20.09.09

Ceguera

Es triste verse privado de la vista, de ese sentido que nos permite percibir los objetos mediante la acción de la luz. Pero la ceguera puede consistir también en una alucinación, o en un afecto que ofusca la razón. Uno puede estar ciego a fuerza de confusión, trastornado no tanto por la imposibilidad física de ver sino por la resistencia a hacerlo.

Según Santo Tomás de Aquino la ceguera de la mente es uno de los vicios que se oponen al don de entendimiento: “Como la ceguera corporal es la privación de lo que es principio de visión corporal, así también la ceguera de la mente es privación de lo que es principio de la visión mental o intelectual” (STh II-II 15 1).

Sin una especie de ceguera no se podría entender un hecho tan grave como el recurso al aborto y, menos aun, la justificación intelectual, moral y legal de este hecho. No se trata de que la realidad no sea diáfana; se trata más bien de que nos negamos a verla, a reconocerla tal cual es, y a llamar a cada cosa por su nombre.

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19.09.09

Cuando el Justo resulta insoportable

Domingo XXV TO (B)

Pocas cosas nos sublevan tanto como el sufrimiento del justo, del inocente, de aquel que está libre de culpa. El libro de la Sabiduría profetiza el rechazo y la condena de Jesús en la figura enigmática de un justo que es sometido “a la prueba de la afrenta y la tortura” porque le resulta insoportable a los impíos. Es el destino de Jesús. Su pasión – escribe el Cardenal Vanhoye – “fue provocada por la maldad de los hombres. Jesús, que siempre hizo el bien, que se mostró tan generoso y misericordioso con todos, fue criticado, perseguido, acusado y condenado precisamente por eso”.

Jesús es el Hijo del Hombre, entregado en manos de los hombres, humillado por una sentencia injusta y por una muerte infamante. Pero esta suerte no abrevia el amor benevolente del Padre que, conforme a su designio de salvación, nos lo da todo, entregándonos a su propio Hijo. Dios ha permitido la crueldad con el justo, los actos nacidos de la ceguera de los hombres, para quebrar la distancia que nos aparta de Él y para abrir, en nuestros corazones, un nuevo comienzo. Al igual que a los primeros discípulos, también a nosotros nos cuesta comprender esta lógica de la entrega, la misteriosa compatibilidad aparente entre el pecado más grande y el amor más grande que se perfila, a los ojos de la fe, en la Cruz del Salvador.

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18.09.09

Una página sobre ciencia y fe

Yo no soy una persona de formación científica. Mi aproximación al fenómeno de la ciencia es indirecto; a través de la Filosofía, de la Historia de la Ciencia y de la Teología. Pero es un campo que me interesa, pese a que mi vocación es netamente “de letras”.

Uno de los muchos comentaristas de este Blog – y son comentaristas muy cultos y, afortunadamente, muy educados – me ha dicho que una página que yo había recomendado sobre las relaciones entre ciencia y fe le había parecido “interesante y honesta en la presentación de las cuestiones científicas”. No es poco. Sin esa base de confianza, sin ese reconocimiento de que se tratan las cuestiones con honestidad, no puede haber diálogo.

Por el hecho de ser creyente no se deduce la necesidad de despreciar, o de desconfiar, de la ciencia. Dios ha dado al hombre la razón para que, usándola, pueda escrutar los secretos del universo. La naturaleza, para un cristiano, es creación, obra de Dios, en la que su Autor ha dejado impresa su huella. Y también es obra divina, reflejo de la grandeza de Dios, la inteligencia humana; la capacidad de interrogar, de comprender y de explicar.

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17.09.09

San Roberto Belarmino y las aptitudes para el episcopado

La Iglesia celebra hoy a San Roberto Belarmino, obispo y doctor de la Iglesia. Nació en Montepulciano en el año 1542. Era sobrino del Papa Marcelo II y aspiraba a obtener altos puestos, pero, nos dice él mismo, “cuando más deseoso estaba de conseguir cargos honoríficos, me vino de repente a la memoria lo muy rápidamente que se pasan los honores de este mundo y la cuenta que todos vamos a tener que darle a Dios”.

Roberto quiso, pues, vacunarse frente a esa posibilidad de escalada eclesiástico-social y se hizo jesuita, con la intención de no ser elegido ni obispo ni cardenal. Terminó siendo ambas cosas. Después de enseñar en Lovaina y en el Colegio Romano – hoy, Universidad Gregoriana – fue creado cardenal y obispo de Capua. Desplegó una intensa actividad como teólogo en la curia romana y se dedicó, entre otros menesteres, a la teología de controversia, para poder refutar los ataques de los protestantes (hoy diríamos, y la apostilla no es irónica, “para cultivar el diálogo ecuménico”). Murió en Roma en 1621.

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16.09.09

Superstición y culto del diablo

“Recibí la carta de tu santa caridad en la que me dices que te escriba algo, aunque sea a modo de síntesis, sobre el origen de los ídolos y de sus crímenes, para la instrucción de los rústicos, que retenidos todavía por la antigua superstición de los paganos, dan un culto de veneración más a los demonios que a Dios”. Así comenzaba, allá por el siglo VI, San Martín de Braga su De Correctione Rusticorum. Respondía con este escrito a una petición del obispo Polemio de Astorga, quien le había pedido una especie de guía para la visita pastoral.

Si San Martín viviese hoy, podría seguir reeditando su obra, quizá con ligeros ajustes en tal o cual punto. Las supersticiones, las creencias extrañas a la fe religiosa y contrarias a la razón, gozan, aunque nos cueste explicarlo, de una excelente salud. E igualmente todo lo que, de un modo vago, podemos encuadrar dentro del capítulo de la magia. Hechizos de diferentes tipos, amarres de amor, “endulzamientos”, videncia, amuletos y otras artes conviven pacíficamente con los avances de la modernidad; especialmente con las líneas de teléfono de tarifas especiales, con las tarjetas de crédito y hasta con Internet.

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