9.10.09

Entonces tendríais que salir de este mundo

Es una advertencia de San Pablo que me gusta mucho, por su realismo: “Pues entonces tendríais que salir de este mundo” (1 Cor 5,10), les dice el Apóstol a los Corintos, previniéndoles contra una interpretación rigorista e intransigente de sus propias instrucciones: “Os escribí en mi carta que no os mezclaseis con los fornicarios. Pero no me refería, ciertamente, a los fornicarios de este mundo, o a los avaros o a los ladrones, o a los idólatras” (1 Cor 5, 9-10). San Pablo hace ver a la pequeña comunidad cristiana, que vive rodeada de paganos, que corten las relaciones con los cristianos que recaen en un modo de vida impropio de su condición de seguidores de Cristo. Pero no les prohíbe relacionarse con los paganos. No quiere que la pequeña Iglesia sea una secta, ni un gueto. Quiere, eso sí, que siga siendo Iglesia.

Leer más... »

8.10.09

Contra el aborto, evangelización

No tengo que hacer esfuerzos para estar a favor de la vida y, en consecuencia, en contra del aborto. En mí esa actitud, esa predisposición, surge de manera espontánea. No puedo entender que se justifique el matar a un ser humano en gestación con el pretexto de que su nacimiento acarreará incomodidades o conflictos. Lo propio de un ser racional es resolver de forma razonable las dificultades. Y no es razonable eliminar un problema dando muerte al “implicado” más inocente.

Algunas personas me dicen: “Nadie aborta por gusto”. Como si ese desagrado, que en sí mismo es ya un signo elocuente, nos obligase a contemplar esa acción, la de abortar, con total indulgencia. No soy seguidor de Stalin ni partidario de su opinión según la cual “la muerte resuelve todos los problemas”. Salvo a un psicópata, a nadie le gusta matar. Y no porque exista un motivo – una razón que mueve a hacer algo – se disculpa a un homicida. A esa razón se le suele llamar “móvil del crimen”.

Leer más... »

5.10.09

3.10.09

Un amor definitivo

Domingo XXVII To (B)

Cuando los novios acuden a la parroquia para iniciar el expediente matrimonial, se le formula a cada uno de ellos, entre otras, la siguiente pregunta: “¿Tiene intención de contraer matrimonio como es presentado por la ley y doctrina de la Iglesia: uno e indisoluble, ordenado al bien de los cónyuges y a la generación y educación de los hijos?”. Si el contrayente careciese de esa intención, el matrimonio no se podría celebrar y, de hacerlo, sería en sí mismo nulo; una pura apariencia de matrimonio, sin realidad.

La Iglesia no ha “inventado” el matrimonio, ni ha dispuesto, por su propio capricho, que éste sea “uno e indisoluble”. La Iglesia ha recibido esta doctrina de Jesús: “Al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre” (Marcos 10, 6-9).

Leer más... »

2.10.09

Cristianismo y religiones: Dominus Iesus (y II)

5.4.2 Plenitud y definitividad de la revelación de Jesucristo

Desde la perspectiva cristológica, la Declaración reafirma “el carácter definitivo y completo de la revelación de Jesucristo” (n. 5): debe ser “firmemente creída la afirmación de que en el misterio de Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado […] se da la revelación de la plenitud de la verdad divina” (n. 5).

La razón de que la revelación de Jesucristo sea plena y definitiva radica en la Encarnación: la Persona divina del Verbo encarnado es la fuente de la plenitud y de la universalidad de la revelación cristiana (cf n. 6).

De esta afirmación fundamental se derivan dos aclaraciones:

1) No se puede equiparar “fe teologal” y “creencia". La fe es respuesta a Dios que se revela y asentimiento a lo revelado por Él. La mera “creencia” se refiere a la búsqueda humana de la verdad absoluta, carente del asentimiento a Dios que se revela. Por ello, “debe ser […] firmemente retenida la distinción entre la fe teologal y la creencia en las otras religiones” (n. 7).

2) No se pueden equiparar los textos inspirados - es decir, la Biblia - con los textos sagrados de las otras religiones. La tradición de la Iglesia “reserva la calificación de textos inspirados a los libros canónicos del Antiguo y del Nuevo Testamento, en cuanto inspirados por el Espíritu Santo” (n. 8). Eso no significa que en los libros sagrados de las otras religiones no estén presentes “elementos de bondad y de gracia"; elementos recibidos del misterio de Cristo.

Leer más... »