Sarah: «Ésta es nuestra vocación cristiana: beber el cáliz de la Cruz»
Cardenal Sarah, 400.º aniversario de las apariciones de Santa Ana en Sainte-Anne-d’Auray | © X/@SiateSanti

Enviado papal para el 4º centenario de las apariciones de Santa Ana

Sarah: «Ésta es nuestra vocación cristiana: beber el cáliz de la Cruz»

En una emotiva homilía ha instado a los fieles bretones, franceses y de todo el mundo a redescubrir el verdadero sentido de la ambición cristiana y la importancia de la transmisión de la fe en la familia.

(InfoCatólica) Uno de las primeras decisiones de León XIV fue designar al cardenal Robert Sarah como su enviado especial para las celebraciones del 400.º aniversario de las apariciones de Santa Ana en Sainte-Anne-d’Auray, en Bretaña (Francia). El Pontífice destacó entonces la piedad y erudición del purpurado y le encargó presidir los actos que tendrán lugar esta semana. Las reacciones suscitadas por su homilía dan fe de ello.

En una emotiva homilía ha instado a los fieles bretones y franceses a redescubrir el verdadero sentido de la ambición cristiana y la importancia de la transmisión de la fe en la familia.

El Cardenal, que acudió como representante del Santo Padre, subrayó la relevancia de este acontecimiento «no sólo para vuestra diócesis, para toda Bretaña, sino también para toda la Iglesia», estableciendo desde el principio la dimensión universal de la celebración.

La verdadera ambición cristiana

En su homilía advirtió contra una visión materialista de la fe, señalando que los cristianos no deben acudir a Santa Ana de Auray simplemente para pedir prosperidad material. En cambio, definió con claridad cuál debe ser la auténtica aspiración de todo creyente:

«La única ambición cristiana, nos dice Jesús, es seguir a Cristo hasta el sacrificio, hasta la muerte en la Cruz, hasta la entrega de la propia vida por la gloria del Padre y la salvación de las almas.»

El testimonio del martirio

Uno de los momentos más impactantes de la homilía fue cuando el Cardenal habló sobre el martirio como expresión suprema de la fe, recordando a los presentes la situación de los cristianos perseguidos en diversas partes del mundo:

«Hoy, mientras hablamos, en muchas partes del mundo, los cristianos mueren como mártires. Caen bajo las bombas terroristas. Son masacrados, golpeados, encarcelados, hombres, mujeres e incluso niños.»

Con palabras contundentes, el Cardenal interpeló directamente a los fieles europeos sobre su tibieza espiritual:

«El ejemplo de los mártires debe mantener nuestro amor a Dios. Un cristiano que no desea el martirio ya está enfermo»

Sarah explicó que el martirio no solo se realiza «derramando toda la sangre de una vez», sino también «gota a gota cada día», refiriéndose al testimonio cotidiano de quienes son «heroicamente escarnecidos, humillados y despreciados cada día por su fe».

La familia como transmisora de la fe

Gran parte de la homilía estuvo dedicada al papel fundamental de los padres en la transmisión de la fe, comparando su misión con la de Santa Ana, quien educó a la Virgen María:

«A vosotras, madres, Dios os confía una misión. Sois portadoras de un tesoro precioso. A pesar de vuestra debilidad, se os confían las almas de vuestros hijos. ¡Qué misión tan terrible! ¡Qué enorme responsabilidad!»

El Cardenal instó a los padres a no descuidar la dimensión espiritual en la educación de sus hijos:

«No olvidéis transmitirles la fe. No tengáis miedo de dar testimonio de vuestra fe a vuestros hijos. Como dice san Pablo en la primera lectura, creemos. Por eso hablamos.»

Con especial énfasis, Sarah destacó la importancia de la oración familiar:

«En todas las familias cristianas, debemos rezar juntos al menos una vez al día. En todas las familias cristianas debemos enseñar la fe.»

La Tradición como cadena ininterrumpida

Finalizando su mensaje, el Cardenal habló sobre el concepto de Tradición, describiéndola como una «cadena ininterrumpida de la que Cristo es el primer eslabón», y subrayando la responsabilidad de cada generación:

«Esto es la Tradición con mayúscula: transmitir lo que hemos recibido, transmitir lo que Dios reveló a los apóstoles y lo que ha pasado a través de tantas generaciones de cristianos hasta llegar a nosotros.»

