«En la sed de Cristo podemos reconocer toda nuestra sed»

«No hay nada más humano, nada más divino, que saber decir: necesito»

«En la sed de Cristo podemos reconocer toda nuestra sed»

Durante la Audiencia General celebrada hoy en la Plaza de San Pedro, el Papa León XIV ha dedicado su homilía a las últimas palabras de Cristo en la Cruz, donde «no aparece como un héroe victorioso, sino como un mendigo de amor»

(InfoCatólica) El Papa ha explicado que en la Cruz el Señor «no proclama, no condena, no se defiende. Pide, humildemente, lo que por sí solo no puede darse de ninguna manera».

La sed de Cristo no es sólo física:

«Es también y, sobre todo, la expresión de un deseo profundo: el de amor, de relación, de comunión. Es el grito silencioso de un Dios que, habiendo querido compartir todo de nuestra condición humana, se deja atravesar también por esta sed».

El Papa ha recordado que «ninguno de nosotros puede bastarse a sí mismo. Nadie puede salvarse por sí mismo. La vida se «cumple» no cuando somos fuertes, sino cuando aprendemos a recibir». Y ha añadido:

«...si incluso el Hijo de Dios ha elegido no bastarse a sí mismo, entonces también su sed —de amor, de sentido, de justicia— no es un signo de fracaso, sino de verdad».

Tras constatar que vivimos «en una época que premia la autosuficiencia, la eficiencia, el rendimiento», el Pontífice ha señalado que «Jesús nos salva mostrándonos que pedir no es indigno, sino liberador. Es el camino para salir de la ocultación del pecado, para volver al espacio de la comunión». Y:

«La sed de Jesús en la cruz es entonces también la nuestra. Es el grito de la humanidad herida que sigue buscando agua viva. Y esta sed no nos aleja de Dios, sino que nos une a Él. Si tenemos el valor de reconocerla, podemos descubrir que también nuestra fragilidad es un puente hacia el cielo. Precisamente en el pedir —no en el poseer— se abre un camino de libertad, porque dejamos de pretender bastarnos a nosotros mismos».

León XIV ha concluido su catequesis animando a los fieles a reconocer su necesidad y pedir ayuda humildemente:

«Queridos hermanos y hermanas, en la sed de Cristo podemos reconocer toda nuestra sed. Y aprender que no hay nada más humano, nada más divino, que saber decir: necesito. No temamos pedir, sobre todo cuando nos parece que no lo merecemos. No nos avergoncemos de tender la mano. Es precisamente allí, en ese gesto humilde, donde se esconde la salvación».

 


 

León XIV

Audiencia General

Plaza de San Pedro

Miércoles, 3 de septiembre de 2025

Ciclo de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza. III. La Pascua de Jesús. 5. La crucifixión. «Tengo sed» (Jn 19,28)

Queridos hermanos y hermanas,

En el centro del relato de la pasión, en el momento más luminoso y a la vez más oscuro de la vida de Jesús, el Evangelio de Juan nos entrega dos palabras que encierran un misterio inmenso: «Tengo sed» (19,28), e inmediatamente después: «Todo está cumplido» (19,30). Palabras últimas, pero cargadas de toda una vida, que revelan el sentido de toda la existencia del Hijo de Dios. En la cruz, Jesús no aparece como un héroe victorioso, sino como un mendigo de amor. No proclama, no condena, no se defiende. Pide, humildemente, lo que por sí solo no puede darse de ninguna manera.

La sed del Crucificado no es solo la necesidad fisiológica de un cuerpo destrozado. Es también y, sobre todo, la expresión de un deseo profundo: el de amor, de relación, de comunión. Es el grito silencioso de un Dios que, habiendo querido compartir todo de nuestra condición humana, se deja atravesar también por esta sed. Un Dios que no se avergüenza de mendigar un sorbo, porque en ese gesto nos dice que el amor, para ser verdadero, también debe aprender a pedir y no solo a dar.

