(Opoka/Infocatólica) El religioso fue liberado en la festividad de Cristo Rey y en los últimos días ha querido compartir la experiencia vivida en cautiverio.
Mmiembro de la Orden de los Misioneros de África, ha trabajado durante casi 30 años en Malí. Los fieles se preocuparon cuando no apareció para oficiar la misa que tenía programada y su teléfono no respondía. Durante un año, no se proporcionó información sobre su paradero o estado de salud. Los detalles de su liberación permanecen en secreto, solo se sabe que el gobierno alemán estuvo involucrado.
El padre Hans-Joachim Lohre pensaba que su cautiverio duraría mucho más. Todavía hay un trabajador de una organización humanitaria alemana en manos de los islamistas en ese país, secuestrado en abril de 2018. Considera su liberación como un milagro. «Creo firmemente que hoy también Dios hace milagros, principalmente a través de otras personas, pero nunca se me ocurrió que haría uno para mí», escribe en su testimonio. Y añade: «Este año en el desierto en Malí, desde la festividad de Cristo Rey de 2022 hasta la festividad de Cristo Rey de 2023, me permitió experimentar que día a día Dios hizo milagros por mí». El misionero enfatiza que tuvo suficiente agua y comida, y que Dios lo protegió de enfermedades durante ese tiempo, incluso del dolor de muelas. Tampoco fue maltratado y no sufrió peligro por parte de serpientes o escorpiones, a los que logró «neutralizar» a tiempo.
El religioso confiesa que el mayor milagro para él fue sobrevivir esos 368 días en oración, en profunda paz interior y con conciencia de la presencia de Dios. «Estoy seguro de que debo esto a las oraciones de miles de personas, cristianas y musulmanas, en Malí y en todo el mundo», escribe, deseando que todos, al igual que él, experimenten diariamente el «milagro de la Navidad de Dios» y la presencia de Dios en sus vidas.
Malí es uno de los países más peligrosos para los discípulos de Cristo. Ha habido múltiples secuestros de líderes religiosos cristianos. Durante años, el país ha sido escenario de ataques de extremistas islámicos, que comenzaron en 2012 y se extendieron a países vecinos como Níger y Burkina Faso, desestabilizando la situación en toda la región.