9.09.08

La sacralidad de la vida humana, o la debilidad de una ética sin Dios

La sacralidad de la vida humana, o la debilidad de una ética sin Dios

Desde diversos sectores de la cultura contemporánea se escuchan voces que insisten en la necesidad de “desacralizar la vida humana” . Despojada de su halo sacro, la vida humana se presenta como un bien del que se puede disponer libremente, conforme a criterios discrecionales de conveniencia. La Iglesia, sin embargo, en fidelidad a la revelación, considera que la vida humana “ha de ser tenida como sagrada” .

En este post indicaremos las principales razones por las cuales la Iglesia defiende la sacralidad de la vida humana; a saber: el respeto al Creador y la dignidad de la persona humana. Veremos cómo en el culto y en la oración, particularmente en la adoración, el hombre descubre su relación constitutiva a Dios, relación en la que se fundamenta tanto la sacralidad de su vida como su dignidad personal.

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7.09.08

Desatados

Nuestros gobernantes parecen estar “desatados”; es decir, dan la impresión de proceder sin freno y desordenadamente. Sin freno, desde luego. Dicen ellos mismos que su ideología incorpora asertos como éste: “el propietario de tu cuerpo eres tú. Tú eres quien toma decisiones. Eso es ideología socialista” (Bernat Soria).

Esta máxima se usa como cobertura ideológica del proyecto de eutanasia o de “suicidio asistido”. Si lo he entendido bien, esto significa que si deseo morirme, por razones que sólo a mí me incumben, me dirijo al médico de guardia y le pido: “por favor, asístanme en mi suicidio”. Es decir, yo le pido al Estado que colabore conmigo en el acto de quitarme voluntariamente la vida. Y el Estado pondrá a mi disposición los recursos necesarios para que, en vez de ahorcarme colgándome de una viga, me inyecten en vena alguna solución letal.

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5.09.08

Cultura del homicidio

Merece la pena releer la encíclica de Juan Pablo II “Evangelium vitae”. Sobre el aborto, recuerda el Papa que, entre todos los delitos que el hombre puede cometer contra la vida, reviste éste características que lo hacen “particularmente grave e ignominioso”. Realmente es, como enseñó el Concilio Vaticano II, un crimen nefando (cf “Evangelium vitae”, 58).

Un síntoma muy preocupante es la aceptación social de este delito. Personas que se movilizan por la defensa de las especies animales en peligro de extinción se muestran, en ocasiones, “tolerantes” con la práctica del aborto: “Nadie aborta por gusto”; “mejor abortar a un niño que tratarlo mal”; “no se puede ser madre a la fuerza”, etc. Siempre se pueden alegar supuestas “razones” en favor de este crimen.

Un aspecto esencial es llamar a las cosas por su nombre. El aborto no es “la interrupción voluntaria del embarazo”. El aborto procurado consiste en matar al feto; en frustrar deliberadamente su proceso natural de crecimiento. La interrupción del embarazo es una consecuencia de un acto previo: la eliminación violenta de una vida humana. Una eliminación planificada fríamente por los propios padres, con la cobertura legal del Estado y con el apoyo de los médicos.

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4.09.08

Estoy a favor de la interrupción voluntaria del embarazo

Los españoles vivimos en la angustia. Podemos pensar, como quizá pensaban los ciudadanos de Roma o del III Reich, ¿cuál será la nueva iniciativa legal de nuestro Gobierno? ¿Qué buscarán ahora? ¿Cuál será el objetivo de la voluntad del César?

No hace falta que ejerzamos de adivinos. El César comunica su voluntad, a través de una de sus ministras, la ministra de Igualdad, Bibiana Aído, que anuncia que “no puede ser que en España una mujer que necesita interrumpir su embarazo legalmente pueda tener dificultades. Por eso queremos un debate serio, sosegado y de altura que contribuya a la elaboración de la mejor ley posible”. El César lo ha dicho. Su voluntad es ley. De poco sirve lo que digamos quienes pensamos que el César no es Dios.

¿Interrumpir el embarazo? “Interrumpir” es “cortar la continuidad de algo en el lugar o en el tiempo”. Yo “interrumpo” este post si lo acabo ahora mismo o “interrumpo” una conversación si la zanjo de inmediato. También se puede “interrumpir” un embarazo, el estado en el que se encuentra la mujer gestante. Si lo pensamos a fondo, la “interrupción” del embarazo es el parto. Cuando una mujer da a luz al feto que tenía concebido su embarazo se interrumpe o, mejor dicho, se acaba. Llega a su meta y a su fin. El embarazo no es un fin en sí mismo. El fin del embarazo es el alumbramiento, el nacimiento de un nuevo ser.

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2.09.08

Por favor, no recen por mí

Recuerdo en una ocasión que una chica joven se dirigió a mi parroquia. Deseaba apostatar. La escuché. Intercambiamos algunas palabras. Vi que estaba muy convencida del paso que iba a dar y, al final, le dije: “Espero que no te ofendas, pero pienso rezar por ti”. Ella, muy educadamente, me contestó: “Haga lo que le parezca”. Y de eso se trata, de dejarme hacer lo que yo quiera. De respetar mi libertad de rezar por quien lo desee, al igual que yo respeté - como no podría ser de otro modo - su libertad para apostatar.

Pues esto que parece de sentido común no convence – si es verdad lo que se ha publicado en algunos medios – a ciertos hermanos evangélicos. Según se ha dicho, la viuda de uno de los fallecidos en Barajas – de religión evangélica - ha dirigido una carta al Cardenal Rouco Varela en la que manifiesta que consideraría “una humillación y una ofensa el que se celebrara un funeral común, o actos, que incluyan un ritual a favor del alma del fallecido”. Máxime cuando esa oración chocaría, según la carta, con los principios elementales de la fe evangélica. Por ello, “no desean ser incluidos ni por activa ni por pasiva entre los destinatarios de una Misa a favor de su alma".

He de confesar que no salgo de mi asombro. Los católicos podemos rezar por quienes queramos; hasta por nuestros perseguidores. Más aun, debemos rezar por todos. Es verdad que un funeral se ofrece por los católicos que han fallecido o para consuelo de las familias católicas que han perdido a uno de los suyos - sea el difunto católico o no, si lo pide su familia - . Pero si hay una catástrofe pública es inexcusable no pedir por todos los muertos y por el consuelo de todos los familiares de los muertos. Poner condiciones sobre qué y sobre quién debemos rezar en una iglesia católica es una clara intromisión en la libertad, no sólo religiosa, sino de culto. Baste con que no se mencione el nombre del difunto – ya que su familia no lo desea - . Pero de ahí a que el Cardenal salga a decir: “Vamos a rezar por todos, excepto por este señor” hay un abismo.

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