4.09.09

El rostro de la Iglesia

Una de las más bellas definiciones de la Iglesia la dio, en su momento, el Papa Pablo VI. Decía que la Iglesia es “el proyecto visible del amor de Dios hacia la humanidad”. Dios, que ama a los hombres y busca salvarlos, ha querido que existiese en el mundo ese reflejo, imperfecto y perfecto a la vez, de su caridad. Las imperfecciones suelen acompañar a todo lo que es humano, porque la perfección es propia sólo de Dios, pero, por una especie de desbordamiento que podemos llamar “participación”, esa perfección divina se difunde y empapa todo aquello que toca, todo aquello que se deja envolver por el manto de su gloria.

¿Cómo defender a la Iglesia? ¿Cuál sería el perfil de una apologética adecuada? ¿Cómo hacer que la belleza de su rostro resplandezca ante los hombres? Quizá aplicando la ley de la relatividad. Y no me refiero a la Física de Galileo o de Einstein, a la averiguación de cómo se transforman las leyes de la naturaleza cuando se cambia de sistema de referencia, sino a otra “relatividad” que enuncia también Pablo VI hablando de la Virgen: En María “todo es relativo a Cristo y todo depende de Él”. El “sistema de referencia” para María, y para la Iglesia, es siempre el mismo; es Jesucristo, el Señor.

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3.09.09

Las horas serenas

Una leyenda latina que figuraba en algunos relojes de sol decía lo siguiente: “Horas non numero nisi serenas”.

Amado Nervo evoca esta sabia frase en un texto suyo: “Rememora, por tanto, en la Serenidad, tus días de dolor; pero nunca pienses en las horas de ira, de encono, de turbulencia que hayan sacudido tu espíritu, pues lo sacudirán de nuevo con su solo recuerdo. Haz, en cambio, noche a noche, el inventario de los minutos bellos, buenos, agradables; de los ratos plácidos que la Vida te haya otorgado en las dieciséis horas de la vigilia, y fórmate con ellos un ramillete de flores para perfumar tu sueño. Esta actitud te dará alegría, par. Tu último pensamiento antes de dormirte será así de gratitud. Y si el recuerdo de alguna hora de impaciencia, de cólera, de despecho, viene a atormentarte, procura apartarlo dulcemente, y dile a tu memoria lo que el célebre cuadrante solar de Pisa, construido por Marco Salvadori, ostenta como inscripción: HORAS NON NUMERO NISI SERENAS”.

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2.09.09

Una costumbre muy fea

La grosería se ha vuelto un componente más o menos aceptado de nuestra vida cotidiana. La descortesía, la falta de respeto, la tosquedad, se imponen con la fuerza de lo que ya se considera normal.

Claro que hay cosas mucho más graves que también se admiten; entre ellas, y la peor de todas, el aborto. Particularmente cruel cuando es el resultado final de una amniocentesis que tiene como consecuencia desechar, como quien elimina los frutos de la una mala cosecha, fetos probablemente insanos (como si por ser “defectuosos” dejasen de pertenecer a nuestra especie). Y subrayo lo de “probablemente”. Porque muchos de los señalados por el índice de la Reina de la Noche de la Medicina eugenésica vienen al mundo bien saludables, si los padres tienen la valentía de resistir al fatídico veredicto y les dejan nacer.

Pero no deseo hablar de esa tragedia cotidiana que va llenando el mundo de prematuros cadáveres y, a la vez, trazando una línea divisoria entre quienes ceden y quienes resisten a las presiones de los verdugos de bata blanca. Dejaremos este asunto para más adelante.

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1.09.09

La belleza de la voz

“La cultura del canto es también cultura del ser” y “los monjes con su plegaria y su canto han de estar a la altura de la Palabra que se les ha confiado, a su exigencia de verdadera belleza”, decía Benedicto XVI comentando una meditación de San Bernardo de Claraval.

El canto, el ser – la realidad en su dimensión última- , la plegaria, la Palabra; en definitiva, la belleza. “Estoy convencido de que la música es verdaderamente el lenguaje universal de la belleza”, ha dicho también el Papa. Quizá la voz sea, de todos los instrumentos, el más bello. Dios dio a los hombres la voz para que, de algún modo, como respondiendo, se hiciesen eco de su gloria.

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31.08.09

Sub specie hilaritatis

Decía Baruc Spinoza que las cosas debían ser contempladas desde la perspectiva de lo eterno, “sub specie aeternitatis”, que es algo así como conocerlas desde el punto de vista de Dios, en libertad con respecto a las pasiones y superando, de algún modo, los límites de la razón.

No todos han estado de acuerdo con este enfoque. Ortega y Gasset proponía el “perspectivismo”. Frente a la eternidad como prisma de aproximación a la realidad, la circunstancia. El mundo debería ser visto “sub specie circumstantiarum”, desde el instante de cada circunstancia.

Pero no es éste el momento de adentrarse en disputas filosóficas de amplio espectro. Leyendo un famoso blog, que no hace falta que cite porque seguro que es conocido por todos, me ha hecho gracia un nuevo enfoque epistemológico: “A estas alturas uno ya está curado de espantos y de todo. Y mira las cosas ‘sub specie hilaritatis’ ”.

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