Nueva y Vieja religión (I)

Tras la destrucción material, moral y espiritual ocasionada por La Modernidad con sus expresiones políticas (como la I y II Guerra Mundial, comunismo y nacional-socialismo) y filosóficas (como materialismo y vitalismo, voluntarismo y universalismo, tercera fuerza…), los modernistas vieron la oportunidad de lanzarse de nuevo y más sutilmente contra la Iglesia

En otros artículos me he referido a La ModernidadEl problema de La  Modernidad por ejemplo. Quisiera insistir en el tema porque es, a mi entender, la clave de la situación que estamos viviendo. La actual crisis no es económica ni política, es una cuestión moral, tal como a defendí –No es la economía ni la política, es la moraly ésta cuestión o problemática se sustenta en La Modernidad.

Desde mediados del siglo XIX –por lo menos– La Modernidad consiguió implantar su Filosofía-Ideología en La Christianitas hasta el punto de transformarla en mentalidad y cultura general, hoy diríamos global. No debe extrañarnos que los Papas Pío IX, León XIII, Pío X, Pío XI y Pío XII denunciasen La Modernidad y sus errores. Incluso organizaron y desarrollaron todo un concilio –el Vaticano I– donde expusieron minuciosa y públicamente los errores y la condena a La Modernidad, a  su mentalidad y cultura. Al mismo tiempo renovaron la explicación de la Doctrina y el Magisterio de la Iglesia a la luz de la Tradición y las Escrituras. El camino expuesto por la Iglesia a estos respectos parecía seguro, pero no era el camino querido por La Modernidad.

Tras la destrucción material, moral y espiritual ocasionada por La Modernidad con sus expresiones políticas (como la I y II Guerra Mundial, comunismo y nacional-socialismo) y filosóficas (como materialismo y vitalismo, voluntarismo y universalismo, tercera fuerza…), los modernistas vieron la oportunidad de lanzarse de nuevo y más sutilmente contra la Iglesia. Para ello elaboraron todo un plan de ataque mediante la continua acusación a la Iglesia de: arcaica y ruinosa, decadente, hipócrita y artificial, retorcida e indecente. La conclusión fue clara, la Iglesia es perjudicial y dañina para el ser humano, la sociedad, el Estado, la paz y el progreso universal.

Estas acusaciones repetidas de continuo por los medios de comunicación de masas fueron enraizando dentro de la Iglesia, siendo asumidas por muchos de los que deberían haber estado alerta y combatido contra estos ataques y falsedades. La solución propuesta fue el Concilio Vaticano II.

Pese a que el nuevo concilio ratificó toda la Doctrina y Magisterio, los modernistas se emperraron en propalar lo contrario. Supieron deformar, tergiversar e incluso falsear las enseñanzas del Concilio. Dicho falseamiento fue esparcido a través de sus medios de comunicación. La imposición de tal interpretación ha tenido enorme éxito, siendo asumida por numerosos intelectuales cristianos y católicos anhelantes de novedades. En tales errores cayeron teólogos como los Rahner y Schleiermacher, Friedrich Strauss y Harnack, los Schillebeeckx, Metz o Küng; impregnando con sus errores toda la teología cristiana. El común de los católicos sencillamente se incorporó acríticamente a la versión conciliar más difundida sin comprender que no hacía falta buscar interpretaciones novedosas, que la novedad ya la tenían entre sus manos vivificada por el Concilio Vaticano I y reafirmada en el II Concilio Vaticano.

La esencia que fundamenta y sobre la que se levanta todo el entramado de errores propagados por los veceros de La Modernidad, se puede resumir en la idea de que la fe se sustenta en una decisión racional personal y aquí está la raíz del hombre religioso. Esto implica elevar la razón humana por encima de la Razón Divina, esto es, encumbrar la propia conciencia como medida de todas las cosas. De tal manera el hombre, aunque permanece abierto al infinito, tal abertura tiene su origen y parte del propio hombre y no de Dios.

