24.04.18

Un grito de indignación

Uno llora de rabia y de impotencia. Están asesinando a un niño “legalmente.”

Gracias a Dios hay muchas fotos de Alfie. En ese sentido, a esta hora, queda alguna posibilidad de que se le rescate. No sucede lo mismo con los que son asesinados antes de nacer y no merecieron ser visibles… ni siquiera en una ecografía.

El rostro de Alfie, el dolor de sus padres hace arder mi corazón con una pregunta:

¿Los jóvenes británicos estan en las plazas protestando por el asesinato en vivo y en directo de Alfie Evans?

¿Los “anti-gun” de EEUU o las Femen están marchando para evitar ese crimen? Bueno, ya sabes cuánto hay que creerles cuando hagan sus protestas.

¡Son títeres! ¡Títeres egoístas que parecen querer solamente que el supermercado esté bien surtido y la señal de Internet no se caiga! ¡Todos son títeres!

Jesús, misericordia. Jesús, danos conversión. Jesús, apiádate de Alfie, y del mundo entero.

16.04.18

La muerte de un ateo "bueno"

Quería hacerte una pregunta. Cuando una persona atea muere que pasa con su alma? Si esa persona fue buena y nunca hizo daño a nadie, tenía buenas obras.. pero no creía en Dios? Yo estoy haciendo oración por su alma, ayer ofrecimos la sagrada eucaristía por él. –P.F.

* * *

El tema del “ateo bueno” es actual y de gran importancia.

Para mí lo más interesante de la pregunta sobre qué sucede con la eternidad de un ateo “bueno” es que nos obliga a preguntarnos con mayor profundidad qué es ser “bueno,” con lo cual, en el fondo, nos estamos preguntando qué tipo de vida debe uno vivir.

Lo más interesante es comprobar que para mucha gente ser bueno significa simplemente “no ser malo” y esto de “no ser malo” quiere decir: respetar las costumbres de convivencia social y tener de vez en cuando algunos actos de solidaridad, como por ejemplo, dar una donación para las víctimas de un terremoto, o ayudar a algún anciano a pasar la calle, o prestar dinero sin interés a un amigo en necesidad. Eso es lo que quiere decir “bueno” para mucha gente.

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30.03.18

Misión de Reconciliación en Colombia

Predicaciones preparatorias al Triduo Pascual 2018, en Barrancabermeja, departamento de Santander, Colombia.

A. La reconciliación, camino hacia la paz 

La reconciliación es descubrimiento, decisión, camino y regalo.

1. Es un DESCUBRIMIENTO. Cuando uno se da cuenta que la agresividad solo conduce a una espiral de violencia, ve que el único futuro posible pasa por el diálogo y la reconciliación.

2. Es una DECISIÓN. Emprender el camino que lleva finalmente a la paz implica dos cosas: detener la injusticia y detener la violencia. Especialmente en esta fase es de inmensa ayuda la fe cristiana.

Detener la injusticia re quiere, en efecto, tres cosas: (1) Resistir las tentaciones propias de la codicia y el orgullo porque es un hecho que las injusticias nacen del deseo de poseer más y de sentirse superior a otros. (2) No dejarse vencer por las presiones y seducciones de amigos o parientes que invitan, seducen o empujan hacia las ganancias injustamente conseguidas. (3) Estar por encima de las amenazas con que los poderosos pretenden doblegarnos para hacernos cómplices de sus fechorías.

Detener la violencia es difícil porque implica la resolución de no transmitir a otros el daño que uno mismo ha recibido. Este padecer sin desquitarse ni herir a otros está muy presente en la Pasión de Cristo, y uno puede recibirlo principalmente de Él.

3. La reconciliación es un CAMINO, que empieza como reconciliación con DIOS porque ciertamente son nuestros planes caprichosos y miopes los que han terminado extraviándonos y poniéndonos en ruta de conflicto con el prójimo.

Luego viene la reconciliación con uno mismo: con su pasado, su origen, su sexo, su país. Una persona en guerra permanente con algo de sí mismo no es un agente de paz.

Luego viene aprender a convivir con las diferencias de prioridades, gustos y pensamientos de las personas. Para esto se necesita sabiduría, compasión y humildad.

Y luego viene aprender a avanzar en la reconciliación con los enemigos, sobre lo cual es necesario hablar más extensamente en otro momento.

4. La reconciliación es entonces REGALO: al contacto con el amor gratuito de Dios aprendemos y recibimos la fuerza para ser puente y camino para nuestros hermanos.

