¿Legalizar la eutanasia?

¿Legalizar la eutanasia?

La Proposición de Ley Orgánica reguladora de la Eutanasia presentada por el actual gobierno de España asume una imaginaria demanda sostenida de la sociedad actual y pretende convertir en un derecho individual la petición de muerte en un contexto médico, apoyándose en el respeto de la autonomía del paciente.

La Proposición de Ley Orgánica reguladora de la Eutanasia presentada por el actual gobierno de España asume una imaginaria «demanda sostenida de la sociedad actual» y pretende convertir en un derecho individual la petición de muerte en un contexto médico, apoyándose en el respeto de la autonomía del paciente. Es difícil «legislar para respetar la autonomía y voluntad de poner fin a la vida» sin cancelar por eso mismo el principio del respeto a la vida humana, primer imperativo ético del hombre para consigo mismo y para con los demás, absolutizando la autonomía del paciente como fundamento para legislar la eutanasia.

El principio de autonomía encierra el peligro de convertirse en la fórmula para exterminar a muchas personas enfermas o discapacitadas. Si aceptamos el suicidio asistido o la eutanasia voluntaria en nombre de la autoliberación autónoma de una vida que resulta una pesada carga, entonces pronto se dirá que aquellos que no pueden dar su consentimiento no deben ser privados de su mismo derecho a la liberación de la pesada carga de la vida. El «derecho» será ejercido «en su lugar» por alguien que escogerá por ellos la muerte que, se supondrá entonces, ellos habrían (o deberían haber) escogido, si hubieran sido capaces de elegir. Un falso «principio de autonomía» podría ser entonces el vehículo constitucional y ético para la profunda injusticia de la maledicencia «beneficente», deshaciéndose la comunidad de muchas vidas consideradas «no dignas de ser vividas».

La exaltación de la autonomía es un intento de poner en un plano de igualdad las decisiones del paciente que son éticamente aceptables con las que no son éticamente aceptables. Actualmente, se intenta que estas segundas, por el hecho de ser autónomas, se conviertan en algo aceptable. Se olvida así la diferencia entre el bien y el mal, y todo queda reducido a distintas autonomías en conflicto. Las decisiones éticamente inaceptables, por muy autónomas que sean, no deben ser tenidas en cuenta en el diálogo médico-paciente, ni en el diálogo social del que éste forma parte.

No parece, sin embargo, lo más acertado utilizar el principio de autonomía del paciente como fundamento para legislar la eutanasia. En los países en los que es legal la eutanasia son abundantes los casos de eutanasia practicados por médicos sin el consentimiento de los pacientes. Debería escandalizarnos saber que centenares de suicidios asistidos fueron por «terminación de la vida sin petición expresa». ¿Cuántos delitos se habrán cometido? La apelación a la autonomía se convierte en el poder de unos (médicos) sobre otros (pacientes), atentándose así contra la autonomía, contra la libertad y contra la dignidad humana.

Se pretende legislar no para una mayoría de pacientes que solicitan la eutanasia, sino para los sanos, para apaciguar su potencial angustia, cuando en realidad los pacientes desean el alivio del sufrimiento y el cuidado humano. Legalizar la eutanasia es comprometer la integridad médica y su misión, pervertir la deontología médica y el cuidado humano; es invertir el propósito del Estado, obligado a proteger a las personas más vulnerables de la sociedad. Legalizar la eutanasia es una violación del respeto de la dignidad e integridad de la persona humana, el rechazo del respeto pleno de la dignidad de la persona de todo paciente y de la primacía del derecho a la defensa de la vida sobre el derecho a la libertad. Legalizar la eutanasia significa la cancelación del concepto ontológico de la persona, considerada ahora no en su ser personal sino en sus manifestaciones.

Los legisladores absolutizan el principio de autonomía del paciente, consiguiendo que se solicite la eutanasia más por presión ideológica, psicológica y social que por una situación médica sin salida al sufrimiento, algo ya infrecuente gracias a la medicina paliativa. La consecuencia es una falta de solidaridad y de justicia social al respaldar a ancianos y enfermos incurables para que se retiren y se mueran, y los demás se despreocupen de tener que cuidarlos como exigiría la dignidad de las personas. La autonomía pretendida socava el principio de la dignidad de la persona, cuya mayor manifestación consiste en la inviolabilidad de la vida humana. La autonomía no puede eclipsar la dignidad humana, ni resulta fiable en la construcción de derechos humanos.

