¿Tiene sentido decir que el sacrificio alegra?
S. Juan Bosco solía llevar a sus alumnos a visitar la tumba de Sto. Domingo Savio (1842-1857), su alumno más famoso, en sus excursiones campestres de verano. Les decía que había recibido una visión del niño santo en su gloria celestial. Oyó en esa visión: “Lo que más me consoló a la hora de la muerte fue la presencia de la Santísima Virgen María. Recomiéndele a todos que le recen mucho y con gran fervor. Y dígales a los jóvenes que los espero en el Paraíso".
Se conocieron sólo unos pocos años, desde que Sto. Domingo le pidió a los 12 años estudiar en su colegio. Pero, eso fue suficiente para que S. Juan Bosco se diera cuenta de su santidad y pudiera escribir la biografía de este santo, que escribió el día de su Primera Comunión: “Prefiero morir antes que pecar”.
Se ganó el afecto de sus compañeros (ganando el Premio de Compañerismo cada año) ayudando a los que querían pelearse a hacer las paces. Se mostraba siempre alegre y les recordaba que Jesús murió perdonando a los que le crucificaron. Dijo Jesús en el Evangelio del IV Domingo de Pascua sobre su vida : “yo la entrego libremente” (Jn. 10, 18), y Sto. Domingo Savio hizo lo mismo con su vida por Jesús. ¿Cómo puede uno encontrar alegría sacrificándose? ¿Qué sentido tiene?



Se podría decir que
“Los tres mosqueteros”(1844) por Alejandro Dumas es el primer libro en una saga de tres (Las novelas de D’Artagnan), que tiene lugar en el s.XVII y está basada en un libro por Gatien de Courtilz de Sandras (1700) sobre el capitán de los mosqueteros de Luis XIV que murió en combate en 1673. El joven D’Artagnan conoce a los tres mosqueteros Porthos, Athos y Aramis con quienes correrá muchas aventuras.