B. Espacios de reconciliación

* La decisión de emprender el camino de la reconciliación implica detener la injusticia y detener la violencia.

* Como la reconciliación es un camino, debemos afirmar que el proceso de reconciliarnos sigue la lógica de la semilla que crece. Por eso hay que crear espacios de reconciliación.

* ¿Cuáles son estos espacios?

(1) El corazón. Atención a los signos que denuncian que el corazón está en conflicto interno: huidas, dependencias, miedos no reconocidos, frustraciones en penumbra. La respuesta es el verdadero conocimiento de sí mismo, de la mano de Jesucristo. Iluminar y sanar son verbos claves aquí.

(2) La pareja. No caer en la tentación del igualitarismo que se imagina que las tensiones e injusticias entre sexos se resuelven mágicamente distribuyendo todo en el hogar y en la sociedad por mitades. La verdadera respuesta es que cada uno reciba en proporción a su necesidad y que cada uno de según su talento y capacidad.

(3) La familia. Dos cosas hay que cuidar principalmente: primero, que la comunicación esté abierta en momentos acordados y respetados; por decir algo: estar de acuerdo en que durante las comidas compartidas no se utilizan artefactos electrónicos. En segundo lugar, que la familia sea escuela de lo que parece elemental pero que es básico para la sociedad: aquellas palabras como “por favor,” “discúlpame,” “gracias,” y tantas otras.

(4) La comunidad / La parroquia. En cuanto a nuestras comunidades, cuidarnos sobre todo de la murmuración, Utilizar el triple filtro antes de dar oído a chismes: ¿Lo que me vas a contar es verdad? ¿Es útil? ¿La persona implicada quiso que me lo contaras?

(5) La sociedad. Sobre este tema desarrollaremos nuestra siguiente predicación.

C. Nuestra fe y el camino hacia una sociedad más justa y reconciliada

* Hay un hecho que no vamos a cambiar sólo con quererlo: vivimos en una sociedad en la que hay distintas formas de pensar y de creer. ¿Cuál ha de ser nuestra actitud como cristianos en la búsqueda del mayor bien común posible? Hay cinco claves:

1. Respetamos y exigimos respeto. No nos avergonzamos de nuestra fe pero tampoco pretendemos imponerla por la fuerza. Sabemos que tenemos el derecho y el deber de ofrecer a los demás el tesoro de la fe que hemos recibido.

2. La primera evangelización es nuestra propia vida: (1) Que se nota que somos gente de principios claros y sanos. (2) Que somos formados y no estamos en la Iglesia simplemente por inercia o por manipulación. (3) Que hable nuestro comportamiento, y en particular, que sean patentes en nosotros las virtudes humanas (prudencia, justicia, fortaleza y dominio de sí mismo) y teologales (fe, esperanza, caridad). (4) Que brille la coherencia entre lo que pensamos y lo que decimos; entre lo que sentimos y lo que pensamos; entre lo que decimos y lo que hacemos. (5) Que se irradie en nosotros la alegría de la Buena Noticia.

3. Dar el primer paso. “Primerear.” Tomar iniciativas, en lo personal, en lo familiar, en lo social para mostrar la misericordia, la cercanía y la alegría del Evangelio al que más lo necesita cuando más lo necesita.

4. Necesitamos excelencia. Nuestra presencia en la sociedad no puede ser ni de lastre ni del montón. Católicos convencidos, destacados en las diversas áreas de la actividad humana, y capaces de dar razón de su fe y su esperanza.

5. Tener la audacia de perdonar. Ayuda mucho en esto la oración que libera el corazón de amarguras: Señor, cumple tu voluntad en ______.

21.03.18

14.02.18

Nota sobre la mundanización de la Iglesia

Ayunar en orden a compartir nuestros bienes con los pobres es bueno y santo pero la razón más plena y bíblica del ayuno no es solucionar un problema social.

El hecho de que tantos se sientan casi obligados a explicar el ayuno en clave de ayuda humanitaria parece ser signo de algo más profundo. Parece que poco a poco nos quieren matricular a todos en la “ICA,” la Iglesia Católica ACOMPLEJADA, que necesita demostrarle a todos, una y otra vez, que los católicos no vamos a ser una cuerda disonante en la “música” que hoy deleita al mundo. Se cumple así lo que dijo San Pablo: “vendrá tiempo cuando no soportarán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oídos, acumularán para sí maestros conforme a sus propios deseos” (2 Timoteo 4,3).

