InfoCatólica / María Lourdes Quinn / Categoría: .... 2) S. Marcos

24.10.09

Consejos eficaces de un exorcista a los que se creen poseídos por el demonio

S. Antonio María de Claret (1807-1870), el fundador de la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, fue también Misionero Apostólico de Cataluña Apóstol de las Islas Canarias, Arzobispo de Santiago de Cuba y confesor de la reina Isabel II. Diría de él el Papa Pío XII al canonizarle:

“San Antonio María Claret fue un alma grande, nacida como para ensamblar contrastes: pudo ser humilde de origen y glorioso a los ojos del mundo. Pequeño de cuerpo, pero de espíritu gigante. De apariencia modesta, pero capacísimo de imponer respeto incluso a los grandes de la tierra. Fuerte de carácter, pero con la suave dulzura de quien conoce el freno de la austeridad y de la penitencia. Siempre en la presencia de Dios, aún en medio de su prodigiosa actividad exterior. Calumniado y admirado, festejado y perseguido. Y, entre tantas maravillas, como una luz suave que todo lo ilumina, su devoción a la Madre de Dios".

El santo explica que desde los cinco años tuvo un gran celo por la salvación de las almas, al pensar en la eternidad del infierno que espera a los que cometían pecado mortal y no se arrepentían, al igual que la gran ofensa a su amado Dios Padre que suponía cada pecado mortal.

En este fragmento de su “Autobiografía” (.pdf) da consejos a las muchas personas que le pedían un exorcismo por pensarse poseídos por el demonio y revela algunos de los engaños que descubrió:

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23.10.09

La ambición de ser santo

Muy conocido es el dicho de S. Pablo: “evangelizar no es gloria para mí, sino necesidad, y ¡ay de mí si no evangelizara!” (1 Cor 9,16), que uno podría fácilmente aplicar a S. Juan de Capistrano (1386-1456), el gran predicador franciscano conmemorado hoy por la Iglesia Católica. Pero, “¡Ay de mí si no evangelizara!” palidece ante “¡Ay de mí si no amara!” S. Agustín le diría al Señor: “¿No es ya suficiente infortunio el hecho de no amarte?” (S. Agustín, Confesiones, 2, 5, 5).

El Señor insiste en el Evangelio del XXIX Domingo de Tiempo Ordinario: “el que quiera ser primero sea esclavo de todos” (Mc. 10, 44). ¿Primero en qué? Primero en amor. “El que ama a Dios se contenta con agradarle, porque el mayor premio que podemos desear es el mismo amor [. . . ]. El alma piadosa e integra busca en ello su plenitud y no desea otro deleite.” (S. Gregorio Magno, Sermón 92).

¡Cómo sacó a la luz el más profundo deseo de S. Pedro al preguntarle: “¿Me amas más que estos?” (Jn. 21, 15)! Siempre busca nuestra voluntad el Señor sin forzarla, aumentando nuestros deseos por Él. Como dice Sto. Tomás de Aquino: “quien no quisiera amar a Dios más de lo que le ama, de ninguna manera cumplirá el precepto del amor” (Coment. A la Epístola a los Hebreos, 6, 1).

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22.10.09

Poniendo fin al acoso escolar

Según estadísticas del Departamento de Justicia y de Educación de los EE.UU. recogidas en este enlace, en 2005 los alumnos entre los 12 y 18 años de edad fueron víctimas de aprox. 628.200 crímenes violentos en la escuela; 100.000 alumnos en ese país llevan una pistaola a la escuela todos los días (28% de ellos han presenciado violencia en casa); 282.000 alumnos son atacados físicamente en las escuelas secundarias cada mes.

Los adolescentes dicen que la venganza es lo que más motiva los disparos en la escuela. El acoso escolar puede ser físico, verbal o no verbal. El ciberacoso es una forma particularmente dañina hoy en día. Los que son acosados suelen sufrir mayor ansiedad social y menor autoestima, necesitando servicios de salud mental el resto de sus vidas.

La canción en inglés que se oye en el siguiente vídeo (que muestra a niños que se suicidaron tras sufrir acoso escolar) se ha convertido en un himno de grupos contra el acoso escolar en los EE.UU. por lo emotiva que es la situación que describe [traducción de la letra en el vídeo a continuación]:

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21.10.09

Cómo eliminar el resentimiento de nuestras vidas

Los ambiciosos apóstoles Juan y Santiago, tras pedir puestos de honor en el Reino de Dios, oyeron del Señor que beberían de Su Cáliz y serían bautizados con el mismo bautismo que Él y según el Evangelio del XXIX Domingo de Tiempo Ordinario: “los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan” (Mc. 10, 41). Pero, el Señor les indica que los que quieren ser mayores deben servir a los demás.

Esa escena recuerda la parábola del hijo pródigo, en la cual el hijo mayor se indigna por la generosidad de su padre hacia su hermano menor. Como explica Henry Nouwen en “El regreso del hijo pródigo” [de donde son las demás citas del post]: “Ésta no es una historia que separe a los hermanos en bueno y malo. Sólo es bueno el padre. El quiere a los dos hijos, corre al encuentro de los dos. Quiere que los dos se sienten a su mesa y participen de su alegría.” Así trata el Señor a los apóstoles cuando muestran rivalidad entre sí.

Los siguientes fragmentos del libro citado de Henry Nowen muestran cómo es posible “el regreso desde mi yo que se queja, se compara y siente rencor, a mi verdadero yo que es libre para dar y recibir amor. […] para amar más allá de mi necesidad de agradar o de encontrar aprobación.”

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20.10.09

La tentación de obedecer a medias

Según el Evangelio del XXIX Domingo de Tiempo Ordinario, cuando el Señor preguntó a los apóstoles Juan y Santiago si podían beber Su Cáliz, respondieron: “’Sí podemos’” (Mc. 10, 39). Los dos hermanos seguían a Jesucristo, pero el Señor quiso perfeccionar esa obediencia para que no fuera una a medias y se asemejara más a la que mostraría Él mismo a Dios Padre al beber el Cáliz de Su Pasión.

Jesucristo es el ejemplo de la obediencia perfecta, pero el monje Remigio y Britaldo, que según la tradición tramaron la muerte de Sta. Irene de Tomar (o Sta. Iria de Azóia, Portugal) (?- 653), son ejemplos de cómo uno puede aparentar obediencia a la voluntad de Dios sin aceptarla.

Britaldo le veía a la santa ir a Misa (la única razón por la cual salía Sta. Irene de casa), y le propuso el matrimonio, pero ella le rechazó. Él se alejó de ella, pero se enfermó por tristeza y la santa le visitó con unas compañeras para hacerle ver que le rechazaba no por hombres sino por Dios. Britaldo parecía aceptarlo. El monje Remigio también deseó a la santa, por lo cual fue despedido como tutor de la santa, lo cual pareció entender.

Allí se hubiera terminado el asunto si esos dos hombres hubieran aceptado por completo la voluntad de Dios.

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