Mayo virtual: la Esperanza
Día 22. Madre de la santa esperanza
“Mantengámonos firmes en la esperanza que profesamos, porque es fiel quien hizo la promesa; fijémonos los unos en los otros para estimularnos a la caridad y a las buenas obras” (Hebreos 10,23-24).
En un poema, Manuel Machado saluda a la Nuestra Señora de la Esperanza, a la que llaman en Sevilla Virgen Macarena: “¡Ay, de no amar, de no creer, no hay modo/ cuando tu imagen célica aparece/ mecida entre el incienso en lontananza!/ ¡Ay mi Sevilla, que lo tiene todo:/ cuando el Señor del Gran Poder le ofrece/ la Fe y la Caridad… Tú, la Esperanza!”.
La Escritura nos exhorta a mantener “firme la confesión de la esperanza, pues fiel es el autor de la promesa” (Hebreos 10,23). Y el Catecismo define la virtud teologal de la esperanza como “aguardar confiadamente la bendición divina y la bienaventurada visión de Dios” (n. 2090). La razón de la esperanza, su motivo último, es el Misterio Pascual de la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Con la mirada puesta en el Resucitado, podemos vencer el desaliento y dilatar nuestro corazón en la espera de la felicidad eterna.
María es la Madre de la santa esperanza; la “señal de esperanza cierta y de consuelo” para el Pueblo de Dios en marcha (Lumen gentium 68). Ella “concibió creyendo y alimentó esperando al Hijo del hombre, anunciado por los profetas”, canta la Liturgia.

Día 21. Madre del Amor Hermoso
Día 20. Amparo de la fe
Día 19. Causa de nuestra alegría
En el diálogo y en la relación del cristianismo con las otras religiones es muy importante tener presente la acción del Espíritu Santo. El Papa Juan Pablo II enseña en la encíclica Redemptoris missio que “el encuentro interreligioso de Asís, excluida toda interpretación equívoca, ha querido reafirmar mi convicción de que « toda auténtica plegaria está movida por el Espíritu Santo, que está presente misteriosamente en el corazón de cada persona»” (RM 29).












