El cazador del Paraíso (Mt. 25, 40)

Verás muchas familias dispersas, muchos establecimientos arruinados, muchos almacenes cerrados, muchas empresas y compañías en suspensión de pagos, muchos negocios frustrados, quiebras sin número, inmensos trastornos y desgracias sin cuento. Ante este cuadro tristísimo exclamarás sin duda: ¡Pobre mundo, infeliz sociedad! Ahora bien, si buscas el origen de todos estos desastres, hallarás que una de las causas principales es la crueldad con que se trata a los difuntos, descuidando el socorrerlos como es debido, y no cumpliendo los legados piadosos: además, se cometen una infinidad de sacrilegios, es profanado el Santo Sacrificio, y la casa de Dios, según la enérgica expresión del Salvador, es convertida en cueva de ladrones.”

¿De quién es esa cita? Del “Gran cazador del Paraíso”, como le llamaba su amigo, el Papa Benedicto.

No se trata del actual Papa Benedicto XVI, sino del Papa Benedicto XIV, y el “Gran cazador del Paraíso” es el santo de hoy, S. Leonardo de Puerto Mauricio (1676-1751). Se puede incluir a este gran predicador de misiones en el número de justos que aparecen en el Evangelio de la Solemnidad de Cristo Rey porque ejemplificó las obras de misericordia espirituales que, aunque no se mencionan explícitamente en ese pasaje, no quedan excluidas.

Al contrario, S. Beda explicó: “Dad limosna: esta palabra se refiere a todas las obras de misericordia, porque da limosna no sólo el que da de comer al que tiene hambre y otras necesidades por el estilo, sino también el que perdona a quien le falta y ruega por él, el que corrige a otro [. . . ]”. Añade S. Jerónimo: “Por misericordia se entiende aquí no sólo la que se practica a través de las limosnas, sino la que produce el pecado del hermano, ayudando así unos a otros a llevar la carga.”

Pero, ante todo, “El que piensa compadecerse de la miseria de otro, empieza a abandonar el pecado.” (S. Agustín) Rezaba S. Leonardo al Señor: “No te pido riqueza, honor ni prosperidad; te pido sólo una cosa: salvar mi alma”. En sus 44 años de misiones logró numerosas conversiones por toda Italia, pero al final de cada misión se retiraba “a predicar la misión a fray Leonardo”. Sus días se llenaban de “Misión, estando siempre ocupado por Dios; soledad, estando siempre ocupado en Dios”. Como dijo S. Josemaría Escrivá: “Esto es el reino de Dios y su justicia, una vida santa: lo que hemos de buscar primero, lo único verdaderamente necesario.” (Es Cristo que pasa,180) Y eso con la pureza de intención, lo que S. Leonardo llamaba “la nata del amor de Dios”.

Veamos cómo practicó las obras espirituales de misericordia:

1) Dar buen consejo al que lo necesita. Recomendaba asistir a Misa con frecuencia, confesarse, hacer comuniones espirituales frecuentes, la devoción al Santísimo Sacramento, al Sagrado Corazón de Jesús y al Corazón de María. Además, tuvo la idea de recoger firmas para pedir al Papa la declaración del dogma de la Inmaculada Concepción, algo que se hizo realidad un siglo después.

2) Enseñar al que no sabe. Una obra preciosa suya es El tesoro escondido de la Santa Misa, en la que se lee: “Ve a la iglesia como si fueses al Calvario, y permanece en presencia de los altares como si estuvieses delante del trono de Dios y acompañado de los santos Ángeles. Considera ahora cuáles deben ser tu modestia, tu atención y respeto…”. El compendio de su predicación era “Jesús crucificado” porque el Reino de Cristo “exige de sus súbditos no sólo que, despegadas sus almas de las cosas y riquezas terrenas, guarden ordenadas costumbres y tengan hambre y sed de justicia, sino también que se nieguen a sí mismos y tomen su cruz” (Papa Pío XI, Quas primas, 14). “De dos modos [practicadas por S. Leonardo] podemos llevar la cruz del Señor: o afligiendo a nuestro cuerpo con la abstinencia o, por compasión al prójimo, considerando como nuestras sus necesidades. El que se conduele de las necesidades ajenas lleva la cruz en su corazón.” (S. Gregorio Magno)

