14.10.09

Sobre un documento del Institut Borja de Bioética: ¿Cristiano?

He leído, a raíz del tema que trata Luis Fernando en su blog, una parte del número monográfico que la revista “Bioética&Debat” dedica a una serie de “Consideraciones sobre el embrión humano”. Esa publicación pertenece al “Institut Borja de Bioética”. El número al que hago referencia concluye con un “Posicionamiento del IBB”, firmado por diferentes especialistas, encabezados por Francesc Abel Frabre, s.j., presidente del Instituto.

Afirma ese “Posicionamiento” que “hay suficientes argumentos desde el punto de vista biológico, ético y jurídico para afirmar que, al embrión humano, hay que otorgarle un valor diferenciado”. Hasta aquí nada, o casi nada, que objetar. Pero, de modo inmediato, se establece una distinción entre la fase “previa” a la implantación y la fase “posterior” a la misma. Y esa diferenciación no es meramente descriptiva, sino que lleva consigo consecuencias éticas. Digo “casi” nada que objetar porque se habla de “otorgarle un valor diferenciado” al embrión humano. “Otorgar” es consentir en algo, conceder algo, o condescender en algo. ¿Cuál es, me pregunto, la misión de los científicos, de los especialistas en ética, de los legisladores: hacer merced de algo o limitarse a reconocer la realidad y la demanda ética que proviene de lo real? ¿Soy yo quien “otorgo” un valor al embrión humano o es el embrión humano, en tanto que humano, el que tiene derecho, por lo que es, a mi “reconocimiento”?

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13.10.09

Fátima, esperanza y estímulo

Homilía en la Parroquia-Santuario de Fátima, de Vigo.
13-Octubre-2009

El 13 de octubre es el día de la última aparición de la Virgen a los tres pastorcitos de Fátima, Francisco, Jacinta y Lucia. Estando presentes cerca de 70.000 personas, la Virgen les dijo: “Yo soy Nuestra Señora del Rosario”. Y añadió que venía para exhortar a los fieles a que cambiaran de vida, a que no afligieran más con el pecado a su Hijo, el Señor, y a que hicieran penitencia. La Virgen les mandó mirar al sol y, en ese momento, el sol, como un disco de plata y oro, comenzó a girar vertiginosamente sobre sí mismo, proyectando a todo su alrededor haces de luz de varios colores.

Podemos comentar tres aspectos de esta aparición: el resplandor de la luz, la necesidad de la penitencia y el rezo del Santo Rosario.

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12.10.09

Esfuerzos y resultados

¿Se corresponde, en la vida pastoral, el esfuerzo con el resultado? ¿Hay una ecuación exacta que vincule el empleo enérgico de las propias capacidades con los efectos deseables de nuestros desvelos? Si existe esa ley, yo la desconozco. Ya sé que no faltará quien ponga ejemplos que, aparentemente, desmentirían mi sospecha. Que si unos religiosos son muy “observantes” - ¿qué es ser “observante”? – y tienen numerosísimas vocaciones; que si unas monjas llenan su noviciado a causa de la atracción que ejerce la pureza evangélica de sus vidas; que si tal párroco – es menos frecuente, por cierto, el elogio a los párrocos – “consigue” llenar la iglesia cada domingo.

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¿Es tan difícil ser católico?

Leyendo aquí o allá, cuando se escucha denunciar supuestas - o reales - deficiencias en la predicación o en la celebración de la fe, uno puede llegar a pensar: ¿Es tan difícil ser católico? ¿Supone el entrar a formar parte de la Iglesia de Cristo un esfuerzo ímprobo, una búsqueda sin término, una investigación ardua y laboriosa, al alcance sólo de unos pocos? Y si uno ha nacido en el seno de la Iglesia, ¿es verdaderamente cuasi imposible permanecer en ella? ¿Están los fieles tan desasistidos como algunos dicen estar?

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10.10.09

La pregunta de la vida

Domingo XXVIII TO (B)

El Evangelio según San Marcos (cf 10, 17-30) narra un encuentro con Jesús. Un joven, de excelentes cualidades, se acerca al Señor y, de rodillas, le formula “la” pregunta de su vida: “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?”. No se conforma este joven con indagar acerca de aspectos marginales de la existencia. No quiere saber cómo labrarse una carrera, cómo ser admirado por los demás, cómo alcanzar el éxito. Quiere saber lo único decisivo: cómo hacer que su vida sea una vida lograda; una vida con sentido, que alcance su meta, su finalidad, su fin. En ello, en saber para qué vivimos, radica la sabiduría; esa sabiduría que Salomón prefería a los cetros y a los tronos, a las piedras preciosas y al oro, a la salud y a la belleza (cf Sabiduría 7, 7-11).

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