«Tengo sed», dice Jesús, y de este modo manifiesta su humanidad y también la nuestra. Ninguno de nosotros puede bastarse a sí mismo. Nadie puede salvarse por sí mismo. La vida se «cumple» no cuando somos fuertes, sino cuando aprendemos a recibir. Y precisamente en ese momento, después de haber recibido de manos ajenas una esponja empapada en vinagre, Jesús proclama: «Todo está cumplido». El amor se ha hecho necesitado, y precisamente por eso ha llevado a cabo su obra.

Esta es la paradoja cristiana: Dios salva no haciendo, sino dejándose hacer. No venciendo al mal con la fuerza, sino aceptando hasta el fondo la debilidad del amor. En la cruz, Jesús nos enseña que el ser humano no se realiza en el poder, sino en la apertura confiada a los demás, incluso cuando son hostiles y enemigos. La salvación no está en la autonomía, sino en reconocer con humildad la propia necesidad y saber expresarla libremente.

El cumplimiento de nuestra humanidad en el diseño de Dios no es un acto de fuerza, sino un gesto de confianza. Jesús no salva con un golpe de efecto, sino pidiendo algo que por sí solo no puede darse. Y aquí se abre una puerta a la verdadera esperanza: si incluso el Hijo de Dios ha elegido no bastarse a sí mismo, entonces también su sed —de amor, de sentido, de justicia— no es un signo de fracaso, sino de verdad.

Esta verdad, aparentemente tan simple, es difícil de aceptar. Vivimos en una época que premia la autosuficiencia, la eficiencia, el rendimiento. Sin embargo, el Evangelio nos muestra que la medida de nuestra humanidad no la da lo que podemos conquistar, sino la capacidad de dejarnos amar y, cuando es necesario, también ayudar.

Jesús nos salva mostrándonos que pedir no es indigno, sino liberador. Es el camino para salir de la ocultación del pecado, para volver al espacio de la comunión. Desde el principio, el pecado ha generado vergüenza. Pero el perdón, el verdadero, nace cuando podemos mirar de frente nuestra necesidad y ya no temer ser rechazados.

La sed de Jesús en la cruz es entonces también la nuestra. Es el grito de la humanidad herida que sigue buscando agua viva. Y esta sed no nos aleja de Dios, sino que nos une a Él. Si tenemos el valor de reconocerla, podemos descubrir que también nuestra fragilidad es un puente hacia el cielo. Precisamente en el pedir —no en el poseer— se abre un camino de libertad, porque dejamos de pretender bastarnos a nosotros mismos.

En la fraternidad, en la vida sencilla, en el arte de pedir sin vergüenza y de ofrecer sin cálculo, se esconde una alegría que el mundo no conoce. Una alegría que nos devuelve a la verdad original de nuestro ser: somos criaturas hechas para dar y recibir amor.

Queridos hermanos y hermanas, en la sed de Cristo podemos reconocer toda nuestra sed. Y aprender que no hay nada más humano, nada más divino, que saber decir: necesito. No temamos pedir, sobre todo cuando nos parece que no lo merecemos. No nos avergoncemos de tender la mano. Es precisamente allí, en ese gesto humilde, donde se esconde la salvación.

9 comentarios

Maximiliano
" NO HAY NADA MÁS HUMANO, NADA MÁS DIVINO, QUE SABER DECIR: UTILIZAME SEÑOR PARA ENSEÑAR TU CAMINO, TU VERDAD Y LA VIDA ETERNA, A MIS HERMANOS ".

