Indulgencia Jubilar
La Iglesia celebra el bimilenario del nacimiento del Apóstol San Pablo. El Papa Benedicto XVI ha querido, con este motivo, dedicar “un año jubilar especial, del 28 de junio de 2008 al 29 de junio de 2009” al Apóstol de las Gentes (cf “Homilía en la Basílica de San Pablo extramuros”, 28 de junio de 2007). El Papa señalaba algunos objetivos de cara a este Año: las celebraciones litúrgicas en honor de San Pablo; las iniciativas culturales; los proyectos pastorales y sociales; el impulso ecuménico y las peregrinaciones.
El “jubileo” hace referencia directa a la indulgencia plenaria, solemne y universal, concedida en ciertos tiempos y en algunas ocasiones. Es decir, el bimilenario de San Pablo es ocasión de perdón, de remisión de las penas, de misericordia. La “indulgencia jubilar” tiene que ver con esta inclinación de la Iglesia, reflejo de la propensión divina, a la clemencia, a la compasión.

¿Quién es Jesús? A lo largo de la historia, y también en el presente, esta pregunta se plantea muchas veces. Si acudimos a una librería encontraremos distintos libros sobre Jesús. Sobre él escriben historiadores, filósofos y novelistas. La respuesta a la pregunta sobre su identidad depende, en buena medida, de los presupuestos de los que parta quien se aproxima a su figura. Para unos, Jesús es un maestro religioso, un reformador moral, un hombre de Dios; un personaje, en todo caso, admirable y desconcertante.
La antífona de entrada de la Misa vespertina de la solemnidad de la Asunción constituye una exclamación de gozo: “¡Qué pregón tan glorioso para ti, María! ¡Hoy has sido elevada por encima de los ángeles, y con Cristo triunfas para siempre!”. La Asunción de la Santísima Virgen en cuerpo y alma al cielo supone una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos (cf Catecismo 966).
San Pablo reflexiona sobre los privilegios de Israel y sobre la fidelidad de Dios. El plan de salvación que en Cristo llega a su plenitud no está en contradicción con las promesas hechas por Dios a los hebreos. Ellos “fueron adoptados como hijos, tienen la presencia de Dios, la alianza, la ley, el culto y las promesas”.
Parece que al alcalde de Vigo se le ha ocurrido expresar el deseo de que la Diócesis se llame únicamente “Diócesis de Vigo”, en lugar de la actual denominación que es “Tui-Vigo”. Es comprensible que un regidor municipal quiera engrandecer su propia ciudad. No hay nada de malo en ello. Incluso, mostrando su interés por este asunto, reconoce la importancia de que una ciudad sea sede episcopal. Tener a un Obispo no resta nada y añade prestigio.












