17.09.09

San Roberto Belarmino y las aptitudes para el episcopado

La Iglesia celebra hoy a San Roberto Belarmino, obispo y doctor de la Iglesia. Nació en Montepulciano en el año 1542. Era sobrino del Papa Marcelo II y aspiraba a obtener altos puestos, pero, nos dice él mismo, “cuando más deseoso estaba de conseguir cargos honoríficos, me vino de repente a la memoria lo muy rápidamente que se pasan los honores de este mundo y la cuenta que todos vamos a tener que darle a Dios”.

Roberto quiso, pues, vacunarse frente a esa posibilidad de escalada eclesiástico-social y se hizo jesuita, con la intención de no ser elegido ni obispo ni cardenal. Terminó siendo ambas cosas. Después de enseñar en Lovaina y en el Colegio Romano – hoy, Universidad Gregoriana – fue creado cardenal y obispo de Capua. Desplegó una intensa actividad como teólogo en la curia romana y se dedicó, entre otros menesteres, a la teología de controversia, para poder refutar los ataques de los protestantes (hoy diríamos, y la apostilla no es irónica, “para cultivar el diálogo ecuménico”). Murió en Roma en 1621.

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16.09.09

Superstición y culto del diablo

“Recibí la carta de tu santa caridad en la que me dices que te escriba algo, aunque sea a modo de síntesis, sobre el origen de los ídolos y de sus crímenes, para la instrucción de los rústicos, que retenidos todavía por la antigua superstición de los paganos, dan un culto de veneración más a los demonios que a Dios”. Así comenzaba, allá por el siglo VI, San Martín de Braga su De Correctione Rusticorum. Respondía con este escrito a una petición del obispo Polemio de Astorga, quien le había pedido una especie de guía para la visita pastoral.

Si San Martín viviese hoy, podría seguir reeditando su obra, quizá con ligeros ajustes en tal o cual punto. Las supersticiones, las creencias extrañas a la fe religiosa y contrarias a la razón, gozan, aunque nos cueste explicarlo, de una excelente salud. E igualmente todo lo que, de un modo vago, podemos encuadrar dentro del capítulo de la magia. Hechizos de diferentes tipos, amarres de amor, “endulzamientos”, videncia, amuletos y otras artes conviven pacíficamente con los avances de la modernidad; especialmente con las líneas de teléfono de tarifas especiales, con las tarjetas de crédito y hasta con Internet.

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15.09.09

Progreso y respeto a la vida

En el capítulo segundo de la encíclica “Caritas in veritate”, Benedicto XVI se ocupa de la relación que existe entre desarrollo humano y respeto a la vida. No es el respeto a la vida una cuestión de pura moral “individual” o “privada”, no se agota su trascendencia en la decisión de la persona que aborta o del “profesional” que practica el aborto, sino que forma parte también de la moral social: Este tema “en modo alguno puede separarse de las cuestiones relacionadas con el desarrollo de los pueblos” (CiV 28).

El concepto de pobreza y de subdesarrollo debe ser ampliado “a los problemas vinculados con la acogida de la vida, sobre todo donde ésta se ve impedida de diversas formas”. ¿Cuáles son estas formas? Benedicto XVI señala algunas: las prácticas de control demográfico por parte de los gobiernos, que llegan incluso a imponer el aborto, y, en los países ricos o, al menos, más desarrollados económicamente, la extensión de legislaciones contrarias a la vida. Estas leyes “han condicionado ya las costumbres y la praxis, contribuyendo a difundir una mentalidad antinatalista, que muchas veces se trata de transmitir también a otros estados como si fuera un progreso cultural”.

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14.09.09

Teología y escritura

No hablo de la Escritura - con mayúscula - , cuyo estudio ha de ser, dice la “Dei Verbum”, “como el alma de la Sagrada Teología”. Me refiero, ahora, a la “escritura” sin más; a la acción y al efecto de escribir y, sobre todo, a la obra escrita. La Teología, como otros saberes, se construye con palabras, con frases, con textos. Y si los materiales empleados se seleccionan convenientemente y se combinan con arte el resultado será más persuasivo y convincente.

Hay teólogos que escriben admirablemente bien. Por ejemplo, el Cardenal Newman; un hombre que escribió mucho, ensayando diversos géneros literarios: las exposiciones populares de los “Tracts for the Times”, los estudios históricos, los sermones, la autobiografía, los textos de controversia… y hasta la novela.

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13.09.09

La aparente inutilidad de las discusiones

Discutir un asunto es examinarlo atenta y particularmente. En este sentido, puede resultar de provecho una discusión. No siempre – por no decir nunca - nos hacemos cargo de todos los aspectos de la realidad. Las cosas nos desbordan; van más allá de nuestra mente y de nuestras palabras; oponen resistencia a nuestros esquemas.

Pero, en una segunda acepción, “discutir” es lo mismo que alegar razones contra el parecer de alguien. Y, llegados a este punto, el terreno se hace más resbaladizo y pantanoso. Sin duda, es mejor alegar razones que tirarse los trastos a la cabeza. Proporcionar argumentos que apoyen nuestro enfoque es un ejercicio que ayuda a que seamos más conscientes de lo que pensamos y del motivo por el cual lo pensamos. De igual manera, al atender a los motivos del otro nos capacitamos, en cierto sentido, para ponernos en su lugar y para captar, al menos en parte, la lógica de su discurso.

Pero el campo de las razones, lejos de ser un paraíso neutral, es una jungla complicada. Las razones, como los árboles, tienen sus raíces y se alimentan de materias que son heterogéneas con respecto a lo estrictamente racional. El humus que sostiene la planta frondosa de nuestro modo de ver la realidad se compone de algo más que de “logos”: hay pasiones, sentimientos, experiencias, modos de ser, decepciones y logros, virtudes y vicios.

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