Audiencia de los miércoles en Castelgandolfo

El Papa pide que se ore «por aquellos que se preparan para recibir el don extraordinario del sacerdocio»

La audiencia, a la que asistieron varios miles de fieles, tuvo lugar en el patio Clemente XIV de la residencia de Castelgandolfo y fue seguida también desde la plaza de esta pequeña ciudad, distante unos 30 kilómetros de Roma. El centro de la catequesis fue la figura de San Juan Eudes, «apóstol infatigable de la devoción a los sagrados Corazones de Jesús y María, en un tiempo, el siglo XVII dominado por ideologías que promovían «el desprecio por la fe cristiana». Un periodo en el que Europa estaba devastada por las guerras y –puntualizó el Papa– también las almas.

(RV/InfoCatólica) Sin embargo, recordó el Papa, al mismo tiempo “el Espíritu Santo suscitaba una renovación espiritual llena de fervor con personalidades de alto relieve”. Entre ellas estaba San Juan Eudes: nacido en Normandía en 1601, testigo ardiente del Evangelio hasta su muerte ocurrida en 1680.

Otros santos de la época, recordados por el Pontífice en la catequesis fueron san Vicente de Paúl y san Luís María Griñón de Montfort, quienes conformaron esa “escuela de santidad francesa” que tuvo entre otros frutos a san Juan María Vianney. De hecho, Benedicto XVI subrayó el misterio de la providencia cuando su predecesor, el Papa Pío XI, proclamó juntos como santos al Cura de Ars y a Juan Eudes.

"En la ciudad universitaria di Caén, continuó diciendo el Papa, san Juan Eudes fundó su primer seminario, experiencia que fue muy apreciada y que pronto se extendió a otras diócesis. El camino de santidad que él recorrió y que propuso a sus discípulos, tenía como cimiento una sólida confianza en el amor que Dios ha revelado a la humanidad en el Corazón sacerdotal de Cristo y en el Corazón maternal de María".

"En aquél tiempo de crueldad, de pérdida de vida interior, Juan Eudes se dirigió al corazón, para decir al corazón una palabra de los salmos muy bien interpretada por San Agustín. Quería atraer a las personas, a los hombres, y sobre todo a los futuros sacerdotes hacia el corazón, mostrando el Corazón sacerdotal de Cristo y el Corazón maternal de María. Todo sacerdote debe ser testimonio de este amor de Jesús y de María. Y llegamos así a este tiempo nuestro".

“Los fundamentos puestos en la formación de los seminaristas – reveló Benedicto XVI – constituyen ese insustituible “humus espiritual”, en el “aprender a Cristo”, dejándose configurar progresivamente a Él, único Sumo sacerdote y Buen Pastor. El tiempo del seminario – continuó diciendo el Papa - hay que verlo como una actualización del momento en el que Jesús, después de haber llamado a los apóstoles y antes de enviarles a predicar, les pide que estén con Él”

Al final de la catequesis Benedicto XVI invitó a los fieles a orar en este Año sacerdotal “por aquellos que se preparan para recibir el don extraordinario del sacerdocio” y con las palabras de San Juan Eudes se dirigió a los presbíteros: “Dónense a Jesús, para entrar en la inmensidad de su gran Corazón, que contiene el Corazón de su Madre y de todos los Santos, para introducirse en este abismo de amor, de caridad, de misericordia, de humildad, de pureza, de paciencia, de sumisión y de santidad”.

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