Odium theologicum
La expresión resulta ya en sí misma repugnante: “odium theologicum”. Si Dios es amor, parece ya una blasfemia calificar como “teológico” ese sentimiento que consiste en la antipatía y la aversión hacia algo o alguien cuyo mal se desea.
No hace falta remontarse a la historia – por ejemplo, a la controversia “de auxiliis”, por no hablar de los enfrentamientos entre las diversas confesiones cristianas - para hallar exponentes claros de esta variedad de odio. Está presente en toda época y, en nuestros días, se diría que hasta resucitado. Si alguien lo duda, que observe cómo se azotan entre sí los comentaristas de algunos blogs que abordan la cuestión religiosa. El encarnizamiento sube de tono, normalmente, cuando se trata la problemática litúrgica: que sin en latín o en lengua vernácula, que si “ad Orientem” o “versus populum”. La excepción es el debate sereno. La norma, la crispación.