(NCRegister/InfoCatólica) La nueva película animada Luz del mundo es una propuesta fresca y llena de fe que presenta los Evangelios de un modo capaz de entusiasmar a los más pequeños con Jesús y cautivar también a los adultos.
Uno de los elementos clave de su éxito es la narración a través de los ojos de Juan niño, quien conoce a Jesús antes de convertirse en su discípulo.
La película es también un ejemplo de animación clásica dibujada a mano, un medio atemporal que conserva frescura con el paso de los años. Los directores son los hermanos Tom y Tony Bancroft, veteranos de la industria que trabajaron en producciones de Disney como El Rey León, La Bella y la Bestia, Mulán y Aladdín. El filme ha sido producido por el estudio sin ánimo de lucro Salvation Poem Project, cuyo objetivo es crear «historias bellas que compartan a Jesús con el mundo».
Una narración llena de símbolos y escenas del evangelio
La historia comienza en el Jardín del Edén y avanza hasta Galilea, donde Salomé, madre de Juan, enseña a sus hijos a confiar en Dios y a esperar al Mesías. Su padre, Zebedeo, se muestra más preocupado por conseguir pescado suficiente para pagar impuestos y evitar la cárcel.
«Necesitamos ayuda», dice Juan mientras sostiene una lámpara encendida, símbolo de la espera de la Luz verdadera que está por llegar. Así arranca la acción de la película.
El guion enlaza de manera natural a los personajes con los relatos del Evangelio. Antes de la llegada de Jesús, los futuros apóstoles aparecen conectados, a veces de forma conflictiva. Mateo, el recaudador, exige a Zebedeo el doble de impuestos. Pedro acude en su ayuda, mientras Juan intenta colaborar con torpeza en la venta del pescado, provocando situaciones cómicas que desembocan en una persecución trepidante.
Otro momento destacado ocurre cuando Juan va al Jordán para ver a Juan el Bautista. Allí, con preguntas sencillas de niño, va desvelando el significado del bautismo. Una secuencia bellamente animada muestra al Bautista junto al río mientras una paloma sobrevuela las aguas.
Los Evangelios entrelazados
Uno de los grandes aciertos de la película es la manera en que une distintos episodios evangélicos. Así, mientras Juan acompaña al Bautista, llegan a unas bodas que resultan ser las de Caná. Allí conoce a María, quien le habla del nacimiento de Jesús. El milagro del agua convertida en vino marca un punto de inflexión en el joven, que empieza a creer de nuevo en la venida del Mesías.
Más adelante, inspirado por este signo, Juan anima a su padre a echar otra vez las redes al mar. Una bandada de aves guía un banco de peces hacia la barca, casi hundiéndola. De regreso a tierra, los pescadores escuchan a Jesús decirles que los hará pescadores de hombres, en una escena cargada de emoción.
La narración continúa con otros pasajes: la conversión de María Magdalena, la curación del paralítico descolgado por el techo, la enseñanza del Buen Samaritano o la tempestad en el lago con Pedro caminando sobre las aguas. Todo se presenta de manera comprensible para los niños y, al mismo tiempo, sirve de invitación a los padres a profundizar en los Evangelios con ellos.
Humor, belleza y algunas carencias
El retrato de Juan como niño facilita que los espectadores más pequeños se identifiquen con él. La película incorpora además momentos de humor que hacen la narración ágil: en Caná, Juan es confundido con un camarero, y en otra ocasión protagoniza una escena cómica intentando cargar un saco de peces demasiado pesado.
Las escenas combinan dramatismo y colorido: el bautismo de Jesús en el Jordán, la entrada triunfal en Jerusalén el Domingo de Ramos o la tormenta en el mar de Galilea.
No obstante, algunos episodios resultan insuficientes, como la Última Cena, donde la institución de la Eucaristía apenas se desarrolla. Desde una perspectiva católica, esta limitación puede ser ocasión para que los padres expliquen a sus hijos la doctrina sobre la Presencia Real de Cristo en la Misa. Algo similar ocurre en el Via Crucis: la escena en la que Nicodemo limpia el rostro de Jesús sustituye a la tradición de Santa Verónica.
Una obra luminosa
A pesar de estas carencias, Luz del mundo ofrece un conjunto artístico y espiritual de gran valor. Su animación, la coherencia entre las escenas y la fuerza de los personajes convierten esta película en una experiencia que toca el corazón y recuerda que Jesús es la verdadera Luz del mundo.