3/09/25 6:04 PM
Pedro1
Cuando Dios pide algo al hombre no lo hace por necesidad, sino por amor y por misericordia.
3/09/25 7:12 PM
Alberto Ramón Althaus
La sed del hombre es sed de Dios, mi corazón está inquieto hasta que descanse en Ti, Señor, dice San Agustín y Cristo no podía padecer esa sed porque era y es Dios.
Cristo es el que salva, no necesita ser salvado, es el agua viva que da vida eterna.
No existe la misma sed en Él que en el hombre.
Cristo puede tener sed de que se haga la voluntad del Padre, sed de justicia pero no sed de Dios.
Se introducen frases sin contenido teológico humanizando a Cristo.
Se acentúa lo humano y se descuida lo divino.
3/09/25 8:29 PM
Ricardo
Jesús a la Sierva de Dios Luisa Piccarreta:
"el dolor soy Yo, en el cual hago mis pequeñas visitas, el velo es el dolor, pero dentro está mi persona, que escondida dentro del velo del dolor visita a la criatura; la necesidad soy Yo que escondido en ellas hago las más bellas visitas para hacerme ayuda de las necesidades que dispongo.
No es con el sólo hacerme ver que visito a las criaturas, sino en tantos modos que se puede decir que en cada encuentro, en cada circunstancia, en cada cosa que le sucede, grande o pequeña, es una visita que me dispongo a hacerle para darle lo que necesita." + + + +
Volumen 28-21
Agosto 12, 1930.
Libro de Cielo, la llamada a las criaturas al orden al puesto y a la finalidad para la que fueron creadas por Dios.

Nota:
El dicasterio de Doctrina de la fé ha corroborado que estos escritos no contienen nada contrario a la fe y mediante carta de 2024, el vicepostulador ha invitado a los obispos a dar acogida a los grupos de lectura. Se ha encargado al obispado de Trani-Barletta-Bisceglie la edición típica de los mismos, y la causa de beatificación sigue su curso. Fiat!
3/09/25 11:53 PM
Ricardo
CARTA APOSTÓLICA SALVIFICI DOLORIS DE SS. S. JUAN PABLO II, 1984

23... Quienes participan en los sufrimientos de Cristo tienen ante los ojos el misterio pascual de la cruz y de la resurrección, en la que Cristo desciende, en una primera fase, hasta el extremo de la debilidad y de la impotencia humana; en efecto, Él muere clavado en la cruz. Pero si al mismo tiempo en esta debilidad se cumple su elevación,

confirmada con la fuerza de la resurrección,

esto significa que las debilidades de todos los sufrimientos humanos pueden ser penetrados por la misma fuerza de Dios, que se ha manifestado en la cruz de Cristo.

En esta concepción sufrir significa hacerse particularmente receptivos, particularmente abiertos a la acción de las fuerzas salvíficas de Dios, ofrecidas a la humanidad en Cristo.
...
4/09/25 12:20 AM
Rexjhs
¿Una alusión implícita a la necesidad de conversión también de los LGTBI?
4/09/25 11:05 AM
Gregory
Salmo 63 (62) 2 Dios tu mi Dios por ti madrugo mi ser tiene sed de ti. Biblia de Jerusalen.
Que el Señor.no de siempre de esa sed y acudamos a su presencia.
4/09/25 5:48 PM
Daniel
Las palabras del papa León XIV me han parecido poco claras. Mezcla la sed de Jesucristo que Él mismo ha dicho que se refería a su sed de almas, con la sed de los hombres que buscan a Dios. Es verdad que los hombres tienen sed del Dios vivo. Pero no es lo mismo. También se cumple la profecía que dice que le dieron a beber vinagre. También es sabido que a partir de ese vinagre el crucificado muere. Porque el vinagre genera un estremecimiento que suele terminar el sufrimiento. Pero no me sorprende que el papa esté quizás confundido. La iglesia ha despreciado revelaciones como la de María Valtorta y otros muchos místicos. También ha despreciado revelaciones privadas que casi son catequesis divina. Así que no me sorprende que esté algo confundido.
4/09/25 11:27 PM
María
Ya empiezan a aparecer los sumos pontífices que saben más que el mismo papa a enmendarle la plana. A mí me ha parecido una catequesis llena de adoración por el misterio de la humanidad de Cristo como no he visto en mucho tiempo.
6/09/25 10:21 AM

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