InfoCatólica / In hoc signo vinces / Categoría: General

2.03.25

La extrema bondad de Dios (II)

Queridos lectores, en el artículo anterior, nos hallábamos contemplando la bondad infinita de Dios en tantas de sus manifestaciones y me interrumpí exponiendo todo lo que Dios Hijo ha hecho para expresarnos el amor que nos tiene; continuamos, pues, con ello:

Otra de las cosas que Nuestro Señor Jesucristo hizo durante su Vida Pública, además de muchos milagros, fue perdonar pecados (no importa lo terrible que el pecado sea, el Señor lo perdona con todo su Corazón, si existe verdadero arrepentimiento) y anunciar algo realmente admirable: La Sagrada Eucaristía. Un Sacramento, si me permiten que lo diga así, verdaderamente alucinante, que instituyó el Señor en la Última Cena. Sabemos que, en la Eucaristía, bajo las especies de pan y vino se encuentra Cristo, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Pero yo me temo que, Dios sabe cómo, nos hemos habituado a esta realidad pasmosa. Yo tengo el convencimiento de que, si los católicos fuéramos por completo conscientes de lo que recibimos cada vez que comulgamos, la impresión nos mataría. Literalmente. Entiendo que es por eso que el Señor ha querido ocultarse tanto en este Sacramento sacratísimo; aparte del hecho de que a Jesús le agrada mucho la fe en su Palabra y, también, que no desea forzar esa fe. Pero, verdaderamente, es increíble lo que sucede en la Eucaristía. Los católicos, cada vez que comulgamos, ¡Nos comemos a Dios…! Tal cual. Y puede hacerlo cada uno (aunque siempre se ha de procurar hacerlo estando en Gracia de Dios y no se debe hacer de ninguna manera, si esto no es así). ¡Cada uno, a lo largo de todos los tiempos…! Es la manera sublime que Jesucristo ha tenido de dar pleno cumplimiento a la profecía que hizo, sobre Él, Isaías, llamándole “Emmanuel”, esto es, “Dios con nosotros”. Dios con nosotros, sí, con cada uno de nosotros, con la mayor cercanía espiritual y física que puede haber y con un nivel de entrega de Dios a cada uno de nosotros verdaderamente asombroso. Y, aun así, Jesucristo no se quedó satisfecho con todo esto. También quiso permanecer en el Pan consagrado, quedándose recogido y oculto en los sagrarios, esperándonos para llenarnos con su Gracia, escuchar nuestra oración y recibir, con toda justicia, nuestra adoración amorosa; y, se ha de decir, también corriendo el riesgo de que su Sacratísimo Cuerpo sea robado y profanado; o bien, abandonado y dejado solo por los propios católicos, si no acudimos a rezar ante Él… No obstante, aun así, allí está, siempre, el Señor. Es algo sublime.

Asimismo, para que pudiera extenderse, a lo largo de los tiempos, la misión salvadora de Cristo, el Señor nos dejó a la Iglesia Católica, por Él fundada sobre la base de otro Sacramento: El Orden Sacerdotal. De este modo, el Señor puso en manos de hombres, varones, la autoridad para predicar su Palabra y el poder de perdonar pecados y renovar el Santo Sacrificio de la Cruz en cada Santa Misa, entre otros altísimos dones; y se pone, también, a Sí mismo en manos humanas, por medio de la Consagración de la Eucaristía. En definitiva, puede decirse que el Sacerdocio sirve para que los católicos podamos tener a Jesús; ¡Nada más y nada menos…! Pues tener a Jesús es tenerlo todo, como bien enseñaba Santa Teresa de Jesús: “Quien a Dios tiene, nada le falta, sólo Dios basta”.

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26.02.25

La extrema bondad de Dios (I)

Queridos lectores, en mi artículo anterior sobre la Filiación Divina de Jesús, afirmaba yo que Cristo tiene derecho a ser amado, adorado y servido por todos los hombres y todas las naciones por ser Quien es y por todo lo que ha hecho por nosotros. Ahora bien, ¿Sabemos de verdad todo lo que Cristo ha hecho por nosotros?