En no pocas ocasiones, la ambigüedad de la ley lleva a hacer extensible la práctica eutanásica a menores de edad, enfermos depresivos o a quienes se muestran «cansados de vivir», algo que ha llevado a multiplicar las Comisiones de Control entre el personal sanitario. Una vez despenalizada la eutanasia es imposible establecer límites para garantizar su control y respeto. Las legislaciones escapan al control de los gobernantes, permitiendo que se cometan abusos, dejando indefensos a los más débiles.

Se avecina una obscena presión social, familiar y médica sobre los enfermos más vulnerables, que se sentirán en muchos casos en el deber moral de pedir la muerte cuando se diagnostique una enfermedad incurable o un gran nivel de dependencia, obligados a pedir la eutanasia para no causar molestias o sentirse culpables de la situación sobrevenida. En Holanda, se describe la eutanasia como «un acto valeroso, sabio y progresista, lo mejor que se puede hacer por la familia, por la sociedad y por uno mismo».

La Asociación Española de Bioética y Ética Médica califica de irresponsabilidad ofrecer la eutanasia cuando no está resuelto el acceso universal a los cuidados paliativos. Mientras que invocar el derecho legal a morir se convierte en el deber social de morirse, sólo una ley de cuidados paliativos es conforme a la dignidad de la persona, a la que sólo se hará justicia cuando reciba el amor que necesita. No tiene ningún sentido promover la eutanasia acogiéndose al motivo del sufrimiento cuando «millones de pacientes y familias sufren innecesariamente hoy por el lento ritmo de progreso en el desarrollo de los cuidados paliativos en todo el mundo»· Según Stephen Connor, director de la Alianza Mundial de Hospicio y Cuidados Paliativos, dadas las crecientes necesidades de apoyo específico para las personas al final de la vida, el acceso a los cuidados paliativos es hoy más que nunca una necesidad real en todo el mundo. Esos servicios de cuidados paliativos son «un lujo inalcanzable para la gran mayoría de la población mundial». La alternativa a la eutanasia la constituye las Unidades de Cuidados Paliativos, definidos por la OMS como «un enfoque que mejora la calidad de vida de pacientes y familias que se enfrentan a los problemas asociados con enfermedades amenazantes para la vida, a través de la prevención y alivio del sufrimiento por medio de la identificación temprana e impecable evaluación y tratamiento del dolor y otros problemas físicos, psicológicos y espirituales».

Los familiares, los amigos, el médico, cuando no saben coexistir con el hombre que está atravesando la prueba del dolor y del desmoronamiento del cuerpo, degeneran en colaboradores de la muerte. A aquellos para los que la vida se ha reducido a una complicidad con lo placentero, al final, cuando lo placentero se hace imposible, les queda el último anestésico, que es la eutanasia. Su razonamiento, basado en la falta de amor, y justo desde el punto de vista de la pura política, domina las sociedades en las que el hombre ya no mira hacia el cielo ni comprende, como decía William Blake, que la vida es santa. En éstas, el Estado es el que decide acerca del hombre, desde el principio hasta el final, según las necesidades y las finalidades construidas y aceptadas por la sociedad misma. La política, que es técnica, intentará introducir en sí misma tanto el inicio como el final de la persona humana; intentará, por tanto, convertirlos en hechos técnicos.

Mi experiencia me dice que para quien cuida y ama al ser querido resulta repugnante y perversa la idea de la eutanasia. En España ha crecido de manera vertiginosa el grado de aceptación social de la eutanasia. Afortunadamente, los médicos se muestran menos favorables a su práctica que la población en general, y muchos de quienes la apoyan no la practicarían personalmente. Una conciencia y una libertad liberadas de la verdad y de la identidad de los seres humanos es incapaz de reconocer la realidad. Cuando la razón se desgaja de la verdad sólo puede ser ratum, mero cálculo, un pensamiento calculado que nos separa de la unión con la realidad. Si nadie existe in se, en sí mismo, sino sólo cuando lo es in alio, cuando los demás reconocen ese ser, no sólo decidimos arbitrariamente su identidad sino también su existencia, convirtiéndonos en nuevos Herodes, incapaces de descubrir que, como dirá Santo Tomás de Aquino, «el nombre de la persona es amor».

 

Roberto Esteban Duque

 

2 comentarios

sofía
Excente artículo.
15/01/20 2:35 PM
Oscar de Caracas
El problema padre que la iniciativa la tienen los asesinos mientras nuestros pastores siguen mudos, estuvieron mudos con el aborto (no he visto a un solo obispo y no digamos de sacerdotes en todas las marchas contra el aborto a las que he participado)
Es muy fácil escribir un artículo y no salir a la arena para que no te partan la cara (en su caso yo no aseguro nada)
En los púlpitos no oigo nada de nada en contra pero si de la " conversión ecologica"...
18/01/20 3:32 PM

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