(Gènéthique/InfoCatólica) «La Academia Nacional de Medicina (ANM), muy implicada desde hace tiempo en la reflexión sobre el final de la vida, siempre ha afirmado que no está en la misión del médico dar la muerte». El Comité Consultivo Nacional de Ética anunció hace 15 días la creación de un grupo de trabajo sobre el final de la vida, la ANM se posiciona ahora con un comunicado.
¿El regreso del juramento hipocrático?
«No podemos ocultar el sufrimiento real de los cuidadores que pasan de los cuidados a la asistencia activa a la muerte», subraya la Academia, que recuerda que recientemente se han debatido en el Parlamento dos proyectos de ley relativos a la «asistencia activa a la muerte». Las propuestas pretenden tener apoyo popular, sin embargo, la institución cree que los ciudadanos desconocen las medidas vigentes, «lo que, según la orientación de las preguntas, sesga las encuestas en un tema tan sensible como el suicidio asistido o la eutanasia». Además, existe «una gran desigualdad en el acceso a los cuidados paliativos al final de la vida», considera la sociedad científica.
En consecuencia, antes de considerar la adopción de nuevas disposiciones legislativas, la Academia Nacional de Medicina recomienda «una aplicación eficaz del sistema existente» que, según ella, requiere «una formación profunda sobre la atención al final de la vida» para los profesionales de la salud, «una información objetiva y detallada al público sobre la legislación vigente» y «una evaluación rigurosa de la aplicación de las disposiciones en vigor». La ANM dice estar dispuesta a contribuir a esta labor.
Aplicar el «sistema existente». ¿Con qué consecuencias? Caso Lambert
Pero, ¿qué significa aplicar el «sistema existente»? Según la ley Claeys-Leonetti, recuerda la ANM, «toda persona tiene derecho a un final de vida digno acompañado del mejor alivio posible del sufrimiento». Un «final de vida digno y apacible» que «está asegurado por la calidad de los cuidados, por los cuidados paliativos adaptados y, si es necesario, por una sedación proporcionada, incluso en algunos casos profunda y continua «que provoque una alteración de la conciencia mantenida hasta la muerte, asociada a la analgesia y al cese de todos los tratamientos de mantenimiento de la vida», explica la Academia.
«Esta sedación es posible para el paciente que padece una enfermedad grave e incurable, cuyo pronóstico vital está comprometido a corto plazo», especifica la institución. Pero, como alerta Gènéthique, la aplicación «efectiva» del «sistema existente» ha permitido, sin embargo, que un hombre, Vincent Lambert, sea «legalmente condenado a muerte, aunque no esté enfermo, ni al final de su vida, y mientras su alimentación, ciertamente artificial, pero poco restrictiva, no planteaba ningún problema», recordó el profesor Xavier Ducrocq, jefe del servicio de neurología del Hospital Regional de Metz-Thionville, durante su comparecencia en el marco del examen del proyecto de ley de Olivier Falorni el 24 de marzo. Un hombre que «estaba gravemente discapacitado, con una minusvalía estable», y que, «a pesar de ser un profesional de la salud», »no había expresado ninguna voluntad anticipada».
Mientras que los pacientes que padecen enfermedades neurovegetativas de evolución lenta están claramente en el punto de mira del CCNE, los miembros de la Academia Nacional de Medicina han guardado hoy silencio al respecto.