Pues verán, yo soy de la opinión de que sabemos, al menos, parte de lo que el Señor ha hecho por nosotros. No obstante, también creo que no lo sabemos todo; y que lo que conocemos no lo conocemos en toda su profundidad. Siempre podemos aprender aspectos nuevos sobre esta cuestión, ya que el amor de Cristo, como Dios que es, es infinito. Sin duda, será en el Cielo donde – si llegamos allí y tengo esperanza en que así sea – podremos contemplar y gozar el amor de Dios a un nivel que en la Tierra nos resulta imposible. No obstante, ya en esta vida, Cristo quiere que sepamos que nos ama muchísimo, infinitamente; lo cual es lógico, pues a todos nos pasa que, cuando queremos mucho a alguien, queremos que esa persona lo sepa y deseamos correspondencia. Al Señor le sucede lo mismo (no en vano hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios). Por eso, es muy bueno contemplar la vida de Cristo, para profundizar, entre otros, en este aspecto; y, por ende, en el amor infinito de Dios, Uno y Trino.

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24.02.25

Jesucristo, Hijo de Dios

Estimados lectores, como les comentaba en mi anterior post, comenzamos la andadura del blog con mi primer artículo, que, naturalmente, no puede estar dedicado a otro tema que no sea Nuestro Señor Jesucristo. No saben la alegría tan grande que me produce escribir en público, por vez primera, un artículo sobre Nuestro Señor; pues escribir sobre alguien a quien se ama mucho siempre es un gran gozo y Jesucristo, permítanme que se lo diga a ustedes, es toda mi vida. Les aseguro que no será la última vez que lo haga, porque las cosas buenas que se pueden decir sobre Cristo no tienen fin, es para empezar y no parar. Lo iremos haciendo.

Cierto es que podría centrarme en la Santísima Trinidad, pues Dios Padre y el Espíritu Santo reciben la misma adoración y gloria que el Hijo y nuestras almas pertenecen a Dios, Uno y Trino. No obstante, ha sido Voluntad del Padre que la Redención haya tenido lugar por medio del Hijo, a través del cual se nos revela el Padre: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por Mí” (Jn 14, 6), “El que me ha visto a Mí ha visto al Padre” (Jn 14, 9). La culminación de la revelación de Dios al hombre se produce en Jesucristo y una de las misiones del Espíritu Santo es, precisamente, recordarnos todo lo que el Hijo, Verbo de Dios encarnado, nos ha dicho (Jn 14, 26). Permítanme, por tanto, que, en esta ocasión, me centre en la Segunda Persona de la Santísima Trinidad.

Sucede, además que, recientemente, el cardenal Koch, Prefecto del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, ha puesto de manifiesto que “en la Iglesia ha vuelto el espíritu de Arrio”.

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21.02.25

Muchas gracias, InfoCatólica

Estimados lectores de InfoCatólica, encantada de saludarles a todos y, de forma especial, a los Colaboradores blogueros de este estupendo medio. Comienza la andadura de este mi blog, que inicio en InfoCatólica con la ilusión y el deseo que manifiesto en mi perfil: Servir a los intereses de Jesucristo. Para ello, lo primero que procede es agradecer a InfoCatólica la oportunidad de escribir en este importante y conocido portal católico, que acoge mi blog a partir de hoy (y Dios quiera que sea por mucho tiempo, pues tal es mi deseo). Muchas gracias, pues, a su Consejo Editorial, a Juanjo Romero, su Director y a Luis Fernando Pérez Bustamante, su Redactor Jefe. Me siento muy honrada por la confianza que todos ellos han depositado en mí y espero que el blog responda a sus expectativas. Y a las mías. Y, sobre todo, a lo que el Señor desee que sea este blog, que lleva el nombre de «In Hoc Signo Vinces», el lema que fue revelado por el Cielo al emperador Constantino antes de la batalla del Puente Milvio, para que empleara la señal de la Cruz como estandarte para afrontar esa batalla, con la promesa de su segura victoria en ella, como, efectivamente, ocurrió. Adopto, pues, dicho lema para el blog en homenaje a la Santa Cruz, señal del cristiano e instrumento de salvación y esperanza en la victoria de Cristo, Señor de la Historia.

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