(InfoCatólica) La aldea de Tarasin (también citada como Tarsin/Tersin), en el macizo de Jebel Marra (Montes Marrah), al este de Sudán, quedó sepultada el 31 de agosto por un deslizamiento de tierra provocado tras varios días de precipitaciones. Las estimaciones iniciales de las autoridades locales apuntan a alrededor de 1.000 víctimas mortales y a la posibilidad de un único superviviente. Organismos humanitarios sitúan el balance entre varios cientos y un millar de fallecidos y subrayan el carácter provisional de las cifras. Hasta hoy, tres septiembre, se han recuperado en torno a un centenar de cuerpos.
El terreno montañoso, la persistencia de lluvias y la inseguridad dificultan el acceso. En algunos tramos solo es posible avanzar a pie o con animales de carga, lo que ralentiza las labores de búsqueda y la llegada de asistencia. Agencias humanitarias han activado dispositivos de emergencia y evalúan necesidades, con restricciones de movimiento que entorpecen la ayuda.
En su mensaje de condolencia, Mons. Eduardo Hiiboro Kussala, obispo de Tombura-Yambio (Sudán del Sur), escribe:
«Estoy con ustedes en el duelo, pero también en el coraje y en la búsqueda de justicia, dignidad y sanación para los supervivientes».
El prelado dirige sus palabras a Mons. Yunan Tombe Trille Kuku, obispo de El Obeid, y a la población de los Montes Marrah, y añade:
«La magnitud de esta tragedia desafía las palabras, pero son nuestra humanidad común, nuestra fe compartida y nuestra responsabilidad espiritual las que nos impulsan a hablar de consuelo, apoyo y esperanza».
Recordó además que muchos habitantes de Tarasin ya habían sido desplazados por la guerra y el hambre:
«Sin embargo, la propia naturaleza se ha vuelto violenta, sumándose a un ciclo de sufrimiento que ningún pueblo debería soportar. Su historia no debe desaparecer en el silencio; Tarasin debe ser recordada como un llamamiento a la conciencia de todos nosotros».
En su valoración de las causas, señaló que «el deslizamiento de tierra no fue simplemente un desastre 'natural'» y pidió «analizar esta tragedia no solo con corazones afligidos, sino con mentes que buscan comprender, prevenir y proteger». Concluyó con un llamamiento a la cooperación interreligiosa:
«Ahora, más que nunca, debemos animar a todas las personas de fe a unirse, superando las barreras religiosas y regionales, para responder a los desastres relacionados con el clima, promover la paz y cuidar la creación como custodios de la tierra de Dios».
La catástrofe se produce en un contexto de conflicto que afecta a la región de Darfur. Durante la audiencia general de hoy, 3 de septiembre, el Papa León XIV se refirió a la situación en Al-Fashir, capital de Darfur del Norte, y a las consecuencias humanitarias: «numerosos civiles están atrapados en la ciudad, víctimas de la escasez y las violencias». En relación con Tarasin, afirmó:
«En Tarasin, un deslizamiento de tierra devastador ha causado numerosas muertes, dejando tras de sí dolor y desesperación. Y, como si no fuera suficiente, la propagación del cólera amenaza a cientos de miles de personas ya agotadas».
El Santo Padre lanzó «un sincero llamamiento a los responsables y a la comunidad internacional para que garanticen corredores humanitarios y pongan en marcha una respuesta coordinada para detener esta catástrofe humanitaria. Es hora de iniciar un diálogo serio, sincero e inclusivo entre las partes, para poner fin al conflicto y devolver al pueblo de Sudán la esperanza, la dignidad y la paz».







