«El cristo-centrismo benedictino es siempre un humanismo auténtico»

El Cardenal Bertone apela a la grandiosa herencia espiritual de San Benito para una Europa con crisis de identidad

La figura de San Benito de Nursia, su grandiosa herencia espiritual y la enorme contribución que dio a la construcción de la Europa cristiana, fue ayer el tema central de la homilía del cardenal Tarcisio Bertone en la abadía de Montecassino. En el aniversario de la muerte del patrono principal de Europa, y en el mismo lugar donde falleció el fundador de la orden Benedictina, el secretario de Estado ha hablado ampliamente de quien conjugó el «ora et labora» y cuyo estandarte era un arado y la Cruz.

Para ilustrar la importancia de san Benito, el cardenal Bertone recordó las razones de la elección del nombre del Pontífice. Y retomando su primera audiencia general, el 27 de abril de 2007, el purpurado ha subrayado que “san Benito constituye un punto de referencia fundamental para la unidad de Europa y un potente reclamo a las irrenunciables raíces cristianas de su cultura y su civilización”.

De hecho, como recalcó el prelado, gracias a san Benito surgieron en todo el continente centros de oración, de cultura, de promoción humana, de hospitalidad para los pobres y peregrinos. Y dos siglos después de su muerte más de dos mil monasterios seguían su Regla. Con san Benito comienza la renovación del mundo; comienzan a ser iguales y hermanos, latinos y bárbaros, antiguos esclavos y antiguos amos. Ahora todos son iguales, con la misma ley, los mismos derechos y el mismo respeto.

Benito dio a los nuevos tiempos – añadió el purpurado- un nuevo mensaje que todavía hoy conserva su validez: el cristo-centrismo benedictino es siempre un humanismo auténtico, porque concilia la trascendencia de la oración con la actividad del hombre a la conquista del mundo”.

También hoy Europa está en busca de su propia identidad. Pero, para crear una unidad nueva y duradera son importantes los instrumentos políticos, económicos y jurídicos, pero también es necesaria una renovación ética y espiritual que se nutra de las raíces cristianas del continente.

Por último, el cardenal Bertone evidenció que “igual que san Benito y sus monjes supieron hacerse constructores y custodios de la civilización, en ésta nuestra época, caracterizada por una rápida evolución cultural es urgente tomar conciencia de las nuevas exigencias y subrayar, al mismo tiempo, la profunda adhesión a los valores perennes. Porque, si verdaderamente, como san Benito, si la vida espiritual del cristiano, del religioso, del sacerdote, es profunda; si cada uno en su propio ámbito intenta servir a Dios, entonces será un verdadero constructor de la civilización del amor”.

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