La homilía concluyó con un llamado a la perseverancia en la oración, incluso ante el aparente fracaso en la transmisión de la fe, recordando el ejemplo de Santa Mónica, cuyas oraciones por su hijo Agustín fueron finalmente escuchadas.

Esta celebración marca el inicio de un año jubilar que promete ser un tiempo de renovación espiritual para los fieles bretones y para toda la Iglesia universal.

Texto de la homilía transcripción del video

Queridos hermanos en el episcopado y en el sacerdocio, queridos amigos de Bretaña, hoy comienzan las celebraciones del 400 aniversario de las apariciones de santa Ana. El Santo Padre me ha enviado a vosotros como enviado extraordinario para expresaros cuán importante considera este acontecimiento no sólo para vuestra diócesis, para toda Bretaña, sino también para toda la Iglesia. Ya hoy, fiesta del apóstol Santiago, llamado el Mayor para distinguirlo del otro Santiago, primo de Jesús, nos permite vislumbrar el sentido espiritual de este aniversario. En el Evangelio de San Mateo, capítulo 20, vemos a la madre de Santiago, la esposa del Zebedeo, intercediendo ante Jesús. Ella es ambiciosa. Quiere que sus hijos Santiago y Juan ocupen la mejor posición en el reino de Dios.

Y Jesús frena su ambición. También nosotros, hermanos y hermanas, podemos arruinar nuestra peregrinación a Santa Ana de Auray viniendo únicamente a pedir a Dios que haga prosperar nuestros negocios, que saque adelante todas nuestras empresas, que satisfaga todas nuestras necesidades materiales. La única ambición cristiana, nos dice Jesús, es seguir a Cristo hasta el sacrificio, hasta la muerte en la Cruz, hasta la entrega de la propia vida por la gloria del Padre y la salvación de las almas.

Ésta es nuestra vocación cristiana: beber el cáliz de la Cruz. Y sé que vuestra región ha conocido tantos mártires, tantos sacerdotes y fieles que han derramado su sangre por fidelidad a su Fe. Los mártires nos dan ejemplo. Hoy, mientras hablamos, en muchas partes del mundo, los cristianos mueren como mártires. Caen bajo las bombas terroristas. Son masacrados, golpeados, encarcelados, hombres, mujeres e incluso niños. Dan su vida para dar testimonio de su fe en Jesucristo crucificado y resucitado.

Y vosotros, cristianos de Bretaña, cristianos de Francia, ¿vuestra ambición es cristiana o mundana? ¿Deseáis el martirio, el testimonio definitivo, el don de vuestra vida? La tibieza, la indiferencia, la apostasía silenciosa nos acechan como un virus corruptor.

El ejemplo de los mártires debe mantener nuestro amor a Dios. Un cristiano que no desea el martirio ya está enfermo. Esto no borra el corazón, la angustia, ni siquiera nuestros pecados de cobardía, pero al menos en el fondo de nuestro corazón, podemos decir como una oración: «Señor, que pueda dar testimonio de tu amor, que pueda dar de mí mismo, que pueda, si es posible, dar mi vida por amor a ti, queridos amigos». El martirio se puede realizar derramando toda la sangre de una vez, pero también se puede realizar derramando la sangre gota a gota cada día. Este martirio, este testimonio cotidiano, sigue siendo el más extendido, sobre todo en vuestra Europa de antaño, cristiana [voz desconocida wow].

Es el de aquellos que son heroicamente escarnecidos, humillados y despreciados cada día por su fe. Es también el testimonio de los padres que se entregan cada día por sus hijos. En el Evangelio, vemos a la madre de Santiago intercediendo ante Jesús, y hoy estamos reunidos para abrir la fiesta de Santa Ana, la madre de la Virgen María. ¿Cuántas madres han desempeñado un papel decisivo en la vida de los santos? Pienso en la madre de san Juan Bosco, de santo Domingo Savio, de santa Mónica, la madre de san Agustín, de santa María, de santa Ana, que confió la educación humana y religiosa a la santísima Virgen María, pero también confió a santa la misión de educar a los bretones, a los franceses y a todos los pueblos del mundo a estar atentos a la santa voluntad de Dios y a dedicar su vida a Dios. A vosotras, madres, Dios os confía una misión. Sois portadoras de un tesoro precioso. A pesar de vuestra debilidad, se os confían las almas de vuestros hijos. ¡Qué misión tan terrible! ¡Qué enorme responsabilidad! Esto vale tanto para los padres como para las madres. Dios os confía un hijo al que llama a la santidad. Os confía la misión de preparar su corazón para que también él pueda acoger libremente la gracia divina. Queridos padres cristianos, día tras día os entregáis en cuerpo y alma. Hacéis enormes sacrificios para alimentar a vuestros hijos. Trabajáis duro. Y yo os rindo homenaje.

