InfoCatólica / María Lourdes Quinn / Categorías: A) EVANGELIOS, .... 1) S. Mateo, .... 2) S. Marcos, .... 3) S. Lucas, .... 4) S. Juan

4.05.09

La devoción de los musulmanes a la Virgen María

Jesús muestra preocupación en el Evangelio del IV Domingo de Pascua por: “otras ovejas que no son de este redil” (Jn. 10, 16). El Señor busca la salvación de todos y un medio de llegar a Él es por Su Madre, la Virgen María. “María se presenta como punto de encuentro en el diálogo interreligioso”, dice el Arzobispo Francesco Giogia, ofm, en “María vista por judíos y musulmanes” (Zenit.org). En el mismo artículo, el cardenal Arinze explica: “‘Si bien judíos y musulmanes no aceptan la verdad central de la divinidad de Jesucristo, ellos honran enormemente a María’”.

Una muestra de devoción es que las mujeres musulmanas piden ayuda a la Virgen María si desean tener hijos (o durante el período de lactancia si los tienen) en la Gruta de la Leche (cerca del Santuario de la Natividad en Belén):

“que de acuerdo a la tradición apócrifa es el lugar en donde María se escondió para amamantar al niño Jesús. Para los historiadores puede ser el lugar donde la sagrada familia vivió antes de la fuga a Egipto. La gruta es un lugar de devoción para mujeres cristianas y musulmanas de la región.”(H2Onews.org)

Esa cita es del siguiente vídeo con imágenes de la gruta:

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3.05.09

Campos de concentración en los EE.UU. y el hermano de Jesús


En los restaurantes chinos de los EE.UU. y Canadá regalan un “fortune cookie” (“galleta de la fortuna”) a cada cliente como postre que incluye un mensaje sobre la fortuna de uno (como un horóscopo), que entretiene a los clientes tras la comida. Algunos incluyen además números para la lotería y alguna frase en chino.

Se parece un poco a una galleta japonesa y los papelitos recuerdan la costumbre en templos japoneses de dar un mensaje sobre la fortuna de uno en un papelito (“omikuji”). Muchos de los que dicen haber empezado la costumbre en los EE.UU. a comienzos del s.XX no son chinos sino japoneses. De hecho, en China no venden estas galletas y tampoco tienen una palabra específica en chino para esas galletas.

Se atribuye la dominancia china de la industria a que los japoneses en los EE.UU. fueron forzados a vivir en campos de concentración (o de “reubicación”) en los EE.UU. durante la Segunda Guerra Mundial tras el ataque a Pearl Harbor.

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2.05.09

Sin rendirse ante presiones

En el Evangelio del III Domingo de Pascua oímos que Jesús: “les abrió el entendimiento” (Lc. 24, 45) a los apóstoles cuando se les apareció tras Su Resurrección. Aún así, no fue hasta la venida del Espíritu Santo que los apóstoles confesaron su fe sin temor.

San Atanasio (297-373) nació en Alejandría, Egipto, que en su tiempo fue lugar de orígen de la herejía arriana (que equivocadamente pensaba que Jesucristo no era Dios por naturaleza). S. Atanasio templó su fe católica viviendo una temporada en el desierto, donde fue discípulo de S. Antonio Abad (cuya biografía escribió). Huyendo de la fama del mundo, la encontró al no poder esconder su caridad. Ésta le llevaba a hacer todo lo posible para salvar almas. Por combatir la herejía arriana tuvo que huir 5 veces de su sede episcopal, donde finalmente terminó sus días en paz.

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29.04.09

Los confesores en tiempo de persecución

La palabra “confesor” deriva del Latin “confiteri”, confesar, profesar, y fue por primera vez por los cristianos. Éstos lo reservaban como un título de honor para los que habían padecido algún castigo en tiempos de persecución por confesar en público su fe en Cristo. S. Cipriano explica que el confesor debería permanecer fiel hasta el fin para merecerse ese título: “Ese confesor, en verdad, es ilustre y verdadero de quien la Iglesia no se avergüenza después, sino que alarde de él.”

Los Mártires de Lyon (177), según el acta de su martirio, no permitían que nadie les llamara “mártires” ("testigos") en vida:

“Tal título de mártir sólo se lo daban a Cristo, testigo verdadero y fiel, primogénito de los muertos y principio y autor de la vida divina. También concedían este título a aquellos que habían muerto en la confesión de la fe. ‘Ellos ya son mártires, decían, porque Cristo ha recibido su confesión y la ha sellado como con su anillo. Nosotros sólo somos pobres y humildes confesores’.”

Esto dice Cristo Resucitado de sí mismo a los apóstoles en el evangelio del III Domingo de Pascua: “Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos...” (Lc. 24, 47) Los “confesores” entre los primeros cristianos imitaron al Señor en sus sufrimientos para así cumplir con el mandato de predicar la conversión y el perdón de los pecados. Hay una fuerte relación entre esos “confesores” y no sólo la conversión de los que admiraban su fe, sino también el perdón de los pecados de los apóstatas.

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23.02.09

Guardando serenidad en tiempos de crisis

Oímos en el Evangelio del 7o. domingo de tiempo ordinario que los fariseos pensaban que Jesús blasfemaba al perdonar los pecados del paralítico, por lo cual el Señor les preguntó: “¿Por qué pensáis eso?” (Mc. 2, 8) Los fariseos dudaban de Jesús porque no tenían confianza y fe en él. En este mundo pasamos por muchas situaciones que prueban también nuestra fe y confianza en el Amor y la Bondad de Dios por nosotros.

San Policarpo (69-c.155) (obispo de Esmirnia, discípulo de S. Juan Evangelista y maestro de S. Ireneo) se escondió en varios lugares cuando empezó una persecución por miedo de apostar, siendo él anciano. Pero, cuando le encontraron los soldados, no intentó escapar y dijo: “Hágase la voluntad de Dios”. Les dió de comer a los soldados, que le dejaron rezar antes de arrestarle. Se mantuvo firme ante amenazas hasta que le quemaron vivo. Pidió que no le ataran porque “Aquél que me da su gracia para soportar el fuego me la dará también para soportarlo inmóvil”.

Esta segunda parte de “¡Confiad en Dios!” por S. Claudio de Colombiere (1641-1682) [que mandó el lector Joserra a “sarmientosdelavid(arroba)gmail(punto)com”)], nos ofrece unos consejos para mantenernos serenos en medio de las tormentas de este mundo. ¿Las demuestra bien S. Policarpo?

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