(Asia News/InfoCatólica) El episodio, ocurrido el 6 de agosto, es parte de una serie de agresiones violentas contra las minorías cristianas que reflejan un clima de «creciente intolerancia en el país».
El ataque se produjo cuando el P. Lijo Nirappel, párroco de la iglesia de San Tomás, en Jaleswar, en compañía de otro sacerdote, dos religiosas y un catequista, regresaba a la parroquia después de celebrar una misa fúnebre en una aldea cercana. Una turba de aproximadamente 70 personas, muchas de las cuales no eran residentes, emboscó al grupo. Las religiosas fueron rescatadas por mujeres del pueblo, pero los sacerdotes y el catequista fueron maltratados y golpeados, bajo la acusación, que luego demostró ser falsa, de conversiones religiosas. El teléfono móvil del P. Lijo fue sustraído a la fuerza y nunca lo devolvieron.
La CBCI ha calificado estas acciones como una «flagrante violación de los derechos constitucionales y de la dignidad humana de las minorías», afirmando que la «creciente tendencia a la violencia de las turbas constituye una grave amenaza para la seguridad, la protección y la coexistencia pacífica de todas las comunidades». La Conferencia Episcopal pidió al gobierno de Orissa que se actúe «con rapidez y decisión para identificar y procesar a los responsables y garantizar la protección de todas las comunidades minoritarias», y reafirmó su compromiso de defender los derechos y la dignidad de todos los ciudadanos, y en particular los de la comunidad cristiana.
Según Catholic Connect (CC), los agresores pertenecen al Bajrang Dal (*). La emboscada tuvo lugar a menos de medio kilómetro de la misión de Gangadhar, donde los sacerdotes habían celebrado una misa por el segundo aniversario de la muerte de dos hombres católicos.
«Primero atacaron a nuestro catequista que iba en motocicleta. Lo golpearon sin piedad, desarmaron su moto, vaciaron el tanque y la tiraron», relató el P. Nirappel, víctima de la agresión. Luego detuvieron el vehículo de los sacerdotes, «nos agredieron físicamente, empujándonos, arrojándonos al piso y golpeándonos con violencia. Nos dieron puñetazos, nos arrebataron los celulares y seguían gritando que estábamos tratando de convertirlos por la fuerza en estadounidenses».
Las religiosas fueron rescatadas por algunas mujeres de la aldea que rogaron a los agresores que las dejaran ir. El P. Nirappel afirmó que había sido una emboscada planificada, y acusó a los atacantes de haber llevado consigo a periodistas «para fabricar una narrativa». Cerca de 45 minutos después llegó la policía, que, según el sacerdote, «solo nos estaba salvando de más agresiones», porque incluso en presencia de los agentes la multitud continuó con los insultos y no devolvieron los teléfonos sustraídos.
El sacerdote expresó su profunda angustia por lo ocurrido y afirmó: «Nunca imaginé que pudiera ocurrir algo así. Fuimos agredidos y humillados por acusaciones infundadas». El P. Nirappel explicó que «los medios también son cómplices», porque «no verifican los hechos, sencillamente amplifican lo que dice la multitud. Esa falsa narrativa debe ser reemplazada por la verdad». Hasta la mañana siguiente a la agresión no se había presentado ninguna denuncia. El P. Jojo, el otro sacerdote involucrado, declaró que estaba «conmocionado» y «nunca hubiera imaginado tanta hostilidad por haber hecho algo tan pacífico y sagrado».
El arzobispo Vincent Aind de Ranchi declaró a AsiaNews que, a su juicio, el ataque es parte de «una estrategia más amplia que se está aplicando en muchos otros estados, especialmente en los gobernados por el BJP», el partido ultranacionalista hindú del que también proviene el primer ministro Narendra Modi. «Se trata de crear una situación de desorden público, pero sobre todo de amenazar y perturbar a las minorías. En realidad, es un ataque a los derechos constitucionales», afirmó. El arzobispo añadió que para los cristianos «forma parte de nuestra historia. Hemos sufrido persecuciones de diverso tipo y, en cierto modo, estamos preparados para afrontarlas. Esta es la cruz que estamos llamados a llevar, como el Señor nos pide». Y agregó: «Somos peregrinos y personas siempre llenas de esperanza, independientemente de lo que suceda en el presente».
El ministro principal de Kerala, Pinarayi Vijayan, calificó el ataque como un ejemplo de «vigilantismo Hindutva». En un post en la plataforma social X, Vijayan denunció que los «criminales» del Sangh Parivar agredieron a «sacerdotes y religiosas católicos de Kerala» con falsas acusaciones de conversión y que lo ocurrido era parte de una «caza de brujas en curso contra los cristianos en el país». Concluyó diciendo: «Ese vigilantismo Hindutva, posibilitado por la impunidad del régimen, debe ser contrarrestado de forma unida por las fuerzas laicas y democráticas».
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El Bajrang Dal es una organización juvenil hinduista de línea dura en la India, fundada en 1984 como el ala juvenil de la Vishwa Hindu Parishad (VHP), que a su vez forma parte de la familia de organizaciones conocidas como el Sangh Parivar, vinculadas ideológicamente al Rashtriya Swayamsevak Sangh (RSS).
Su nombre proviene de Bajrang Bali, otro nombre para el dios hindú Hanuman, símbolo de fuerza y devoción. Oficialmente, el Bajrang Dal dice promover la defensa de la cultura hindú, el nacionalismo hindú (Hindutva) y la protección de los templos y vacas (que son sagradas en el hinduismo).
En la práctica, sin embargo, ha sido acusado de:
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Participar en violencia sectaria, sobre todo contra musulmanes y cristianos.
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Atacar a personas sospechosas de conversiones religiosas o de “amor jihad” (un término conspirativo usado por extremistas para acusar falsamente a musulmanes de seducir y casar mujeres hindúes para convertirlas).
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Vigilantismo y patrullas “anti-carnicería” para impedir el sacrificio de vacas.
Aunque el grupo se presenta como voluntario y patriótico, varias investigaciones e informes de ONG internacionales lo han vinculado a disturbios, linchamientos y campañas de odio. El Bajrang Dal no está prohibido en India, pero en países como Estados Unidos ha sido designado como organización extremista.