Sois mártires, testigos de nuestro tiempo. Os preocupáis constantemente de lo mejor para la educación de estas pequeñas almas que el Señor os ha confiado. No olvidéis sus necesidades espirituales. No olvidéis transmitirles la fe. No tengáis miedo de dar testimonio de vuestra fe a vuestros hijos. Como dice san Pablo en la primera lectura, creemos. Por eso hablamos. Sí, hablamos en una familia cristiana; debemos hablar de Dios, enseñar el catecismo, explicar la Palabra de Dios y llevar a los niños a la misa dominical. Fijaos en las conocidas imágenes de Santa Ana con María de pequeña aprendiendo con ella a leer las Sagradas Escrituras y en el regazo de su madre. Fue en ese regazo donde la Virgen María aprendió a cantar los salmos, a rezar, a esperar al Mesías de Israel. Es en el regazo de sus padres donde los pequeños bautizados deben aprender su primera oración y los rudimentos del catecismo. No tengáis miedo de transmitirlo. Dios os ha confiado esta magnífica misión de dar vida humana. Veo familias hermosas y numerosas, gracias. Sí, gracias por vuestra generosidad, por vuestra confianza en Dios. Y os he dicho a todos que, junto con la vida humana, Dios os pide que transmitáis la vida divina, la vida de la gracia recibida en el bautismo. Es el don más hermoso que podéis hacer a vuestros hijos, transmitirles este poder extraordinario que pertenece a Dios. No depende de nosotros. El don de la gracia no depende de nosotros, sino que depende de vosotros abrir vuestro corazón a este don.

En todas las familias cristianas, debemos rezar juntos al menos una vez al día. En todas las familias cristianas debemos enseñar la fe. Queridos padres, vuestro papel es decisivo. No tengáis miedo. San Juan Pablo II os dice: no tengáis miedo. Puede suceder que vuestros hijos rechacen el don de Dios. No se os pide que tengáis éxito, sino que lo transmitáis sin inquietaros, desconcertados, a veces incluso perplejos, abrumados, pero no destruidos. Incluso en este don tan íntimo, tan personal, de la vocación a la vida sacerdotal, a la vida consagrada, a la vida religiosa, tenéis un papel que desempeñar. Ciertamente, no os corresponde a vosotros decidir la vocación de vuestros hijos. Es su secreto con Dios. Pero ¿cómo van a escuchar la llamada si no preparáis su corazón para amar a Dios, para amar a los sacerdotes, para amar a los religiosos y religiosas? ¿Cómo va a acoger la vocación si usted no reza para que sus hijos sean llamados? ¿Cómo se atrevería a responder a esta llamada si ponéis en sus almas el único deseo de triunfar a los ojos del mundo mediante el dinero, el éxito y el placer?

Queridos padres, como Santa Ana y la Virgen María, como tantos padres de santos, tenéis la gran responsabilidad de transmitir la fe, de transmitir la oración, de transmitir la vida cristiana. Esto es la Tradición con mayúscula: transmitir lo que hemos recibido, transmitir lo que Dios reveló a los apóstoles y lo que ha pasado a través de tantas generaciones de cristianos hasta llegar a nosotros. Formamos una cadena ininterrumpida de la que Cristo es el primer eslabón. No tenemos derecho a devolver esta cadena. La familia cristiana es el lugar donde se realiza la tradición, la transmisión. Es hermoso transmitir vuestras tradiciones nacionales y regionales, vuestras lenguas, vuestros usos, vuestras costumbres. Pero todo esto sería vacío y absurdo si no transmitierais la Fe que es el alma de todas vuestras tradiciones.

