28.11.23

La esencia del Cristianismo. Joseph Ratzinger (4). El Espíritu Santo, la Iglesia y las estructuras de lo cristiano

El Espíritu Santo y la Iglesia

La tercera parte del símbolo habla del Espíritu Santo como don de Dios a la historia. La Iglesia se entiende a partir de este don, como su lugar de acción en el mundo a través, concretamente, del bautismo – y de la penitencia – y la eucaristía[1]. Igualmente, las palabras conclusivas del símbolo, referidas a la resurrección de la carne y a la vida eterna, son también ampliación de la fe en el Espíritu Santo y en su poder transformador.

La espina dorsal del concepto de Iglesia es la idea sacramental: “la Iglesia y los sacramentos van siempre juntos, no pueden existir por separado”[2]. En su estructura paradójica de santidad (divina) y pecado (humano), la Iglesia es, en este mundo, la figura de la gracia[3]. En medio de un mundo dividido, la Iglesia debe ser el signo y el medio de unidad que trasciende y une naciones, razas y clases[4].

La resurrección de la carne no se realiza con el retorno del “cuerpo carnal”, del sujeto biológico, sino en la diversidad de la vida de la resurrección, cuyo modelo es el Señor resucitado[5].

 

Las “estructuras de lo cristiano” y la esencia del cristianismo

 

En un excurso titulado “estructuras de lo cristiano”, Joseph Ratzinger trata de reflexionar “sobre lo que es básico en el cristianismo”, intentando sintetizarlo en muy pocas afirmaciones[6].

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24.11.23

La esencia del Cristianismo. Joseph Ratzinger (3). Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor

En la segunda parte del credo encontramos propiamente el “escándalo” de lo cristiano: “la fe dice que Jesús, un hombre que murió crucificado en Palestina hacia el año 30, es el Cristo (Ungido, Elegido) de Dios, el Hijo de Dios, el centro de la historia humana y el punto en el que esta se divide”[1]. En este segundo artículo se relaciona el Logos con la sarx, la inteligencia con un individuo histórico, que abarca y sostiene la historia, que ha entrado en ella y que forma parte de ella. Esta unión entre el Logos y la sarx, entre la fe y la historia, es tan decisiva para la configuración de la fe cristiana como la que tuvo lugar entre el Dios de la fe y el Dios de los filósofos.

¿Cómo acceder a la historia? Basados en el método histórico-crítico, solo sería histórico lo “auténtico”, es decir, lo que se averigua por los métodos históricos, pero “la historia como relato de los hechos (Historie) no solo descubre la historia que realmente acontece (Geschichte), sino que también la oculta. Es, pues, evidente que la historia (Historie) puede ver en Jesús a un hombre, pero es difícil que pueda ver en él a Cristo que, como verdad de la historia (Geschichte), escapa a la posibilidad de comprobación de lo puramente auténtico”[2].

Lo meramente “histórico” (historisch) se limita al fenómeno, a lo comprobable, y, en consecuencia, no puede originar la fe, de modo análogo a como la física no puede llegar al conocimiento de Dios. En vista de ello, algunos optan por abandonar la historia por considerarla superflua para la fe. La teología moderna ha oscilado entre ir de Cristo a Jesús, de la idea a la historia (Harnack), e ir de Jesús a Cristo, abandonando la historia para centrarse en la idea (Bultmann)[3].

La solución a esta alternativa se encuentra si se opta por no separar historia y fe: “no puede haber uno (Jesús) sin el otro (Cristo)”[4]. Jesús no existe sino como Cristo, y Cristo no existe sino en Jesús. Para avanzar, hay que intentar comprender qué nos dice la actualidad de la fe sobre Jesús.

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11.11.23

La esencia del Cristianismo. Joseph Ratzinger (2). Creo en Dios Padre, Todopoderoso, Creador

En Jesús se revela a los hombres el nombre de Dios: “El nombre ya no es solo una palabra, sino una persona: Jesús. Toda la cristología, es decir, la fe en Jesús se convierte en una explicación del nombre de Dios y de todo lo que en él se enuncia”[1].

La fe cristiana optó, ya desde sus comienzos, por el Dios de los filósofos frente a los dioses de las religiones; por la verdad del ser frente al mito de la costumbre[2]. No obstante, el Evangelio y la idea cristiana de Dios corrigen a la filosofía. La fe cristiana, frente a “un Dios que cada vez se reducía más a lo matemático, vivió la experiencia de la zarza y comprendió que Dios, eterna geometría del universo, solo puede serlo porque es amor creador, porque es zarza ardiente de donde nace un nombre que le introduce en el mundo de los hombres”[3]. El amor es más grande que el puro pensar: “El pensar absoluto es un amor, no una idea insensible, sino creadora, porque es amor”[4].

El Dios de la fe se caracteriza por la relación; el suyo es un poder que crea, sostiene y ama todas las cosas. Dios es identidad original de verdad y amor[5]. En esta comprensión de Dios como relación y como amor encuentra su punto de partida la confesión de fe en el Dios uno y trino. Dios es “Padre”, porque es amor absoluto y es “soberano”, porque es poder absoluto. La palabra “Padre” une el primer artículo del credo con el segundo y apunta ya a la cristología: su omnipotencia y su soberanía se manifestarán en el pesebre y en la cruz[6].

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6.11.23

La esencia del Cristianismo: Joseph Ratzinger (1)

¿Qué es el cristianismo? Joseph Ratzinger piensa, en su Introducción al cristianismo. Lecciones sobre el credo apostólico, que para responder a esta cuestión el mejor camino es intentar una comprensión e interpretación de los “credos”, de los símbolos de la Iglesia en los que se sintetiza la fe[1]. Se trata de presentar la fe de siempre, tal como aparece reflejada en el credo apostólico, con un estilo misionero[2], conjugando la actualización creadora de esas fórmulas sintéticas con la fidelidad a algo que no se crea, sino que se recibe de los anteriores testigos del Señor[3].

Seguiremos las principales ideas de esta obra de Ratzinger guiándonos por la propia articulación del libro: La introducción, la fe en Dios, en Jesucristo, en el Espíritu Santo y la Iglesia. Un último apartado lo dedicaremos a una síntesis de lo que es básico en el cristianismo; un aspecto al que Joseph Ratzinger llama “estructuras de lo cristiano”.

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4.11.23

La respuesta a la pregunta por la esencia del Cristianismo

Lo esencial en el cristianismo es Cristo mismo: “no hay ninguna determinación abstracta de esta esencia. No hay ninguna doctrina, ninguna estructura fundamental de valores éticos, ninguna actitud religiosa ni ningún orden vital que pueda separarse de la persona de Cristo y del que, después, pueda decirse que es cristiano. Lo cristiano es él mismo, lo que a través de él llega al hombre y la relación que a través de él puede mantener el hombre con Dios” (Guardini, La esencia, 103) 

La persona de Jesucristo, en su unicidad histórica y en su gloria eterna, es la categoría que determina el ser, el obrar y la doctrina de lo cristiano.

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