InfoCatólica / María Lourdes Quinn / Categoría: ........ - Tiempo ordinario

30.08.09

¿Preguntamos cosas al Señor más como los fariseos o como los apóstoles?


En el Evangelio del XXII Domingo de Tiempo Ordinario: “Los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: ‘¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores?’” (Mc. 7, 5) Ellos se acercaban al Señor para hacerle preguntas, lo cual también hacían los apóstoles y otros en el mismo Evangelio. Examinando algunas características de las preguntas que le hicieron al Señor podremos discernir mejor si nos acercamos al Señor más como los fariseos o como los apóstoles.

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29.08.09

¿Cuándo se llega demasiado tarde a Misa?

S. Juan Bautista (s. I) indicó a sus discípulos que Jesucristo era el “Cordero de Dios” y demostró lo que S. Pedro expresó en el Evangelio del XXI Domingo de Tiempo Ordinario: “Tú tienes palabras de vida eterna” (Jn. 6, 68), al querer que el Señor creciera y su propia predicación disminuyera ante los hombres, y efectivamente murió antes que el Señor, dando testimonio de su fe.

¿Nos creemos también que el Señor tiene “palabras de vida eterna”? ¿Le damos suficiente importancia a la Liturgia de la Palabra de la Misa?

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Hay quienes se preguntan si uno debe llegar a tiempo para oír el Evangelio en una Misa para cumplir el precepto dominical o para poder comulgar, como hace esta persona en la sección de Preguntas y Respuestas de EWTN (pregunta y respuesta traducida del inglés):

Recibiendo la Eucaristía

Pregunta del 2.7.2003:

He hecho esta pregunta a muchos sacerdotes, y siempre he recibido una respuesta diferente. Si uno llega tarde a Misa, ¿no debería esa persona no recibir la Comunión? ¿Y hay un momento en la Misa que es un cierto punto límite después del cual uno no debería de recibir la Comunión? He visto a gente entrar justo antes de la Comunión y comulgar. Me han dicho que uno tiene que llegar a tiempo para oír el Evangelio. También me han dicho que tengo que estar presente para el Rito Penitencial. ¿Cuál es la verdad? Muchas gracias por su tiempo.

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28.08.09

Razones para quedarnos en la Iglesia Católica

En el Evangelio del XXI Domingo de Tiempo Ordinario, cuando Jesucristo preguntó a sus apóstoles si se querían irse de Él, S. Pedro le contestó: “Señor, ¿a quién vamos a acudir?” (Jn. 6, 68).

S. Agustín (354-430) se convirtió en 387 tras las incontables lágrimas y oraciones de su madre Sta. Mónica a lo largo de los años y llegó a ser Obispo. Este Doctor de la Iglesia expresaría lo mismo que S. Pedro al decir en sus “Confesiones”: “Nos hiciste para ti y nuestro corazón andará siempre inquieto mientras no descanse en ti”. En el mismo libro diría:

S. Agustín le encontró a su gran amor, Cristo, en la Iglesia Católica y en sus escritos se encuentran estas otras razones para quedarse en ella:

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27.08.09

Lágrimas de fuego: consuelo para los que no lloran facilmente

Santa Mónica (332-387) bien podría apreciar las palabras del Señor en el Evangelio del XXI Domingo de Tiempo Ordinario: “nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede” (Jn. 6, 65). Ella no fue bautizada hasta que fue mayor y se pasó años en el matrimonio decidido por sus padres rogando a Dios por la conversión de su esposo Patricio (que llegó a convertirse poco antes de su muerte), además de por su hijo mayor, que llegaría a ser S. Agustín y por cuyas “Confesiones” se conocerían las virtudes de esta santa.

Esta fuerte mujer sabía defenderse bien. Su esposo nunca le pegaba porque cuando daba a conocer su temperamento enfadándose con ella, ésta no decía nada hasta que se calmaba, pero le corregía buscando prudentemente el mejor momento. Cuando su hijo adolescente Agustín empezó a decir herejías en su casa, ella le echó de casa pero no le abandonó, siguiéndole desde África hasta Roma, aunque su hijo le engañó y partió sin ella.

Tuvo el consuelo de oír en sueños que su hijo volvería a ella y además que le dijera el Obispo S. Ambrosio (que bautizaría a S. Agustín): “Esté tranquila, es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas". Por fin se convirtió S. Agustín en 387.

Hablando con su hijo sobre el cielo le dijo: “¿Y a mí que más me amarra a la tierra? Ya he obtenido de Dios mi gran deseo, el verte cristiano.” Poco después moriría de una fiebre, pidiéndole a su hijo que no se preocupara de su cuerpo pero que no se olvidara de rezar por ella ante el altar del Señor. Por eso está enterrada en Roma, donde murió, aunque su hijo volvió al continente africano.

Las lágrimas de Sta. Mónica, que lograron conseguir ante el Señor la conversión de S. Agustín, han sido consuelo de muchas mujeres a lo largo de los siglos que también han llorado por la conversión de seres queridos, al igual que una modelo para las que con maternidad espiritual piden por los sacerdotes.

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Pero, también hay quienes desean demostrar al Señor el mismo fervor, pero no sueltan lágrimas con facilidad o momentos en que nos sentimos secos de lágrimas. Sta. Catalina de Siene describe en “El diálogo” 5 clases de lágrimas que le revela el Señor: las de pecadores por pérdidas mundanas, las de arrepentimiento y deseo de servir al Señor, las que se vierten en caridad por el prójimo, las que se unen al deseo de sufrir por el Señor y las que unen con dulzura al Señor. A los que no lloran físicamente con facilidad quizás les consuele estas palabras sobre “lágrimas de fuego” que Sta. Catalina pone en labios del Señor:

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26.08.09

¿Qué puede ofrecer la tercera edad a una sociedad perfeccionista?

Cuando mi esposo y yo llevamos a nuestros hijos a visitar a la abuela de mi esposo, muchas personas de tercera edad nos dicen que les encanta verles porque “están llenos de vida”. Pero, mis hijos apenas han empezado a vivir y les queda mucho que andar, mientras que los que han vivido muchos más años han superado muchas dificultades y tienen mucho que ofrecer, como me demostró Dorothy Punty.

Conocí a Dotty por un programa de visita a los ancianos que organizaba un hospital en mi zona. Ella padecía grandes dolores y problemas físicos desde que se estrelló un camión contra su coche y no podía salir sola de su apartamento sin silla de ruedas. Tardaba mucho tiempo en hacer las cosas más simples. Su familia ya apenas le visitaba por la pena que les causaba que estuviera discapacitada y porque no querían que la vieran así sus nietos.

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