InfoCatólica / La Puerta de Damasco / Categoría: General

1.09.09

La belleza de la voz

“La cultura del canto es también cultura del ser” y “los monjes con su plegaria y su canto han de estar a la altura de la Palabra que se les ha confiado, a su exigencia de verdadera belleza”, decía Benedicto XVI comentando una meditación de San Bernardo de Claraval.

El canto, el ser – la realidad en su dimensión última- , la plegaria, la Palabra; en definitiva, la belleza. “Estoy convencido de que la música es verdaderamente el lenguaje universal de la belleza”, ha dicho también el Papa. Quizá la voz sea, de todos los instrumentos, el más bello. Dios dio a los hombres la voz para que, de algún modo, como respondiendo, se hiciesen eco de su gloria.

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31.08.09

Sub specie hilaritatis

Decía Baruc Spinoza que las cosas debían ser contempladas desde la perspectiva de lo eterno, “sub specie aeternitatis”, que es algo así como conocerlas desde el punto de vista de Dios, en libertad con respecto a las pasiones y superando, de algún modo, los límites de la razón.

No todos han estado de acuerdo con este enfoque. Ortega y Gasset proponía el “perspectivismo”. Frente a la eternidad como prisma de aproximación a la realidad, la circunstancia. El mundo debería ser visto “sub specie circumstantiarum”, desde el instante de cada circunstancia.

Pero no es éste el momento de adentrarse en disputas filosóficas de amplio espectro. Leyendo un famoso blog, que no hace falta que cite porque seguro que es conocido por todos, me ha hecho gracia un nuevo enfoque epistemológico: “A estas alturas uno ya está curado de espantos y de todo. Y mira las cosas ‘sub specie hilaritatis’ ”.

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30.08.09

Derecho de asilo

Ya sé que el término, “derecho de asilo” tiene una connotación precisa. Cargado, además, en alguna de sus acepciones, con el peso de la historia; de la historia civil y de la historia eclesiástica, una distinción formal que no siempre corresponde a la realidad de las cosas.

La realidad es una. Las divisiones, las taxonomías, las clasificaciones son asunto nuestro. Nadie humano puede hacerse cargo del todo con un solo golpe de vista. Se hace preciso componer y dividir, proceder poco a poco, paso a paso.

Por mi experiencia como párroco – experiencia corta – veo que la Iglesia sigue ejerciendo, en la mente del común de los mortales, una especie de derecho de asilo. Cuando las personas no saben a donde ir, vienen, con frecuencia, a la Iglesia.

Sería interminable relatar los motivos: paro, pobreza, crisis familiares, angustia, necesidad de ser escuchados o atendidos, fracaso de un programa de rehabilitación. Hay tantas historias como personas, tantos argumentos como biografías.

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28.08.09

La morada de la obediencia

Domingo XXII TO (B)

“Estos mandatos son vuestra sabiduría” (Dt 4,6). La Ley es presentada en la Escritura como don de Dios y fuente de sabiduría y de vida. Al pueblo, liberado de Egipto, se le otorga la Ley como un primer camino de libertad frente a la esclavitud del pecado; un primer camino que anticipa la redención del pecado que realizará Cristo. La obediencia al mandato conduce a la sabiduría, a la “rectitud de juicio según razones divinas” (Santo Tomás).

Nuestra conducta será prudente, y alcanzaremos el grado más alto del conocimiento, si nos dejamos conducir según Dios, en conformidad con sus normas. Nada hay en lo que Dios nos pide que pueda contradecir nuestro bien, y ninguna senda es más razonable que la obediencia libre a su Palabra.

La obediencia es un elemento intrínseco de la fe y de la práctica de la misma. Creer es obedecer; es la antítesis del orgullo y de la autosuficiencia. La revelación, la Palabra de Dios, es mensaje y mandato, enseñanza y ley. La fe es, simultáneamente, confianza y sumisión; entrega de todo el hombre, también de su razón, a Dios. La obstinación, la confianza excesiva en el propio juicio, hace imposible la fe.

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27.08.09

Odium theologicum

La expresión resulta ya en sí misma repugnante: “odium theologicum”. Si Dios es amor, parece ya una blasfemia calificar como “teológico” ese sentimiento que consiste en la antipatía y la aversión hacia algo o alguien cuyo mal se desea.

No hace falta remontarse a la historia – por ejemplo, a la controversia “de auxiliis”, por no hablar de los enfrentamientos entre las diversas confesiones cristianas - para hallar exponentes claros de esta variedad de odio. Está presente en toda época y, en nuestros días, se diría que hasta resucitado. Si alguien lo duda, que observe cómo se azotan entre sí los comentaristas de algunos blogs que abordan la cuestión religiosa. El encarnizamiento sube de tono, normalmente, cuando se trata la problemática litúrgica: que sin en latín o en lengua vernácula, que si “ad Orientem” o “versus populum”. La excepción es el debate sereno. La norma, la crispación.

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