En Bretaña es tradicional peregrinar. Esto es bueno y correcto, pero el corazón de esta tradición sigue siendo el ejemplo de Santa María, la madre de la Virgen, que transmitió a María, la madre de Jesús, la fe recibida de sus padres. Queridos amigos, bendigo a Dios que me da esta alegría, esta gracia de rezar con vosotros. Santos, bendigo a Dios que me da esta gracia de fortaleceros en la fe. Bendigo a Dios porque al venir aquí, yo mismo me sentiré confortado por vuestra fe. Pidamos a Santiago, pidamos a Santa Ana la fuerza de dar testimonio en nuestras familias para transmitir la fe. Y si a veces sentimos que hemos fracasado porque un hijo se aleja de la fe o la rechaza, recemos, repito, recemos. Recemos. Como hizo Santa Mónica con San Agustín. Mónica lloró y rezó por la conversación de su hijo Agustín. Su oración fue concedida. Demos testimonio, atrevámonos a hablar, no porque seamos mejores o superiores, sino porque somos portadores de un tesoro del que no podemos privar al mundo.

El tesoro del Evangelio.

Amén.

El tesoro de los sacramentos que salvan al mundo. Que Santiago, Santa Ana y todos los padres de los santos del cielo nos den la fuerza para dar un testimonio alegre y perseverante, que nada pueda repeler ni desanimar. Que tengamos la fuerza de dar testimonio en el martirio de la vida cotidiana e incluso hasta el martirio final, si Dios nos concede la gracia. Santiago, san Agustín y santa Ana, rogad por nosotros. Amén. M.

 

24 comentarios

Vetus Ordo
Una homilía CATÓLICA preciosa. Con lo escasas que son ahora entre el clero, como encontrar un diamante en un muladar.
Es un milagro que todavía tengamos a alguien de la jerarquía que intente salvar las almas.
Dios proteja al cardenal Sarah
26/07/25 11:09 AM
Observador
Hay que tener cuidado con eso de "desear" el martirio. La Iglesia siempre ha rechazado la búsqueda directa del martirio, como, por ejemplo, no tomar las debidas precauciones para no ser martirizado.
26/07/25 11:12 AM
carlos saez Argentina
Maravillosa homilía, me encantaría que los consagrados de mi Patria (Argentina) tomen nota y transmitan a tantos hermanos confundidos, invadidos por los mensajes de la Tv estos claro conceptos ,y lo maravilloso que es seguir a Cristo
26/07/25 11:20 AM
Andrés
@Observador, el propio Cardenal dice que el martirio no solo se realiza «derramando toda la sangre de una vez», sino también «gota a gota cada día», refiriéndose al testimonio cotidiano de quienes son «heroicamente escarnecidos, humillados y despreciados cada día por su fe».

Está muy claro. Eso sí, siempre puedes "colar el mosquito"
26/07/25 11:45 AM
Maximiliano
Bien, pero yo reflexiono, al menos para mi, que es preferible encontrarse en la situación de elegir entre DIOS y el mal, eligiendo a DIOS a pesar de la amenaza de muerte.

Por cierto, precioso puente y fotografía. Tengo cuadros de una herencia, pero hay hogares con fotos enmarcadas que donan a los habitáculos de la vivienda de una gran elegancia y de gratos recuerdos. Y también hay que recordar que bastantes noticias de Infocatólica vienen acompañadas de fotos insuperables ( enhorabuena ).
26/07/25 2:23 PM
Marlene Perozo
Excelente!!
Educativo!!
Edificante!!
Cuantas ansias de escuchar estas homilías, hoy día, a pesar de las excepciones...martirio como meta del cristiano, educar desde el hogar y siempre confiar en Dios, Nuestro Salvador..loas a tan amado cardenal..mil bendiciones para el!!
26/07/25 2:30 PM
,,,
Pedro y los apóstoles replicaron:
«Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. Dios lo ha exaltado con su diestra, haciéndolo jefe y salvador, para otorgar a Israel la conversión y el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que lo obedecen».

Ellos, al oír esto, se consumían de rabia y trataban de matarlos.

