Un Papa «in partibus»
Papa León XIV | © Twitter

Un Papa «in partibus»

Si el primer viaje de León XIV apunta al Líbano, será catequesis en frontera. Un Papa in partibus que escoja a san Charbel como guía dirá al mundo que el ecumenismo verdadero evangeliza, nombra y condena el error, y cree en los milagros que Dios sigue obrando.

Si los rumores se confirman, León XIV inaugurará su ministerio fuera de Roma en Oriente Medio, y tendrá como primera escala el Líbano. No hay todavía confirmación oficial, pero el patriarca maronita ha deslizado públicamente la intención y las redacciones internacionales trabajan en ello. En Gaza y en la frontera libanesa se oye todavía el metal de la violencia, así que llegar al Líbano, ese país que ya san Juan Pablo II definió como «mensaje de libertad», es situar la cruz y la esperanza en el centro del tablero.

Líbano es un destino muy especial, cargado de simbolismo. Conceder esa preminencia en la agenda papal a regiones donde los cristianos son minoría, o perseguidos con crueldad, puede interpretarse como una declaración de intenciones. Tal vez, quiéralo Dios, estemos ante un nuevo lenguaje que entienda el viaje papal menos como diplomacia y más como misión. Tal vez, quiéralo Dios, el nuevo Pontífice pueda estar optando por un ecumenismo que ama al hermano con la verdad y por eso nombra y condena el error que lo hiere. Tal vez, quiéralo Dios, veamos a un Papa in partibus, más evangelizador que dialogante, más misionero que pastoral.

Sí, quiera Dios que se produzca ese viraje en la forma de entender el ecumenismo. No colgando una imagen de Lutero de los balcones del Vaticano ni adorando a la Pachamama en sus jardines, sino impartiendo una valiente catequesis de frontera, proclamando que Jesucristo es el Señor y proponiendo la verdad con caridad allí donde no es fácil profesar nuestra fe, sin sincretismos ni ambigüedades.

Y si hay una masa ideal para esa buena levadura es el Líbano. Dios escogió esa tierra para la apertura a las naciones. Fue allí donde Elías fue acogido por la viuda de Sarepta de Sidón a punto de agotar su último puñado de harina y su gota de aceite, donde Dios mostró su providencia más allá de las fronteras de Israel. Y si eso fue in illo tempore, también es bajo esas montañas donde la santidad de san Charbel Makhlouf sigue hoy sosteniendo a la Iglesia, porque este ermitaño libanés, que eligió callar, evangeliza mejor desde su milagroso silencio que mil sínodos de la sinodalidad.

Youssef Antoun Makhlouf, san Charbel, beatificado en 1965 y canonizado en 1977 por Pablo VI, es un santo de poderosísima intercesión. Desde mediados del siglo XX, el monasterio de San Marón (Annaya) ha ido registrando curaciones atribuidas a su intercesión con expedientes médicos y datos básicos, y a fecha de hoy existen más de 33.000 favores y sanaciones registrados –sin contar los no reportados–, sucedidos a lo largo y ancho de un planeta que cuenta sus fieles a miles de millares.

Quiero imaginar a este prodigioso santo intercediendo motu propio por un auténtico viaje ad gentes realizado por un Papa in partibus infidelium, que denuncie sin titubeos los errores de hoy, como hizo Elías frente a los idólatras de Baal, y que como san Charbel mostró con su vida, nos recuerde que la caridad, sin la verdad que convierte, no salva; y que la unidad cristiana nace de la conversión a la única religión verdadera, no de la rebaja doctrinal.

De san Charbel Makhlouf me habló hace unos días mi amigo el padre Raúl, que ha estado hace poco en el Líbano, visitando a la familia de un pupilo suyo a quien ha ayudado a crecer en la fe.

Así se trenza la esperanza: un Papa que viaja in partibus, un monje santo que intercede, un sacerdote que sigue creyendo en su misión de evangelización y un joven libanés que aprende a adorar para convertirse en sal de su tierra.

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