Ya que el Papa Francisco ha advertido numerosas veces sobre la tentación y los peligros de la mundanización, conviene apuntar aquí algunas señales que nos ayudan a despertar a esa realidad nefasta para la fe:

(1) Eliminar las palabras incómodas del Evangelio, empezando por pecado, arrepentimiento, conversión y salvación.

(2) Ocultar sistemáticamente lo que concierne al sacrificio redentor de Cristo. Y por ello: disminuir o hacer desaparecer términos como Cruz, Sangre, sacrificio, sacramentos, abnegación, valor incomparable del martirio.

(3) Presentar la vida cristiana como un conjunto de “ideales” que pueden servir de inspiración, modelo o guía pero que son eso: ideales y por tanto no se le pueden exigir a nadie. Lo cual implica que no hay una diferencia real entre lo bueno y lo malo sino una serie infinita de grados y matices, una escala en la que todos cabemos y que por lo tanto hace aceptables, en cierta medida, todos los comportamientos.

(4) Privilegiar algunos pecados por encima de los demás. Los pecados “privilegiados,” o pecados con corona, tienen un régimen especial. Son tratados con delicadeza, eufemismos, circunloquios, sonrisas de profunda empatía, gestos de comprensión frente a lo inevitable. Ejemplo: la esclavitud de seres humanos en el siglo XVII; las prácticas homosexuales en el siglo XXI. Como lógica consecuencia, otros pecados son presentados en cambio como lo peor de lo peor, por ejemplo, la corrupción política o el daño ecológico. Este tipo de faltas, que pueden ser muy graves, están sobredimensionadas en algunos sermones actuales, que quizás quieren caer bien en los oídos de los que ya piensan de ese modo.

(5) Disculparse una y otra vez de las mismas fallas del pasado, cometidas por cristianos católicos a lo largo de los siglos. Como si cada discurso hubiera que empezarlo SIEMPRE pidiendo perdón por Galileo, la inquisición, la Matanza la Noche de San Bartolomé, el abuso sexual a menores, el daño causado a culturas aborígenes. Sin quitar importancia a las fallas graves allí sucedidas, uno ve que esos reconocimientos por parte nuestra no encuentran una contraparte por parte de los ateos, los protestantes, los comunistas o los que han perseguidos sistemáticamente la religión.

(6) Justificar, tácita o explícitamente, la existencia de la Iglesia solo en la medida en que es una institución humanitaria que resuelve problemas sociales y ayuda a una convivencia pacífica entre todos. por algo el Papa Francisco ha tenido que explicar más de una vez que la Iglesia no es una ONG.

(7) Abandonar en las nieblas del agnosticismo–endulzado con matices generalísimos sobre la misericordia divina–los temas propios de la vida eterna y las postrimerías.

(8) Tener siempre a mano una serie de etiquetas y caricaturas para descalificar a todos los que pretendan hablar del Evangelio con un lenguaje que recuerde la radicalidad, la santidad o aquello de que no vale nada el mundo entero si uno pierde su alma. Las etqietas preferidas serán: fariseos, rigoristas, legalistas, preconciliares, cruzados y sobre todo: “nostálgicos de una Cristiandad ya superada.”

La buena noticia es que hay acciones prácticas que uno puede hacer para quitarle fuerza a la mundanización de la Iglesia.

(1) Si uno compra libros del autor espiritual de moda, que nunca habla de redención ni del valor de la Sangre de Cristo, uno está fortaleciendo la mundanización. Si en cambio uno busca y compra autores clásicos, de probada virtud y doctrina, está haciendo un bien a la Iglesia.

(2) Si uno va a la película que todo el mundo está viendo, y que contiene blasfemias y lenguaje sacrílego, uno es parte de la mundanización de la Iglesia y está fortaleciendo a los enemigos de Cristo.

(3) Si uno sistemáticamente prefiere el arte religioso que disimula el dolor Cristo, por ejemplo con cruces del Resucitado, posiblemente está favoreciendo la idea de la entrega absoluta por la gloria del Padre y por nuestra salvación no es el camino propio de todo cristiano.

(4) Si uno guarda silencio cuando por enésima vez se recuerdan heridas o problemas de la Iglesia, de seguro uno está siendo cómplice del buenismo y la mundanización. Si uno en cambio reconoce con claridad lo que hay que reconocer pero además sabe bien y difunde bien lo que hoy se calla por medicridad y por complejo está haciendo una gran obra.

(5) Pero es sobre todo la vida nuestra, la de cada uno en su vocación y lugar, la que puede hacer la diferencia. Si somos expresión de la profundidad y extensión del reinado de Cristo podremos ser también testigos que con su vida y sus palabras proclamen: ¡Viva Cristo rey!