El rey Herodes hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan.
26/07/25 3:36 PM
Cesar alonso
!!!BELLA!!! HOMILIA, profunda. Para la ORACION de hoy!!!
26/07/25 3:38 PM
anawim
Ante la sospecha, mas o menos cierta, de martirio sólo cabe una respuesta: HUIR. NSJ huyó de la matanza de los santos inocentes perpetrada por Herodes. No debemos desear el martirio, otra cosa es que a pesar de la huida del martirio, éste nos alcance, y entonces, con la gracia de Dios y ANTES de apostar, Dios nos conceda el Don del martirio, y entreguemos la vida por Dios, por la Fe, y por la Iglesia.
26/07/25 6:11 PM
anawim
Lo único que tenemos que pedir en la oración es la Gracia de no apostatar, pero en ningún caso el martirio.
26/07/25 6:20 PM
anawim
Una Homilía preciosa la del Cardenal Sarah. Como bien apunta el cardenal, ahora mismo estamos en el martirio blanco, que es igualmente martirio, pero sin derramamiento de sangre. Y para ambos martirios necesitamos la gracia de Dios. Sobre todo, tener muy claro que NO queremos apostatar pase lo que pase, y desde ahora pedir la gracia de no apostatar, y como la vida, los cristianos, la hemos recibido para entregarla, si hubiera que entregarla, con la gracia de Dios la entregaríamos. Con Dios todo, sin Dios nada.
26/07/25 6:47 PM
Marta de Jesús
A mí lo de desear también me chirría un poco. Pero como vivimos en el occidente blandiblu, pueda ser más cosa nuestra que real. Los primeros cristianos, y en otras épocas y situaciones, lo vivieron de un modo mucho más natural. Aquí estamos cagados, disculpen la expresión. Lo que está claro es que hemos de aceptar el martirio en caso de aparecer. Eso incluye no pecar aposta, favoreciendo maldades e injusticias, para evitar sufrirlo, pues a nadie en principio le apetece sufrir, con la excusa de la prudencia. En cualquier caso llega un momento en que huir se vuelve absurdo y toca afrontar. De algún modo Dios va marcando el camino. Además no es solo vivir o morir. Es realizar la misión que Dios nos haya confiado a cada uno. La misión pueda acarrear enemistades, ser desfavorecido o mucho peor.

A Sarah siempre es una delicia leerle. Gracias a Dios por este pastor.
26/07/25 9:48 PM
Fernando Rene
Salvo en algunos países en donde se persigue a la Iglesia, Obispos y Cardenales, están muy lejos del martirio en su sentido más especifico; y al mismo tiempo, como cada vez son mas los que coinciden con el mundo, el martirio, en todos sus sentidos, a quedado mas del lado de los laicos. La Jerarquía, lamentablemente, se ha convertido en una gran burocracia administrativo-relgiosa.
26/07/25 10:03 PM
Ángel Manuel González Fernández
Ni martirio ni nada: que se haga la Voluntad de Dios.
Como ese médico, sacerdóte y franciscano, que le iban a degollar y después a decapitar ante una cámara para pasarlo después por televisión de Al Jaceera: y nada, que el asesino fanático no pudo subir el cuchillo y el franciscano está vivo y "sin miedo a nada ni a nadie", según sus palabras.
A excepción de un gran santo como Ignacio de Antioquía:
Francisco de Asís, Domingo de Guzmán, Benito, Agustín, Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Juan Bosco, Catalina Labouré, Bernadette Soubirous, Martín de Porras -no de Porres-, Teresa de Calcuta o Francisco Javier.
( A Ignacio de Loyola no le pongo en la lista por el motivo que Dios y él sabe: el caso González).
26/07/25 10:36 PM
penc
Una gracia de Dios muy grande este cardenal que hermosa homilía, me gustó mucho lo que dijo de la tradición y es verdad llevamos con nosotros miles de años y se lo pasamos a nuestros hijos.
27/07/25 6:57 AM
Emiliano
El cardenal Sarah se refiere al sufrimiento sobrevenido y no al buscado qué es patológico
27/07/25 9:35 AM
anawim
El cardenal Sarah nos da unas catequesis buenísimas, pero hay que reconocer que son de Primera Comunión, coincido con Marta de Jesús, vivimos en blandiblú, entonces ahora nos tienen que recordar que en nuestro Bautismo nos hemos comprometido a entregar la vida por la fe si fuera necesario. Las generaciones pasadas no tenían ningún problema en ir a la guerra y entregar la vida por su Fe, pero nosotros ante esa perspectiva morimos de miedo y hasta pensamos que no sabemos si aún con la gracia de Dios seríamos capaces, y entonces empezamos a pedir dones especiales: Señor que no me duela, que sea rápido, que no vea sangre, y es que ¿todavía no nos hemos enterado? Que esta NO es la vida, que la vida es la otra, que cuando nos tengamos que ir nos vamos, sin problema, adiós.
27/07/25 11:37 AM
anawim
Hay una cosa que no entiendo bien, cuando tienes un golpe fuerte, herida por arma blanca, etc... No duele, hay una pequeña o grande conmoción cerebral, y no duele, y el hecho de sangrar no importa demasiado. Si preguntamos a los que han sufrido una agresión por arma blanca, accidente, etc. si les duele dicen que no les duele. Un padrastro duele mucho, un corte en el dedo con un cuchillo de cocina duele mucho, pero una herida más profunda por golpe o arma blanca no duele, supongo que es, -no lo sé, por la conmoción cerebral sin pérdida de conocimiento, más o menos leve. Lo que pasa es que a NSJ si le dolió la Pasión, a lo mejor el no tuvo conmoción cerebral, no lo sé. En cualquier caso, perdamos el miedo, porque lo más fácil es que cuando nos enteremos ya estemos cuasi muertos, esto si no nos eutanasian claro, porque si nos eutanasian dejamos este mundo sin enterarnos.
En fin, preparados en todo momento.
27/07/25 12:41 PM
Ada, aka Sonia S
Con permiso,

