Había estado (VII). Escrito por Norberto
Mientras Mohse llevaba el mulo a la caballeriza Eulogio,entusiasmado con el recorrido que había hecho, buscaba a su madre para contarle todo lo admirado y encantado que estaba, traspasó el umbral de la puerta, y cruzando en rápidos pasos el porche que llevaba a la entrada a la vivienda se sorprendió al no encontrarla, siguió adelante, hasta el patio posterior, donde, junto a la higuera, estaba con Judith.
Allí estaban con un semblante diferente: Judith, se aplicaba en hermosear el jazmín plantado en el arriate limpiándolo de hojas secas, procedentes de la higuera, y , ahuecando la tierra, con las manos, para airearla, esponjarla, y, así, empapara mejor el agua que posteriormente recibiría, tanto el jazmín como su vecino el geranio, bueno, los geranios, pues había tres, uno de cada color: rojo, rosáceo y blanquirrojo.
Ana, sin embargo, parecía abstraída, al menos eso le pareció a Eulogio, ella sonrió, y besó a su hijo, cambiando la expresión al verle tan contento, le respondió que estaba pensando en su padre, y, era cierto, pero solo un poco, todavía estaba asimilando la tempestad que se habia originado en su espíritu y la sacudida tremenda de todo lo conocido por medio de Judith; de momento calló y no dijo nada al respecto.
La tarde avanzaba y Judith, dado el intenso trabajo de los varones decidió adelantar la cena, pues observó cómo a Eulogio se le iban los ojos sobre un queso de oveja, curado en aceite de oliva y una hogaza de pan tierno, de la hornada vespertina y que, aun, dejaba un olor a horno que estimulaba los jugos gástricos; así pues cogió unos pepinos del huerto, los troceó, y, aliñados con sal los dispuso en una fuente de cerámica a los que añadio el queso loncheado, unas aceitunas conservadas en salmuera, bien enjuagadas. Una jarra de miel y unos buñuelos caseros, de los que cada uno se sirvió a voluntad, pusieron fin a la cena, estaba oscureciendo, y, Judith le dijo a Mohse que la acompañara a dar un recado a “sus primos”, Ana entendió a quien se refería: los seguidores de Ioshua bar Iosef.
Cuando quedaron solos Ana llamó a Eulogio, que había ido al gallinero a recoger la puesta vespertina de las gallinas, y, ya entraba con media docena de huevos, era un muchacho muy diligente pues estaba deseoso de contar y contar su recorrido, sin embargo se contuvo por la tarea.

La Iglesia, escribía Juan Pablo II en “Mulieris dignitatem”, “manifiesta su gratitud por todos los frutos de santidad femenina”.
La “Carta a los seminaristas” de Benedicto XVI, en su punto quinto, aborda con densidad y con relativa extensión – proporcionada a la totalidad del documento – la cuestión de los Estudios Eclesiásticos, que los candidatos al sacerdocio han de realizar como capacitación para su ministerio.
Hoy, festividad de San Lucas, he recibido en mi correo electrónico un mensaje del secretario del Obispo de mi diócesis. Me enviaba, como documento adjunto, la
El tema fundamental de las lecturas de este Domingo es sin duda el de la oración perseverante. Y esto no significa estar todo el día recitando oraciones, si no mantenernos en la presencia de Dios durante todo el día y a partir ahí la oración fluye sola. Por que sé con quien estoy, sé a quien me dirijo.






