Domingo
El cuarto evangelio deja constancia de la aparición de Jesús resucitado a los suyos “al anochecer de aquel día, el primero de la semana” y, de nuevo, “a los ocho días” (Jn 20,19.26). El día primero de la semana, el primer día después del sábado, pasó a llamarse “domingo”, “día del Señor”, porque en ese día tuvo lugar la resurrección de Jesucristo de entre los muertos.
San Agustín comenta que “el Señor imprimió también su sello a su día, que es el tercero después de la pasión. Este, sin embargo, en el ciclo semanal es el octavo después del séptimo, es decir, después del sábado hebraico y el primer día de la semana”. Jesús resucitado inaugura la nueva creación y la nueva alianza y abre, asimismo, el día que no tendrá ocaso: la vida eterna.
Nadie vio el hecho mismo de la resurrección. Se trata de un acontecimiento transcendente que irrumpe en la historia. Benedicto XVI, usando una metáfora, dice que se trata de la mayor “mutación”, del salto más decisivo en absoluto hacia una dimensión totalmente nueva que se haya producido jamás en la larga historia de la vida y de sus desarrollos.