yo, la verdad, no os entiendo. Y no será que no haya hecho ímprobos esfuerzos para ello, tan cercana como estoy de los cristianos (y más de los católicos, en cuestiones como moral sexual por ejemplo).

Por expresiones como las de este Sr. cardenal permanezco no-creyente.

Es una 'teología de la muerte'?

No es el cristianismo una afirmación de vida ? como don sagrado; la resurrección, Jesús sana, alimenta, resucita, y su mensaje es de vida plena; "Yo soy el camino la verdad y la Vida"

No entiendo el deseo de martirio. (A mi su sola palabra ya me produce escalofríos).

Me parece casi como una contradicción.


Saludo, (con permiso).
27/07/25 3:29 PM
María de África
Ángel Manuel: ¿Por qué no repasas el marteriólogo de las grandes órdenes religiosas? En el S. XVI-XVII todo sacerdote que pisará Gran Bretaña o el Japón era asesinado.
27/07/25 4:18 PM
Ángel Manuel González Fernández
LOS MÁS GRANDES SANTOS DE LA IGLESIA NO FUERON MÁRTIRES
A excepción de un gran santo como Ignacio de Antioquía que murió mártir:
Dieron su vida día a día pero no murieron mártires ni dejaron pecadores asesinos manchados de su sangre:
Francisco de Asís, Domingo de Guzmán, Benito, Agustín, Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Juan Bosco, Catalina Labouré, Bernadette Soubirous, Martín de Porras -no de Porres-, Teresa de Calcuta, Francisco Javier.
( A Ignacio de Loyola no le pongo en la lista por el motivo que Dios y él saben: el caso González).
27/07/25 6:37 PM
Rafaelus
Nuestro Señor Jesucristo nos advirtió que no debemos jurar por Dios y que ni siquiera la cabeza podemos apostar en un juramento y por ello nuestra palabra debe ser sí o no, de lo que se puede interpretar que no se debe provocar ni buscar el martirio sino asumirlo cuando toque si no se pudo evitarlo sin pecar.
27/07/25 9:26 PM
maru
Grande, el cardenal Sarah.
28/07/25 9:10 AM
Claudia Figueredo
Leo a muchos cobardes atajándose por lo del martirio. "Señor, que pueda dar testimonio de tu amor, que pueda dar de mí mismo, que pueda, si es posible, dar mi vida por amor a ti, queridos amigos»
¿Qué parte no entienden de esta cita? Ese es un deseo profundo que todos los santos han tenido, independientemente de si fueron o no martirizados. La que piensa que es una contradicción, no sé con qué clase de católicos se estará juntando. No les suena esto de "Mi reino no es de este mundo"? Y ya veo lo poco que algunos se confiesan porque no recuerdan la frase "antes querría haber muerto que haberos ofendido". Y es que mientras aceptemos la Cruz y nos mantengamos en Gracia, Dios mismo nos protegerá y nos dará la fortaleza para no negarlo, aunque vengan degollando.
28/07/25 8:01 PM

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