¿Dónde está Dios? Al final del «todavía no»

El secularismo ofrece la infinitud del «seréis como Dioses» y luego, cuando se descubre el engaño, presenta otro, el del nihilismo, que es el encerramiento resignado del hombre en su finitud. Infinitud imposible, finitud inverosímil.

La esencia de la existencia humana es la angustia o la inquietud.- La «caña pensante», ese monstruo oscilante entre el puro animal y el superhombre, este ser material, obediente a la ley de la gravitación universal y a la de la homeostasis…, ese ser que puede amenazar con su puño al propio Dios, este ser que es el hombre, es un ser esencialmente angustiado e inquieto.

Angustia no quiere decir desesperación, tristeza o dolor. Quizás pudiera decirse que el hombre es un ser nostálgico, pero no llega a ser del todo verdad. Lo que en cualquier caso se quiere decir es que la entraña del vivir humano es la insatisfacción. La divisa y bandera del hombre es: «Todavía no».

Es un «todavía no» cuando por primera vez un hombre toma en sus manos a su primer hijo recién nacido, y se restriega los ojos y se dice a sí mismo que no es verdad que ese cuerpecillo con ojos y boca y pies diminutos y frágil sea suyo. Rebosa de satisfacción y de perplejidad y de entusiasmo y de alegría, por muy fuerte que sea su carácter y por muy seguro que se sienta de sí mismo en todas las cosas de la vida corriente. Incluso es posible que ese hombre rotundo en secreto eche su lagrimita de puro anegado en felicidad. Pues bien, aún así, «todavía no», y él lo sabe. En medio de la satisfacción, la perplejidad, el entusiasmo y la alegría, experimenta también alguna ausencia en todo eso que vive. Envuelto en plenitud, la vive con conciencia de su no plenitud.

Completamente feliz, es consciente de que hay más, de que hay más vida y más felicidad. En el fondo de su experiencia, entrelazado en su felicidad, vive, sin menoscabo de la completa alegría, la fugacidad y la limitación. Quizás pueda llamársele «contingencia». Pero todo a la vez, sin que los opuestos resulten entre sí excluyentes, como si la felicidad tuviera manchas.

Nada odia más el secularismo que la vivencia de la finitud en la infinitud, de la esencial limitación de toda experiencia de plenitud. Como que nada debería odiar más un hombre que el intento de escamotearle la unidad insoluble entre angustia y felicidad en esta vida. El secularismo ofrece el engaño de la Serpiente, ese terrible eritis sicut dii, radical falsificación de la realidad de la vida, incluso de la de Adán y Eva en el Paraíso. La vivencia de la humanidad, aun antes del pecado, es la vivencia simultánea de la propia finitud y de la plenitud a la que está abierta. Adán y Eva conocían mejor que nadie, mejor que nosotros, el carácter angustioso o inquieto del vivir humano. El secularismo ofrece la infinitud del «seréis como Dioses» y luego, cuando se descubre el engaño, presenta otro, el del nihilismo, que es el encerramiento resignado del hombre en su finitud. Infinitud imposible, finitud inverosímil. El hombre en el mundo es el inquieto y angustioso agitarse entre la nada y el todo, entre la finitud y la infinitud.

«Todavía no» es la divisa del hombre. Es que la racionalidad animal contiene una apertura a la infinitud desde lo finito. Este es el caso del hombre. El secularismo quiere seducir al hombre, en primer instancia, con el señuelo de una infinitud perfecta (la de Dios mismo), pero al final no puede ofrecer sino la finitud de lo finito. Por eso hoy levanta ante los hombres el espantajo de la Madre Tierra, a quien pertenecen todos, en la que se disuelven todos.

Dicho en plata: lo más odioso del secularismo es que quiere apagar en los hombres la angustiosa e inquieta ansia de encontrar a Dios.

 

José J. Escandell

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7 comentarios

FZalacaín
Pero ni siquiera el secularismo más refinado puede apagar en el corazón del hombre esa sed de belleza, de justicia, de bondad, .. es decir, de Dios.
Solo Cristo se corresponde a esos deseos profundos de nuestro corazón.
Todo lo demás deja esa especie de melancolia, de insatisfacción, como un poso de tristeza.
4/02/10 12:27 PM
José J. Escandell
Estimado FZalacaín: La nostalgia de Dios es imborrable, sin duda. Pero no tiene por sí misma fuerza suficiente para llevar al hombre a descubrirLe. Esta época nuestra es de oscuridad, es tiempo de tinieblas.
5/02/10 6:01 PM
ARISTO
Hace tiempo que los hombres de la civilización occidental, degenerada en occidentalismo, han perdido el sentido del límite. El sentido del límite es lo consitutitvo del ser del hombre; limitado sí, pero como el ser del hombre es análogo a Ser de Dios es, por tanto, ilimitado. Quienes tenemos el don del la fe sabemos esto, y sabemos por qué occidente ha degenerado en occidentalismo: como decías muy bien José, el secularismo odia la finitud en la infinitud -ser finito vivido como análogo del ser infinito-, y ha pretendido hacer del hombre un "dios" al margen de Dios; y por hacer ésto ha acabado siendo menos que hombre: ha perdido el sentido del límite que lo constituye y ha degenerado. Este es el saldo de la modernidad y del mal llamado progreso. Ahora el hombre es exclavo de sus impulsos, de sus apetitos, de su sóla materialidad: está cosificado. Por eso la Iglesia necesita depurarse, reconstruírse, recuperar la esencia del manipulado Vaticano II y enseñar de nuevo, con renovadas fuerzas venidas del Espíritu Santo, que tenemos un ser limitado, limitante con el Ser de Dios. Nos sabemos partícipes de su eternidad y estamos unidos al Padre de forma indelebre por el sacrificio de Cristo. No puede haber mayor esperanza para el hombre que saber que su ser, sin confundirse ni mezclarse, se prolongará eternamente con el sEr de Dios.
6/02/10 11:32 AM
José J. Escandell
Te agradezco mucho el comentario, ARISTO. Permíteme aprovecharme de ello para puntualizar un detalle. El "sentido del límite" es, a mi juicio, un ingrediente necesario de la experiencia vital universal. Eso implica que esa experiencia es previa a la fe católica. La fe la refuerza y la resuelve de la mejor manera, a saber, con la entrega a Cristo. De este modo, lo que trato es de recordar lo que en todo hombre hay y que desemboca como "sublimación" en la fe católica. Es necesario restaurar lo humano del hombre, frente al engaño de la "autonomía" (a la que hacía referencia, por cierto, Zapatero en EEUU)
6/02/10 12:45 PM
ARISTO
José, estoy de acuerdo con tu puntualuzación. Y por cierto, me ha gustado mucho tu artículo. Creo que hace falta volver a intruducir un poco del sentido metafísico de nuestra fe, que nos hace profundizar más en ella.
6/02/10 1:11 PM
Por nosotros mismos no podemos, pero sí podemos mediante amigos, y lo que podemos mediante amigos de algún modo lo podemos por nosotros mismos.
7/02/10 1:40 PM
Isabel
Como dijo San Agustín: “Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”
8/02/10 12:02 AM

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