3) Corregir al que se equivoca. En otra obra suya, El pequeño número de los que se salvan, , reconoció que no iba a decir cosas que agradarían a su público: “Les imploro de rodillas, por la sangre de Cristo y el corazón de María, cambien sus vidas, vuelvan al camino que conduce al cielo, y hagan todo lo que puedan para pertenecer al pequeño número de los que se salvan.” Con frecuencia la penitencia que daba era rezar el Vía Crucis, la “gran batería contra el infierno”. Propagó el Vía Crucis por toda Italia y gracias a este santo se estableció el Vía Crucis en el Coliseo en 1750. “Me queda la satisfacción de que el Coliseo haya dejado de ser simplemente un sitio de distracción, para convertirse en un lugar donde se reza".

4) Consolar al afligido. También fundó el santo muchas casas de retiro muy ascéticas, una llamada “la Soledad del Encuentro”, en las que el ambiente de “trato íntimo y comercio interior con Dios Uno y Trino” conducía a “una soledad mental llamada por mí País de la Fe, donde en olvido de todas las criaturas hablaré y conversaré con Dios”, el que mejor puede consolar a los afligidos, y a quien también quería consolar S. Leonardo. Se le atribuye la oración “Las divinas alabanzas”. Propagó devoción a los 7 dolores de la Virgen María para consolarle a Nuestra Madre.

5)Perdonar al que nos ofende y 6) Sufrir con paciencia los defectos del prójimo. Dejemos hablar a S. Leonardo:"En cada parroquia encontramos divisiones, odios, riñas, pleitos y peleas. Pero al final de la misión hacen las paces. Como llevan tres años en guerra, en estos años el pueblo no ha recibido instrucción alguna. Los jóvenes son disolutos, alocados y no se acercan a la iglesia, y lo grave es que los papás no se atreven a corregirlos. Pero a pesar de todo, los frutos que estamos consiguiendo son muy abundantes.” ¿Cómo lo hizo? Dice S. Josemaría Escrivá: “Hemos de comprender a todos, hemos de convivir con todos, hemos de disculpar a todos, hemos de perdonar a todos. No diremos que lo injusto es justo, que la ofensa a Dios no es ofensa a Dios, que lo malo es bueno. Pero, ante el mal, no contestaremos con otro mal, sino con la doctrina clara y con la acción buena: ahogando el mal en abundancia de bien. Así Cristo reinará en nuestra alma, y en las almas de los que nos rodean.” (Es Cristo que pasa, 182)

7) Rezar por los vivos y los muertos. Llamaba la oración mental “mi pan cotidiano” y recomendaba la jaculatoria “Jesús mío, misericordia”, que repetía a lo largo del día, meditando la pasión del Señor. “El sello de todos estos mis propósitos –termina– será la presencia continua de Dios”. Recemos con S. Leonardo:

“Os pido por mí mismo, ¡oh Dios de bondad infinita! todas las virtudes en grado heroico, y los auxilios más eficaces para llegar a ser verdaderamente santo. Os pido también la conversión de los infieles, de los pecadores, y en particular de aquéllos a quienes estoy unido por los lazos de la sangre, o de relación espiritual. Imploro además la libertad, no de una sola alma, sino la de todas las que en este momento están detenidas en la cárcel del purgatorio.” Amén.

Fuentes: EWTN y
“San Leonardo de Porto Mauricio, (1676-1751)” por Isidoro de Villapadierna

Mañana: Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, “heredad el reino…” (Mt. 25, 34)

NOTA: Se les invita a que añadan en los comentarios citas pertinentes de la Biblia o de beatos o santos reconocidos por la Iglesia Católica.

2 comentarios

  
O.A
María lourdes,me encanta lo que escribes y como lo escribes.¡Eres como un balsamo!
Te leo con gran placer,sigue asi ,vas muy bien
27/11/08 12:19 AM
  
María Lourdes
O.A.,

Muchas gracias por sus palabras de ánimo, especialmente en estos primeros días del blog. :)
28/11/08 4:32 PM

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