El tesoro más grande que posee la Iglesia Católica es la Santísima Eucaristía. Las múltiples denominaciones protestantes o evangélicas carecen de este inefable Misterio. En esta nota no me refiero a la Celebración Eucarística, la Santa Misa, sino a la Persona de Jesucristo, en el Sacramento de la Hostia Consagrada; Presencia que es real, verdadera y sustancial, como lo enseñó siempre la catequesis católica. Cuando se difundió la costumbre posconciliar de comulgar de pie, y en la mano, se avisó que antes de recibir la Hostia, debía hacerse una reverencia o una genuflexión, como gesto de adoración y reconocimiento de la Presencia del Señor. La difusión de esta nueva actitud, impulsada por el progresismo internacional, no fue recibida pasiva ni pacíficamente por los fieles; así ocurrió en muchas diócesis, donde la tradición estaba asentada desde hacía muchísimo tiempo. En la Argentina, el caso más notorio ocurrió en San Rafael, Mendoza. Contrariando sabios consejos recibidos, el obispo decretó que había que comulgar de pie y en la mano. Estuvo en contra una multitud de fieles, que realizaron marchas de protesta. La oposición del Seminario acabó en su cierre, que dejó colgados a varias decenas de jóvenes. Un conflicto inútil y arbitrario ya que, según la actual disciplina de la Iglesia, los fieles pueden elegir el modo de comulgar.
La veneración católica de la Eucaristía se aprendía en la catequesis y se ejercitaba en la Primera Comunión de los niños. Es el momento de recordar que el Papa San Pío X estableció --por medio del decreto Quam singulari-- que los niños debían acceder tempranamente a la Comunión, ya que hasta entonces se la retrasaba hasta la adolescencia. Así se hizo, y de hecho se estableció que la edad adecuada eran los siete años; el requisito papal era el uso de razón y la capacidad de distinguir el pan material del Pan Eucarístico. Era muy común que hijos de familias no practicantes observaran esa edad como inicio de una vida eucarística, la cual resultaba favorecida por la generalización de misas para niños.
Vale la pena recordar esta historia ante el despropósito protagonizado por el arzobispo de San Juan de Cuyo, que acaba de decretar que en su diócesis la Primera Comunión se ha de administrar de pie y en la mano. El arzobispo no tiene derecho a contrariar la disciplina de la Iglesia, e imponer a sus fieles una práctica contraria a la Tradición. Con esta medida, ideologizada y arbitraria, deforma la vida espiritual de los fieles e induce a que los niños no sean catequizados correctamente a la percepción del Misterio Eucarístico. En todo caso, correspondería que se exponga con objetividad a los menores las posibles actitudes que admite la disciplina eclesial, para que ellos elijan. Una recta formación no puede reducirse al cultivo de la cercanía y amistad con Jesús, descuidando que el Amigo Divino es el Señor de Cielos y Tierra. En suma, el caso de San Juan alerta sobre la orientación del Episcopado Argentino.
+ Héctor Aguer
Arzobispo Emérito de La Plata.
Buenos Aires, martes 9 de septiembre de 2025.
San Pedro Claver, presbítero. -