(InfoCatólica) El Cardenal Eijk, médico de formación, ha reprendido a algunas parroquias de su archidiócesis por excluir a los fieles de la Santa Misa.
El cardenal Willem Eijk, arzobispo de Utrecht, dio instrucciones a todas las parroquias de la archidiócesis de Utrecht para que se abrieran al culto. Sin embargo, seis parroquias de su archidiócesis mantuvieron las puertas cerradas a principios de este mes, a pesar de las directrices de la conferencia episcopal holandesa y del gobierno holandés que permiten reuniones de hasta 50 personas.
En una carta del 7 de enero, el cardenal dio instrucciones a los sacerdotes, diáconos y consejos pastorales para que abrieran sus iglesias al culto «en el menor tiempo posible», especificando que debía ser a más tardar el domingo 16 de enero. Reconoció la reacción airada de muchos feligreses al ver que se les niega el acceso a la Santa Misa y a la Eucaristía.
No importa cuán hermosa y ordenada sea la transmisión en vivo, no sustituye escuchar la Palabra de Dios y recibir la Sagrada Comunión.
«Más de una vez se ha puesto de manifiesto la importancia de que los fieles asistan a las celebraciones litúrgicas, en particular a la Eucaristía, que -al fin y al cabo- es el alimento esencial para la salvación de las almas», exhortó. «Por muy bonito y cuidado que sea la 'transmisión en vivo', no sustituye a la escucha de la Palabra de Dios y recibir la Sagrada Comunión».
El prelado advirtió que la prohibición a los fieles plantea consecuencias perjudiciales para «nuestra vida de iglesia, ahora y en el futuro».
Dijo que cuando a los creyentes no se les ofrece la oportunidad de entrar a su parroquia durante mucho tiempo o asistir físicamente a la liturgia, esto socava la vida de la Iglesia, quizás de manera irreparable. Al observar que es probable que las preocupaciones en torno a COVID-19 «duren años», el Cardenal Eijk aconsejó a los católicos que siguieran los protocolos proporcionados por la conferencia episcopal holandesa.
En la carta, Eijk, agradeció a «todos los que han hecho posible la vida de la Iglesia en el último año» que siguieran los protocolos de la COVID como una forma de «irradiar unidad y claridad».