La Modernidad sostiene que la fe surge de una decisión personal, nace de uno mismo, uno mismo se la da a sí mismo. Por lo tanto la fe no es respuesta ni asentimiento del hombre hacia Dios, sino propio descubrimiento humano generado por la propia razón humana. Esto hace que el hombre ya no necesite de Dios (Nietzche lo entendió muy bien y por ello proclamó la muerte de Dios). A este propio descubrimiento se le llama autotrascendencia. Es la hermenéutica trascendental que proponía Rahner, por ejemplo. Una de las consecuencias de tal propuesta es que de la fe se pasa a la exaltación del autoconocimiento, entendido como necesario para trascender. Así, la trascendencia es algo puramente humano, circunscrito a técnicas espiritualistas y mentalistas, psicológicas y anímicas.

¿Dónde queda Jesucristo? Él es propuesto por La Modernidad como uno de los modelo de autoconciencia más perfectos y de la cual brota un poder que domina todo su ser y vida entera (de ahí la capacidad para resucitar, por ejemplo). De tal forma la fe queda desentendida o liberada de la Gracia Divina, resituándose en el supuesto poder inmanente del hombre para autotrascender y regenerarse en multiplicidad de vidas hasta alcanzar la perfección (sed perfectos como mi padre celestial es perfecto). Por lo tanto, queda rechazada la verdadera gratuidad del orden sobrenatural y Revelado. La nueva referencia es la propia voluntad autónoma de trascender a un nivel superior pasando a una nueva etapa de perfeccionamiento personal. Este enfoque queda completado con la interpretación de la historia, de Jesucristo y del cristianismo desde la dialéctica materialista.

La Modernidad ha conseguido incrustar la dialéctica materialista como elemento hermenéutico de interpretación de la Historia de la Humanidad constituyendo un nuevo cuerpo teológico y doctrinal: la teología de la liberación. Ésta no reflexiona sobre la Revelación, sino sobre el hecho concreto de la lucha de clases como eje de evolución de la historia humana. De esta forma La Modernidad ha pretendido vaciar la teología y convertirla en interpretación histórico-social y ateo-materialista, lo que ha venido ocasionando desviaciones “ruinosas para la fe y la vida cristiana” como señala la Libertatis nuntius.

Alcanzado este escalón, el siguiente objetivo planteado por La Modernidad es demostrar que la Iglesia está dividida en dos grupos antagónicos: uno, joven, vigoroso e innovador, a favor del progreso y de la paz, a favor de las personas y de su bienestar; otro, obsoleto y atávico, un lastre para el progreso de la humanidad. Muchos cristianos y católicos se han dejado seducir por el supuesto buenismo del primer grupo y por su programa para una nueva Iglesia, el cual puede esquematizarse en:

Fomento de la secularización y privatización de “lo religioso”;

Diálogo Ecuménico que equipare la diversidad de cosmovisiones y un marco jurídico que las proteja, dentro de un Estado Laico;

Nuevas formas de organización de la Iglesia, democráticas y anti-jerárquicas;

Impulso de una cultura y espiritualidad postmaterialista, fomentando nuevos cauces de espiritualidad universalista y “piedad cósmica”;

Una cultura, religiosidad y espiritualidad “eco” (ecobudismo, ecocristianismo, ecohiduismo…) que guíe las relaciones de producción, la espiritualidad y el comportamiento humano en su conjunto;

Una nueva fundamentación económico-social, desde la deslegitimación religiosa del capitalismo y de la democracia burguesa (contra la economía de mercado y la democracia);

Un nuevo pluralismo como base de un nuevo sistema político, socio-económico y religioso de ciudadanos, por ciudadanos, para ciudadanos.

Este programa tiene dos concreciones vinculadas: fuera del catolicismo, la espiritualidad de la Nueva Era con sus “iglesias”, movimientos filosóficos y organizaciones filantrópicas; dentro del catolicismo, nuevas iglesias plurales técnicamente unidas a Roma pero en la práctica y de facto desligadas de Roma. El eslogan es: una nueva iglesia de los hombres y mujeres de hoy y del futuro.

Antonio R. Peña, Doctor en Historia

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1 comentario

Pedro
No es por ser quisquilloso, pero tal y como entiende la religión Kant y está condenado por Pío X en la Pascendi, los modernistas entienden la religión como un sentimiento, no como un acto racional.

Por lo demás, el artículo está muy bien.
19/06/10 3:57 PM

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