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5.11.09

Funerales chinos: tradición, ataúdes colgantes y cremación

Un sacerdote chino explicó a mi familia para el funeral católico de mi madre (que fue en los EE.UU.) que ciertas tradiciones funerarias chinas eran permisibles siempre que se hicieran con la debida intención. Por ejemplo, tras la Misa fúnebre se repartieron monedas de chocolate a los asistentes, combinando la costumbre de repartir monedas (símbolo de prosperidad continua) y algo dulce (para consolar a los asistentes), no con la superstición de que si no se hiciera traería mala suerte a los asistentes y a la familia, sino como recuerdo de que la muerte no es el punto final de nuestra existencia, ya que Cristo pagó por nosotros con su vida.

En la casa, para recordar el aniversario del fallecimiento, se dejan frutas ante la imagen del difunto y se encienden velas, saludando con tres inclinaciones de la cabeza antes de rezar por el difunto. No se adora al difunto ni se cree que se da de comer a los difuntos para que no se conviertan en fantasmas o traigan mala suerte, como piensan bastantes en China. Las frutas en una familia católica china indican cariño y recuerdo del difunto en la vida de la familia, como un detalle de que no se les olvida.

Las inclinaciones de cabeza se permiten ya que es práctica eomún en China saludar a otros con respeto, especialmente a los que son mayores en edad que uno, con una sola inclinación de la cabeza. Las velas animan la oración por los difuntos, que en familias católicas se hace con oraciones de la Iglesia. Se concluye la oración con tres inclinaciones de cabeza de nuevo, otra muestra de respeto, como una despedida.

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29.10.09

Supersticiones relacionadas al Patrono de casos difíciles y desesperados

San Simón y San Judas

Un lector de Paraguay pidió oraciones hace poco “a fin que pueda continuar… a fin que pueda aceptar finalmente lo que ya pasó y no volverá a mi vida”. Así describe una situación que es bastante común pero que produce gran dolor:

“Hace aproximádamente 1 año y unos meses se había roto una relación en mi vida. No había durado mucho por lo que pensé sería sólo cuestión de poco tiempo para poder reiniciar el camino, sacudirme del polvo y volver a empezar. Pero no ocurrió así. Es como una espina en mi costado que no me la puedo sacar. Ella fue quien puso fin a la relación y, lo confieso, me había dolido bastante. Quiero olvidar, necesito olvidar o al menos terminar esto que vive en mí y no me lo puedo sacar de mí.”

Espero que él y otros en situaciones parecidas se beneficien muy pronto de las oraciones de los que pasan por aquí. Lamentablemente, hay quienes se aprovechan de situaciones parecidas, convirtiendo hasta en superstición practicas piadosas relacionadas al santo patrón de casos difíciles y desesperados.

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25.10.09

Cuando Dios no nos da algo bueno que le pedimos

El ciego Bartimeo tuvo la dicha, según el Evangelio del XXX Domingo de Tiempo Ordinario, de recibir la vista y de oír del Señor: “Vete, tu fe te ha salvado” (Mc. 10, 52). Consiguió lo que quería tras perseverar en su petición. Pero, a veces el Señor no nos da las cosas buenas que le pedimos y nos podríamos preguntar por qué.

S. Antonio María Claret (1807-1870), cuya fiesta fue ayer, fue un novicio jesuita unos meses hasta que una enfermedad en su pierna le indicó que no era voluntad del Señor que se hiciera jesuita. Antes también había visto frustrado lo que creía era una vocación cartuja. ¿Fue eso tiempo perdido?

No, según la generosa economía divina. Según nos cuenta S. Antonio María Claret en su “Autobiografía”, en sus tres meses de noviciado jesuita, Dios le negó por medio de su superior tres cosas buenas que pidió y quizás recordaría esa experiencia al dar consejos a un laico años después en una “carta ascética”.

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24.10.09

Consejos eficaces de un exorcista a los que se creen poseídos por el demonio

S. Antonio María de Claret (1807-1870), el fundador de la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, fue también Misionero Apostólico de Cataluña Apóstol de las Islas Canarias, Arzobispo de Santiago de Cuba y confesor de la reina Isabel II. Diría de él el Papa Pío XII al canonizarle:

“San Antonio María Claret fue un alma grande, nacida como para ensamblar contrastes: pudo ser humilde de origen y glorioso a los ojos del mundo. Pequeño de cuerpo, pero de espíritu gigante. De apariencia modesta, pero capacísimo de imponer respeto incluso a los grandes de la tierra. Fuerte de carácter, pero con la suave dulzura de quien conoce el freno de la austeridad y de la penitencia. Siempre en la presencia de Dios, aún en medio de su prodigiosa actividad exterior. Calumniado y admirado, festejado y perseguido. Y, entre tantas maravillas, como una luz suave que todo lo ilumina, su devoción a la Madre de Dios".

El santo explica que desde los cinco años tuvo un gran celo por la salvación de las almas, al pensar en la eternidad del infierno que espera a los que cometían pecado mortal y no se arrepentían, al igual que la gran ofensa a su amado Dios Padre que suponía cada pecado mortal.

En este fragmento de su “Autobiografía” (.pdf) da consejos a las muchas personas que le pedían un exorcismo por pensarse poseídos por el demonio y revela algunos de los engaños que descubrió:

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23.10.09

La ambición de ser santo

Muy conocido es el dicho de S. Pablo: “evangelizar no es gloria para mí, sino necesidad, y ¡ay de mí si no evangelizara!” (1 Cor 9,16), que uno podría fácilmente aplicar a S. Juan de Capistrano (1386-1456), el gran predicador franciscano conmemorado hoy por la Iglesia Católica. Pero, “¡Ay de mí si no evangelizara!” palidece ante “¡Ay de mí si no amara!” S. Agustín le diría al Señor: “¿No es ya suficiente infortunio el hecho de no amarte?” (S. Agustín, Confesiones, 2, 5, 5).

El Señor insiste en el Evangelio del XXIX Domingo de Tiempo Ordinario: “el que quiera ser primero sea esclavo de todos” (Mc. 10, 44). ¿Primero en qué? Primero en amor. “El que ama a Dios se contenta con agradarle, porque el mayor premio que podemos desear es el mismo amor [. . . ]. El alma piadosa e integra busca en ello su plenitud y no desea otro deleite.” (S. Gregorio Magno, Sermón 92).

¡Cómo sacó a la luz el más profundo deseo de S. Pedro al preguntarle: “¿Me amas más que estos?” (Jn. 21, 15)! Siempre busca nuestra voluntad el Señor sin forzarla, aumentando nuestros deseos por Él. Como dice Sto. Tomás de Aquino: “quien no quisiera amar a Dios más de lo que le ama, de ninguna manera cumplirá el precepto del amor” (Coment. A la Epístola a los Hebreos, 6, 1).

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