que eligió a Prevost como Sucesor de Pedro.
Comentando los primeros cuatro meses de pontificado, el cardenal declara al diario Avvenire: «León XIV está haciendo resurgir la irrenunciable centralidad de Cristo, la conciencia evangélica de que “sin Él no podemos hacer nada”: ni construir la paz, ni edificar la Iglesia, ni salvar nuestra alma. Además, me parece que muestra una atención inteligente al mundo, con un espíritu de escucha y diálogo, siempre con una sabia consideración por la Tradición».
Y añade: «La Tradición es como un motor de la historia: tanto de la historia en general como de la de la Iglesia. Sin la Tradición viva, que permite la transmisión de la Revelación divina, la Iglesia no podría existir. Todo esto está en perfecta continuidad con las enseñanzas del Concilio Vaticano II».
Advierte contra las interpretaciones superficiales del estilo del Papa, como la decisión de vestir la muceta desde el inicio de su pontificado, que generó diversos comentarios: «No comprendo el revuelo causado por esta elección. La muceta es un signo que indica la jurisdicción del Papa, pero también de los obispos. Tal vez el asombro se deba a que el Papa Francisco no la usó el día de su elección. Pero no me parece razón suficiente para tanto asombro».
El cardenal Sarah, cuyas raíces están en África, donde fue ordenado sacerdote y posteriormente nombrado arzobispo, ha recorrido una larga trayectoria en la Curia Romana. San Juan Pablo II lo nombró secretario de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos; Benedicto XVI lo designó presidente del Pontificio Consejo «Cor Unum» y lo creó cardenal; Francisco lo eligió prefecto de la Congregación para el Culto Divino, cargo que desempeñó hasta 2021.
Tras la elección de León XIV, tuvo amplia repercusión la decisión del Papa de nombrarle su enviado al santuario de Sainte-Anne-d’Auray, en Francia, para las celebraciones del 400 aniversario de las apariciones de santa Ana, a finales de julio. «Creo que cada día hay noticias que merecen ser destacadas. Y entre ellas, sin duda, no está la que me concierne», afirma el cardenal.
Preguntado sobre la insistencia del Papa en la unidad eclesial, Sarah responde: «Es urgente superar una visión ideológica que ha alimentado dos perspectivas opuestas dentro de la Iglesia. Por un lado, quienes desean eliminar la Tradición en nombre de una apertura incondicional al mundo y sus criterios. Por otro, quienes consideran la Tradición como algo inmóvil, ajeno al dinamismo de la historia. La misión de la Iglesia es única y debe cumplirse en plena comunión. Hay diversidad de carismas, pero la misión es una sola y exige unidad».
Sobre el mandato del Papa de anunciar a «Cristo con claridad e inmensa caridad», el cardenal afirma: «El anuncio es siempre el mismo y no puede ser de otro modo. El ser humano abandona la fe cuando olvida quién es, cuando reprime sus preguntas fundamentales. La Iglesia nunca ha abandonado al hombre, ni lo hará. Algunos cristianos, en todos los niveles de la jerarquía, pueden haberlo hecho cuando no han sido fieles a sí mismos, es decir, cuando se han avergonzado de Cristo, ocultando la razón de su ser cristianos y reduciendo la pastoral a una mera promoción social».
En referencia a su libro ¿Dios existe?, publicado por Cantagalli, Sarah sostiene que Occidente ha perdido el sentido de lo trascendente: «Hoy domina la idea de que se puede prescindir de Dios. El hombre se ha entronizado en su lugar, instaurando un orden nuevo que niega el creado por Dios, reconocible incluso por quienes no creen. Benedicto XVI invitaba a vivir “etsi Deus daretur”, como si Dios existiera. Occidente ignora o finge ignorar la presencia del Verbo encarnado que habita entre nosotros».
Sobre su motivación para escribir el libro, afirma: «Dios se ha vuelto un extraño en nuestra vida, sustituido por toda clase de ídolos. El ser humano moderno parece haber renunciado a buscar el sentido de su existencia: de la vida, de la muerte, del dolor, de la alegría. Todo parece fruto del azar. Pero Dios no es una idea ni una emoción; es una certeza: la certeza de que el Hijo del Hombre existió y sigue habitando entre nosotros. La Verdad existe. La Encarnación ha tenido lugar. Igual que hace 2025 años algunos le reconocieron, hoy también es posible encontrarle, seguirle e incluso dar la vida por Él».
Respecto a la reforma de la Curia Romana impulsada por Francisco, y la afirmación de León XIV de que «la Curia permanece, los Papas pasan», el cardenal comenta: «La Iglesia es una institución compleja, y cada una de sus partes es esencial para cumplir su misión. En última instancia, pertenece a Cristo Resucitado, y el Papa es solo su humilde servidor. Las palabras de León XIV también son un modo de alentar a la Curia a sanar algunas rupturas del pasado».
Sobre la sinodalidad, el cardenal considera que debe ser profundizada y clarificada: «Tal vez sea necesario fundamentarla teológicamente desde la noción de comunión, mucho más antigua y rica. Así se evitarían visiones ideológicas que contraponen sinodalidad y comunión. La comunión es el fin; la sinodalidad, un medio a discernir. La comunión es jerárquica, porque así lo quiso Jesucristo; la sinodalidad, como ha recordado el Papa, es sobre todo un estilo».
En cuanto a la Misa según el rito antiguo, Sarah afirma: «En la Iglesia todos los bautizados tienen cabida si comparten el Credo y la moral católica. La diversidad de ritos nunca ha sido problema para la autoridad, pues la fe es una. Es una riqueza. Los ritos no se inventan en un despacho: son fruto de una historia viva. Me pregunto si es posible “prohibir” un rito milenario. Si la liturgia es fuente de teología, ¿por qué cerrar el acceso a las “fuentes antiguas”? Sería como negar a quien estudia la gracia el acceso a san Agustín».
Ante las dudas sobre la declaración Fiducia supplicans sobre la bendición de parejas «irregulares», el cardenal expresa: «Espero que se aclare y tal vez se reformule. Es un texto teológicamente débil e injustificado. Pone en peligro la unidad de la Iglesia. Es un documento que convendría olvidar».
Preguntado por su papel como «puente» entre continentes, Sarah responde: «No sé si soy un puente. Intento ser un testigo: una llamada al Norte, “saciado y desesperado”, y una voz de esperanza para el Sur, que aún conserva el sentido de la vida y de la muerte, del combate y del amor, aunque esté obstaculizado por problemas que podrían resolverse, pero que muchos no quieren abordar por intereses inconfesables».
Finalmente, sobre los momentos que recuerda con especial afecto, dice: «Por un don inmerecido de la Providencia, mi vida ha estado llena de experiencias que superan lo imaginable. Si debo destacar uno de los momentos más bellos, sin duda fue nacer en una familia cristiana. Luego, el don de la vocación y de la ordenación sacerdotal. Ahí comenzó una historia de amor definitiva que nunca acabará y una misión exigente pero apasionante: ser alter Christus y ipse Christus. Con las palabras “Esto es mi Cuerpo” y “Esta es mi Sangre”, el sacerdote carga con una enorme responsabilidad y una gracia que debe renovarse cada día».
Sobre la aportación de África a la Iglesia universal, concluye: «Las Iglesias africanas pueden ofrecer esa frescura, autenticidad y entusiasmo de la fe que a veces falta en Occidente. No olvidemos el altísimo precio que están pagando en forma de martirio: ese sacrificio dará fruto, y será semilla de nuevos cristianos».







